martes, 17 de abril de 2012


Oración “CONTEMPLACIÓN

Hoy experimentamos en el mundo una pasión intensa por las personas. El progreso en las ciencias del hombre, aparte de otros factores, ha aumentado en nosotros el ansia por defender los derechos humanos, para promover la liberación de los pobres, para facilitar el crecimiento de las personas, etcétera

Precisamente me coloco en esta perspectiva al realizar y colaborar, en la medida de mis posibilidades, con quienes están comprometidos con la liberación, desarrollo y plenitud de los seres humanos en torno al mandato de PERSONA DEL SEÑOR  JESÚS, QUE ES AMOR Y PADRE TODOS
Vivimos en el siglo de los pequeños grupos. Tal vez como nunca antes en la historia, en esta época hemos comprobado que la vida con y para los demás resulta indispensable, si queremos crecer en libertad, si deseamos convertirnos en personas, si nos proponemos cambiar nuestra sociedad.
Por otro lado, especialmente desde la década de los setenta, percibimos un amplio despertar en la religiosidad del hombre contemporáneo. De alguna manera intuimos que la experiencia de Dios puede colmar los anhelos de felicidad y plenitud que el;
Progreso científico y tecnológico no ha sabido brindarnos.
En efecto, más allá de las prácticas religiosas, muchas veces realizadas en forma ritualista, andamos a la caza de una experiencia de lo Sagrado, de lo Trascendente, de lo  Eterno. Queremos situarnos por encima de la transitoriedad  y caducidad de las alegrías terrenas.

Deseamos una plenitud; que el simple crecimiento personal no acaba NUNCA de entregarnos. Sobre todo, somos testigos de que nosotros solos somos incapaces de resolver los problemas que atormentan a la humanidad.
Se prevé que para el año 2012 serán 900 los millones de hombres que padecerán el hambre y la miseria. Hoy son 400 millones, con el saldo 45.000 que mueren de hambre diarios.
Sin embargo, con una parte mínima de lo que se gasta en armamento se resolverla ese problema...

Ante éste y otros hechos no menos graves, el recurso a Dios parece ineludible. Y no para descargar en sus manos nuestra responsabilidad. Al contrario, necesitamos enfrentarnos a El para responder en serio a nuestra historia, de nuestro presente y de nuestro futuro.
Estamos todos de “paso”
Una forma, tal vez la más profunda y concreta, de entrar en contacto con Dios-en la línea de una experiencia espiritual-es la oración contemplativa Mas allá de las plegarias y meditaciones podemos buscar una relación de corazón a corazón con Dios, tal como se hace al orar contemplativamente.
Desde antes de la venida de Cristo las personas aprendieron a buscar a Dios de esta manera. Hoy día, la medicina, la psicología y la “”nueva espiritualidad nos demuestran que la oración contemplativa trae enormes bienes, no sólo de tipo espiritual, sino también psíquicos, sociales y corporales.
No veo por qué tendríamos que desaprovechar esos beneficios en nuestro esfuerzo por proteger a las personas  y promoverlo. Al contrario, desde mi experiencia, me parece urgente unir la fuerza que nos da la oración contemplativa, con a dinámica natural de los grupos y comunidades, a los jóvenes les encanta; pero motivados con “palabra” Así, el propósito de impulsar la liberación integral y el cambio social requeridos por nuestros con temporáneos, se verá reforzado por el que es el Señor de la historia.
En concreto, en este ensayo trato de tomar en serio a “TI  joven” por lo mismo, deseo contribuir a su liberación y bienestar. Lo hago valorando la riqueza enorme que la comunidad entraña, gracias al “compartir” de la COMUNIDAD.”Quién a un joven recibe a Mí ME RECIBE” Te invito a valorar al máximo este auto comunicación con Él. Y propongo que o acojan en una actitud contemplativa.

Pero, necesitamos de una comunidad para crecer en la práctica de la oración contemplativa. Es indudable que el grupo constituye una mediación utilizada por Dios para acercarnos a El.  Al mismo tiempo, mediante la unión con El, que es una Comunidad TRIPERSONAL de Amor, podemos reafirmar y realizar nuestro compromiso con la propia comunidad DE VIDA, esperanza de la  IGLESIA NUEVA Y CON San PEDRO A LA CABEZA.

Esta es la novedad del presente ensayo: intento testificar  que la contemplación llega a potenciar, de manera insospechada, la dinámica de las “comunidades”. Y a su vez, la dinámica interpersonal de una comunidad es una mediación inmejorable para recibir el don gratuito de la contemplación.
“O R A C I Ó N  C O M T E M P L A T I V A”
Con alegría presento ahora de estas páginas
En este momento en que la Iglesia quiere evangelizar las culturas de nuestro mundo, necesitamos un maestro como S. Juan de la Cruz para buscar una transformación personal en Cristo. Sólo así nos convertiremos en evangelizadores que estén a la altura de las exigencias de la Nueva Evangelización.

1 NECESIDADES TRASCENDENTES de mi persona
Quiero empezar tomando en mis manos algo muy concreto: mis necesidades. Este es un hecho absolutamente común. Ningún ser humano carece de necesidades. Todos requerimos un conjunto de valores para colmar el vacío de nuestra penuria   interior (que es ÉL).

Movidos por mis carencias, busco agua, alimento, vestidos, casa, trabajo, seguridad, libertad social, justicia, amor, un sentido para mi existencia y, aparte, un “PADRE” protector y amoroso.
Los humanos, por naturaleza, aparecemos como seres insatisfechos. Sin cesar experimentamos la falta de algún bien. Cuando satisfacemos un anhelo, sentimos de inmediato una nueva exigencia. Una vez que ésta ha sido calmada, despertamos en nuestro interior otro deseo. Y así sucesivamente.

Es normal que habiendo recibido los dones materiales ropa, comida, casa, trabajo, descanso, diversión, etc.-, vivamos el impulso hacia valores trascendentes o espirituales.
En este caso pensemos en la justicia, el compromiso con los pobres, la amistad, el amor paciente a los propios familiares, el gozo de la hermosura, la búsqueda de un Ser  INFINITAMENTE HERMOSO; absolutamente trascendente y eterno..

Entiendo por trascendente lo que está fuera de los limites estrechos del propio yo. Todo aquello que me hace salir de mi mismo, la justicia, la belleza, la amistad, el prójimo y, sobre todo, el Señor Dios, merece el calificativo de trascendente.
La trascendencia de esos valores no significa que ellos se sitúan espacialmente fuera de la tierra. Más bien quiere decir que me sacan del encerramiento dentro de mi mismo.

Demandan un auto trascendencia que me coloca más allá de mis intereses y necesidades. Por consecuencia, exigen que los apreciemos, los respetemos y los sirvamos.
Por ejemplo, la justicia me inclina a reconocer y a defender los derechos de cada persona. No queda excluido el propio yo, pero se va más allá de los gustos y afanes egoístas. Así, nos trascendernos a nosotros mismos al comprometernos con la justicia.
MI necesidad de trascendencia social
Lo que te presento, sugiere que en mí; existe un número considerable de tendencias o necesidades. La primera agrupación, referente a las biológicas, incluye la sed, el hambre, el irnpu1so sexual, etc.

La segunda me hace pensar que no basta con la sobrevivencia. Además, “yo” ser humano necesito perfilarme como un individuo único e irrepetible. Para esto requiero protección, un nivel alto de aspiraciones, estima por parte de los demás, auto- estima, etc. En la tercera, las motivaciones transitivas o de plenitud, que   me  proyectan más allá de mí mismo y aunque sea una patudes,”hasta el infinito” Entonces aspiro a comprometerme con la justicia, la verdad, la hermosura, la bondad, el sentido de la vida, la plenitud, etc.
Mi Tendencias de “ser”-para-otro
Con frecuencia pienso que el compromiso con mí prójimo es una obligación que se me impone desde fuera. No advierto la verdadera esencia de mi ser.
A veces  resulta de ello que lo tomo como una carga la entrega y el servicio a los demás. Un vaso dado en su nombre; tiene recompensa sin límite.

En realidad, tal como comprueba la psicología, brota de mi naturaleza personal la tendencia a ayudar, a darme y a ser para el otro: Como el agua satisface nuestra sed, así también la benevolencia, a compasión, el amor y demás impulsos altruistas, calman mi necesidad de auto trascendencia en pro de la humanidad.

No es un lujo que procuremos el bienestar de los otros. Nuestra naturaleza espiritual sólo se siente realizada en la trascendencia del egoísmo. Más todavía, no satisface sus anhelos en la entrega a un tú particular. Le hace falta prolongar su bondad y creatividad a las estructuras sociales. Necesita crear una sociedad más justa, pacífica, libre, igualitaria y fraternal, equilibrada.

Si “espíritu significa, en la persona, comunicación y trascendencia y posibilidad de participar en lo que se halla más allá de mí y su interés inmediato”, entonces la perspectiva del compromiso con el otro y con la sociedad, ofrece la posibilidad de satisfacer uno de los impulsos más hondamente humanos. –

Al mismo tiempo queda de manifiesto que, contra lo que piensan los materialistas, lo espiritual no es sinónimo de abstracto o etéreo. Simplemente alude a la capacidad que tenemos los humanos de romper las barreras del yo, para comunicarme con los demás y comprometerme  por su liberación y crecimiento y bienestar.
Porque tengo mi esencia espiritual podemos satisfacer la necesidad de asociarnos con los otros, de ayudarlos y de promover nuestro desarrollo  completo.
”AMENSE UNOS  A OTROS.”
Es evidente que no sólo servimos y amamos a los de más. Simultáneamente estamos recibiendo sin cesar su apoyo, bondad y amor. Sin ellos no hubiéramos nacido. Tampoco nos habríamos desarrollado sin contar con su acompañamiento y enseñanzas. Poco a poco nos compartieron su lenguaje, sus costumbres, su cultura, sus hábitos de higiene, sus logros laborales y sociales, su sentido (de la vida y, en especial, nuestras creencias religiosas.

Sí, aprendo a invocar a Dios-AMOR en el seno de mi comunidad de FE. Imitando a los miembros de éste, damos los primeros pasos hacia Dios. Y con su ejemplo y orientaciones buscamos las cimas de la amistad y unión con Dios Padre.
Aislamiento individualista
Sin embargo, en contra de las inclinaciones normales de la naturaleza humana, caemos en ese movimiento histórico conocido como EGOLOGÍA. Me encierro en mi propio yo. Y al dejar de vernos en el espejo de la valoración y afecto de los otros, me vuelvo extraño a mí mismo. No conozco mis talentos y valores y tampoco reconozco mis carencias y defectos.

Sin la comunión con el prójimo me torno ciego. Hago  como si los demás no existieran y como si no dependiera de ellos para existir y seguir creciendo.
Esta ceguera del egocentrismo me esclaviza también. Mí yo me encadena y me hace prisionero de mis caprichos, puntos de vista, deseos, apegos, placeres materiales, etc.

“La antropología moderna a partir de Descartes está fuertemente caracterizada por el hecho de que el hombre es visto ante todo y prevalentemente en su relación con el mundo material.

Además la persona moderna es ampliamente como individuo solitario, en cerrado en sí mismo y aislado de los demás. No es que se niegue, como es obvio, la coexistencia con los demás, pero no se la valora; más aún, no parece tener importancia para la comprensión del misterio de las personas.

Esta antropología del yo solitario (EGOLOGÍA) orientado hacia el conocimiento científico y el dominio técnico del mundo, presenta dos líneas de desarrollo; por un lado la línea racionalista e idealista, que absolutiza la importancia de la conciencia que piensa al mundo y minimiza la densidad del mundo material y el valor del cuerpo; por otro lado la línea empirista, que absolutiza la importancia del mundo material y del cuerpo, minimizando a su vez la densidad y la consistencia de la conciencia”.
Al parecer la EGOLOGIA empirista es la más frecuente
En nuestros días. Exagero los cuidados de mi cuerpo. Apreciamos el dinero, el lujo, la posesión de objetos como la casa, el auto, los vestidos a la moda, etc.

Por consiguiente, infravaloro el sacrificio en favor del prójimo, la solidaridad con los más pobres, la fidelidad conyugal, la lucha contra la contaminación ambiental, la defensa de la justicia, la austeridad voluntaria, el amor sostenido por la libertad personal, la práctica cotidiana de la oración, etc.

En nuestro tiempo hemos tomado conciencia de que la”EGOLOGÍA” es un fenómeno social. Del mismo modo que existe como sentimiento del yo colectivo un orgullo familiar o nacional, existe también un egoísmo familiar y nacional en los cuales la familia o la nación, respectivamente, figuran como y colectivo, esto es, aparecen en concurrencia y rivalidad con otros hombres o grupos en la in tensión de querer poseer para si, sin tener en cuenta los derechos de los humillados y oprimidos.
Auto trascendencia en el amor

La forma más segura para salir del calabozo del egoísmo es el amor. Este aparece, al mismo tiempo, como un impulso o tendencia y también como emoción o sentimiento de luz. En cuanto que es impulso, tiende hacia el tú.
Contemplado como persona. De ahí su fuerza centrípeta que nos hace abandonar el encerramiento dentro del yo. Nos saca de la estrechez  del  yo y nos traslada hasta el más profundo centro del otro.

En la amistad, en el enamoramiento, en la simpatía y en otras relaciones afines, el auto trascendencia del amor es fácil, gozoso y espontáneo. En cambio, en el amor resulta dura y dolorosa la salida de uno mismo. Es semejante, con frecuencia, al parto difícil y penoso con que a madre da a luz un hijo.

Una de las grandes confusiones de nuestra época se refiere al aspecto doliente del amor. Este es confundido con el gusto, el placer y el entusiasmo que acompañan ciertas relaciones interpersonales. En verdad, el amor nace de la libertad. Amamos realmente cuando buscamos, a fuerza de voluntad y por encima del disgusto y del rechazo, todo aquello que libera y beneficia al prójimo o al propio yo.

Uno de los mejores bienes que podemos brindar al otro, impulsados por el amor, es el esfuerzo por facilitarle el deseo de vida eterna y el proceso de convertirse en persona.
Cuando amamos, tratamos al tú como un ser único, responsable, libre y capaz de aprender a amar.

Por ejemplo, en cuanto que admitimos su libertad, permitimos que responda sí o no a nuestras demandas. Lejos de enfadarnos por sus respuestas negativas, lo aceptamos incondicionalmente, a pesar de que nos duela. No sólo admitimos que niegue nuestros gustos y deseos, sino que lo apoyamos con sinceridad en sus decisiones.

Si nos falta el amor esperamos y hasta exigimos que el hermano diga sí a cualquiera de nuestras peticiones. Esto significa que lo consideramos como objeto, como una máquina que satisface nuestros apetitos y caprichos.
Por el contrario, el amor deja al otro en libertad. Lo reconoce libre para aprender a amar. De ahí que nos coloca en el centro personal del prójimo. Nos permite conocer los rasgos y facciones más peculiares de su personalidad. Y nos descubre que él es un proceso viviente que puede cambiar, crecer, y alcanzar la plenitud.

Es claro que sólo conocemos bien a un ser humano cuando lo amamos y mientras le conservamos libremente nuestro amor. Y dado que la libertad, salvo en casos graves de enfermedad, se conserva en nosotros por encima de la muerte, es posible sostener que el amor es más fuerte que la misma muerte.
Podemos amar por siempre y para siempre. Lo infinito y lo eterno constituyen el horizonte natural del amor.
Necesidad de infinito

En efecto, uno de los anhelos fundamentales del amor es el de a eternidad y lo ilimitado Al realizar a experiencia de amar y ser amados, hemos saboreado con toda seguridad la gana de perpetuar nuestro amor sin límites de tiempo ni espacio. Así experimentamos el ansia de una inmortalidad feliz en compañía de nuestros seres queridos y de todas las personitas como tú

Para el que ama resulta inconcebible un mundo en el que no exista la persona amada. Y de tal vivencia surge la surge la gana de colocar relación amorosa en el ahora inacabable de la eternidad El amante, por su afán de vida para quien ama, produce un ambiente vivificante. No sólo le ofrece bienestar. También le procura una existencia más plena. En este sentido puede afirmarse que el amor incondicional crea al amado. Lo ayuda a convertirse en persona, en hijo de Dios, en hermano de todos los hombres.

El que recibe amor se siente animado a existir y a no dejar nunca de ser. Se percibe colocado en el horizonte de lo eterno. No es libre para morir. No se le permite abandonar su propia vida, aunque un día tenga que dejar su cuerpo en el sepulcro. Está obligado a existir para siempre, porque la energía del amor lo inmortaliza.

El deseo de inmortalidad se refiere a las personas que amamos, o mismo que al propio yo. Este anhelo es tan antiguo como la misma humanidad. Uno de los datos antropológicos más seguros y comprobados es la creencia en el más allá. El culto a los muertos pone de relieve la convicción de que hay otra vida que prolonga la existencia inicialmente transcurrida en la tierra. Al dar el paso que llamamos muerte, atravesamos el dintel de la vida eterna.

Sin embargo, el amor nos hace morir a lo que, en último análisis, tenemos que morir: al ego. La mayoría de las personas cultivamos y defendemos nuestro egoísmo hasta el instante final de la vida. Los grandes amantes lo van debilitando y lo dejan fallecer cada día. De esta suerte, consiguen adentrarse -sin dejar la vida, terrena en la Fuente eterna del amor.
Al colocarse así en el corazón del ágape-del- Amor, llegan a encontrarse con el que es Amor. Sí, tal como nos advierten el amor al tú particular nos abre la perspectiva del Tú eterno.

Y cuando logramos sepultar por completo el egoísmo, para alcanzar las más altas cumbres del amor al prójimo y a Dios, el final de nuestro camino terrenal es una explosión de amor. El máximo poeta de la lengua española y, al mismo tiempo Doctor Místico, describe esa experiencia en los siguientes términos:
“Donde es de saber, que la muerte natural de las almas que llegan a este estado, aunque a condición de la muerte, en cuanto el natural, es semejante a las demás, pero en la causa y en el modo de la muerte hay mucha
Diferencia,  por que, si las otras mueren muerte causada por enfermedad o por números de días, éstas, aunque en enfermedad mueran o en cumplimiento de edad, no las arranca el alma sino algún ímpetu y encuentro de amor mucho más subido que los pasados y más poderoso y valeroso, pues pudo romper a tela y llevarse la joya del alma.
Y así, la muerte de semejantes almas es muy suave y muy dulce, más que les fue la vida espiritual toda su vida; pues que mueren con más subidos ímpetus y encuentros  sabrosos de amor, siendo ellas como el cisne, que canta más suavemente cuando se muere”.
Apertura infinita del ser humano

Es un hecho que los humanos, aparte de trascender los límites del ego, superamos de varias formas las fronteras del espacio.
Esto se produce con el amor. Gracias a él nos acercamos y nos unimos a la persona amada y dejamos de estar separados, espacial y afectivamente. Así vencemos la soledad y la SEPARATEIDAD.

En realidad, el ser del hombre puede ensancharse aún más. Desde las diferentes áreas de su ser se siente capaz de abrirse a la infinitud.
El cuerpo, igual que la parábola geométrica y la antena parabólica, se demuestra capaz de movimientos giratorios de la cabeza y del torso, que describen líneas abiertas hacia lo infinito del espacio sideral. El cuerpo humano es parabólico y, por lo mismo, puede captar -como una antena- las innumerables formas del ser.

Incluso tiene la posibilidad de percibir, en algún modo, la unidad del universo, no obstante que éste se demuestra ilimitado. Con mi cerebro maravilloso, consigo percatarme de lo admirable e indescriptible que es lo infinito del cosmos.
Sin dejar de apoyarme en los programas del cerebro, existe también en nosotros una motivación que nos hace anhelar lo ilimitado. En otras palabras, experimentamos la necesidad de una vida eterna, de un amor incondicional, de una felicidad sin horizontes, de una plenitud sin confines...
Los  sentimientos de luz, tal como sucede habitualmente en personas maduras, llega a desbordarse, y adquiere una gran dilatación. Nuestro ánimo se expande en una alegría sin barreras. Entonces nos sumergimos en el interminable ámbito de la infinitud.
La conciencia, en cuánto habilidad de conocer, también se demuestra capaz de ampliarse sin limitaciones. Puede abrirse en abrazo a la inmensidad en que se mueve el universo.
Logra que el ser humano reconozca su verdadera identidad. Mi yo verdadero, en cierto sentido, es infinito. Lo cual se debe a que forma parte del Todo, que no tiene término.
Esta percepción se torna experiencia cuando el corazón del hombre entra en juego. Se ha visto que el cerebro funciona en ocasiones como un todo. Esto significa, simbólicamente, que en su centro personal el individuo es una totalidad. En tales profundidades la persona reúne en un conjunto todos los elementos y funciones de su ser. Entonces tiene la posibilidad de sentir  y conocer la infinitud en su inabarcable vastedad.
El corazón, sin embargo, no conoce  fríamente. Capta la ilimitable realidad en que vivimos como un océano de amor.
“En lo cual parece al alma que todo el universo es un mar de amor en que ella está engolfada, no echando de ver término ni fin donde se acaba ese amor, sintiendo en sí, como hemos dicho, el vivo punto y centro del amor”»

Comunión con el Tú infinito
En su profundidad más íntima, lo infinito y eterno posee un Rostro. Es Dios, El cual, en su revelación a los cristianos, se manifiesta como un Dios único con, el triple perfil de Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Debido a las características de la persona humana, es factible que nosotros podamos percibir -con el corazón- al que es el manantial mismo de la infinitud.(E. derecho).
Esa posibilidad de encontrarse con el Tú infinito es, a fin de cuentas, un regalo de El mismo. El me concede la gracia de poder adéntrame en su corazón, en el principio eterno de ese mar de amor que es el universo.
Por medio de Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, se nos regala el don de entrar en comunión personal con Dios en cuanto Dios. La humanidad de Cristo no sólo hace factible un encuentro de tú a tú con Dios. Además, me adentra en el misterio de la divinidad. Ahí nos conduce a la inmensidad del amor indescriptible del Padre.
Es cierto que “Dios es amor”. Pero, en realidad, Dios es infinitamente más amor que el que podemos imaginar o pensar. De ahí que sólo con el corazón, con su habilidad para abrirse a lo infinito, puede conocer -en un proceso interminable y eterno- a enormidad sin fronteras del amor divino.


Camino hacia el infinito
Llegados a este punto, podemos preguntarnos, ¿cuál es el camino práctico para acceder a lo infinito?
Los cristianos respondemos que el camino real hacia lo ilimitado es Cristo. Pero esto ocurre de manera que trascendemos la infinitud del universo. Y vamos aún más lejos, hasta llegar al Principio sin principio, que es Dios Padre.
Para movernos junto con Cristo hacia el Padre, requerimos el impulso del amor. Un amor radical al prójimo ya Dios, nos permite seguir efectivamente al Señor. Porque Dios es amor, cuanto más amamos, tanto mas tenemos a Dios. Entonces resulta que por el Hijo y en el Espíritu de Dios caminamos hacia Dios. Hacia Dios Padre que se nos revela en Cristo.
La oración:
“COMPARTIR DE CORAZÓN a CORAZÓN,” PLENOS de amor
A la auto comunicación de Dios respondemos las personas con la actitud teologal de fe, esperanza y amor. Por la fe nos abrazamos de Dios. Por medio de a esperanza nos abandonamos confiados en El. Y en el amor nos unimos íntimamente con El.

Un modo concreto de usar la fe, esperanza y amor es la oración. Sobre todo en el cristianismo, Dios se revela INVOCABLE. Por lo mismo, podemos hablar con El, como hablamos con un amigo que, simultáneamente, es Padre nuestro.

Durante la oración, la fe nos abre a la presencia de Dios. La esperanza nos alienta en la búsqueda del infinito amor divino. El amor realiza el “COMPARTIR” que constituye la esencia de la oración. La cual, como nos advierte santa Teresa, NO  está en pensar mucho, sino en amar mucho”.

Se trata de una actividad que es realizable en cualquier lugar y a toda hora, En el trabajo, en casa, en el cine, en la calle, en el baile y en todas partes tenemos  la posibilidad de amar a Dios.

Cierto, el amor a Dios requiere como garantía el amor al prójimo. Cuando amamos a nuestros semejantes desplegamos los recursos de la corporeidad. En consecuencia, tenemos un comportamiento más humano. Y así, el amor al hermano es una parte del que deseamos entregarle al SEÑOR.
Comprende, entonces, que es muy oportuno incluir mi cuerpo en mi  oración, tal como se estila en las tradiciones orientales.


Si los humanos somos una unidad de un  ESPÍRITU encarnado, resulta más realista que, al “COMPARTIR” amorosamente con Dios, impliquemos nuestra dimensión corporal este sentido, tenemos mucho que aprender  muchas personal del lejano oriente.

Igual que el cuerpo, la sociedad, la naturaleza y el universo entero forman parte de la realidad del hombre. Y es obvio que, incluso cuando oramos en forma personal, estamos levantando hacia Dios la totalidad del cosmos.

A la luz de todo esto, me permito definir la oración como el “c o m p a t i r”  amoroso con Dios, nuestro Padre, por medio de Cristo y en el Espíritu Santo, acompañados de todo el cosmos.
Formas de la oración
Es normal escuchar que la oración puede ser ejecutada en forma personal y comunitaria. La primera suele adoptar distintas modalidades vocal, si utilizamos una fórmula que pronunciamos oralmente. Por ejemplo el padre nuestro, el ave, etc.
La lectura meditada de la Sagrada Escritura, puede tomarse como oración, si nos sentimos movidos a hablar con Dios.
Al conversar con El mediante nuestros pensamientos, realizamos la meditación, en sentido occidental. Algunos la toman como una manera de orar.
Parece que oramos más propiamente cuando tratamos amorosamente con el Padre. El “compartir” amoroso es el distintivo de la oración, dentro de cualquier religión teísta y, en especial, en el cristianismo.
Cuando nos reunimos en grupo, el contacto con Dios se torna comunitario. Y puede ser en forma pública y privada. En el primer caso empleamos la oración litúrgica. Nos unimos a la Iglesia universal en compañía de los bienaventurados, para formar un coro de dimensiones cósmicas que, en unión con Jesucristo y guiado por el Espíritu Santo, alaba a Dios Padre sin cesar.
En forma privada el grupo no tiene que seguir la uniformidad del mismo cántico litúrgico. Tiene la posibilidad de expresar sentimientos llenos luz divina cómo requiere hablar con Dios. Se puede leer un trozo de la escritura y luego los participantes hablan al Padre, a Cristo o al Espíritu.
Teniendo en cuenta el contenido de la oración, ésta puede ser de petición, acción de gracias, alabanza,  “compartir” amoroso y contemplativa.
En el primer tipo pedimos lo que necesitamos material y espiritualmente.
En el segundo, agradecemos los constantes bienes que recibirnos de Dios.
En el tercero, lo alabamos por sus atributos y por su amor a los humanos.
En el cuarto, respondemos amorosa mente a su auto donación
En el quinto, buscamos un encuentro con Él, de corazón a corazón.
Con estas prácticas diversas tendemos hacia la adquisición de una actitud de oración, la cual consiste en un modo de ser, que nos dispone a reaccionar, frente a cualquier persona o situación, cogiéndonos de la mano de Dios, Mientras alguien nos insulta, por ejemplo, dialogamos con el Señor en el secreto del corazón.

A partir de semejante actitud, conseguimos
convertirnos en orantes. Esto significa que ya no sólo hacemos actos de oración, sino que nuestro ser entero se vuelve orante compartiendo con  Padre AMOR EN EL HIJO.
En cualquier lugar y circunstancia acudimos a El.
Comunidad de orantes
En verdad, no existimos ni crecemos ni madurarnos en el aislamiento. Sólo satisfacernos nuestras necesidades en COMUNIDADES.  Y también saboreamos la dimensión infinita de nuestro ser en relación con los demás.
Dentro de esta perspectiva, es obvia la conveniencia y urgencia de superar el individualismo que se ha introducido también en la práctica del “COMPARTIR” con Dios.
Nos hace falta tomarnos de la mano unos con otros en nuestro encuentro con el Señor.
En unión con otros orantes estamos
Experimentando, la presencia de ÉL actualizando la realidad: formamos un todo con la humanidad entera, con el cosmos y con Dios. No me olvidaré cerrar mis ojos, parar mis pensares
Al “encontrarnos” con los hermanos estamos en vías de experimentar la intrínseca unidad de cuanto existe.
En la visión cristiana de la unidad de todo en el Todo que es el Creador, se reconoce la máxima comunión en la diversidad TRIPERSONAL.
Cristo, como explica san Agustín, procura esa unión entre el hombre y Dios.
“Pero de tal manera une, que distingue. Y de tal suerte distingue, que no separa”.
Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, que no pierde su unidad en la trinidad de las Personas. Por ello es ideal que progresemos en la oración ayudándonos unos a otros.
Así realizamos, por otro lado, la naturaleza intrínseca de la Iglesia fundada por Jesucristo. S.S. Pablo VI escribe al respecto:
“La Iglesia es la comunidad de personas que oran. Su fin primordial es el de experienciarlo, sentirlo al orar”. Si queremos saber qué cosa hace la gran  familia de personas enamoradas de JESÚS; HACEMOS Iglesia, debemos observar que ella es:
Una escuela de oración contemplativa”.
No cabe la menor duda, el Tú infinito quiere hacernos partícipes de la inmensidad de su amor, llamándonos a vivir en comunidades. Se empeña en hacernos partícipes de su unidad para que formemos una fraternidad con todos los hombres y con la creación entera. En El podemos sentirnos hermanos de todos los hombres, ciudadanos del universo y herederos de la infinitud de su amor y de su alegría.
En América Latina estamos tomando conciencia de que la oración no sólo es un asunto personal y comunitario, si no también popular y  UNIVERSAL.

Jesús oraba con su pueblo. Frecuentaba los mismos lugares y empleaba las mismas fórmulas de oración que sus compatriotas.
Santa Teresa estaba convencida de la necesidad de una comunidad para crecer en la amistad con el Señor. Ahora nos percatamos de que el pueblo, especialmente los más pobres y humillados, pertenecen a mediación “comunitaria.

2. LA ORACION CONTEMPLATIVA
El Documento de Puebla, elaborado por los Obispos latinoamericanos, menciona esta forma de oración. En la oración contemplativa, igual que en cualquier otro modo de orar, nosotros tomamos la iniciativa para “compartir” amorosamente con quien nos ama.

Sólo que buscamos a Dios con el centro de nuestro ser,  es decir, con el corazón.
En cambio, la contemplación nace de la iniciativa divina. El Señor, tras habernos invitado previamente a convivir con El, responde con una nueva auto donación, porque advierte que nos acercarnos a El mediante la oración y el  amor al prójimo.

Por su parte, a contemplación adquirida consiste en una actitud producida por la experiencia repetida de “compartir” con Dios, Se adquiere con ella a facilidad para estar en contacto con el PADRE Dios.
Ya no hace falta la lectura ni la meditación ni el diálogo. Basta con ponerse en presencia del Señor.
La oración contemplativa es un camino más corto para llegar a la contemplación adquirida e, incluso, a la contemplación infusa.
Las grandes escuelas cuentan con distintas formas de oración contemplativa. La meditación “yoga”, la meditación trascendental, a meditación zen, etc., constituyen ejemplos concretos de esa manera de acercarse a Dios con el corazón.

En el cristianismo también vivimos el orar sin palabras, de suerte que el ser personal se convierte en lenguaje callado que abarca la totalidad del orante.
La oración del no saber nos invita a dejar todo conocimiento aparte.
Los pensamientos, en consecuencia, son sustituidos por  el amor y la atención concentrada en Dios.
Así, cuando te sientas arrastrado por la gracia a la obra contemplativa y determinado a hacerlo, simplemente levanta a Dios tu corazón, con una delicada conmoción de amor. Piensa únicamente acerca de Dios, ÉL que te creó, te redimió y te guió a hacer esta obra. No permitas que ninguna otra idea penetre en tu mente.
Sin embargo, ya eso es demasiado. Un intento puro hacia Dios, el desearlo a El solo es bastante. Si quieres condensar todo tu deseo en una sencilla palabra que la mente pueda fácilmente retener, escoge una palabra corta más bien que una larga. Un monosílabo como ‘Dios’ o ‘amor’ (LOVE) es lo mejor. Pero escoge una que tenga sentido para ti. Luego fíjala en tu mente, de modo que allí se quede, pase lo que pase. Esa será tu defensa en el conflicto y en la paz”.
Algunos siglos más tarde, santa Teresa de Jesús aprendió con el libro de Francisco de Osuna, El tercer abecedario, la oración de recogimiento. Esta es una modalidad más de la oración contemplativa.
Es sabido que durante casi dos decenios la Santa no conseguía orar. La enseñaron a emplear el método tradicional si, que concede gran importancia a la meditación discursiva, (caldo de cabeza). Su mente, empero, era muy viva y no lograba con centrarse en el discurrir reflexivo.
Ahora me parece que proveyó el Señor que yo no hallase quien me enseñase, porque me fuera imposible perseverar dieciocho años que pasé este trabajo y en estas grandes sequedades, por no poder, como digo, discurrir” (encontrarlo).

Para enfrentar esta dificultad y no abandonar la  práctica de una hora de oración cada día, se ayudaba con la lectura de algún libro que ME animase a buscar al Señor.

“Yo estuve catorce años que nunca podía tener meditación, sino junto con la lectura. Habrá muchas personas de este arte y otras que -aunque sea con la lección- no puedan tener “meditación”, sino rezar vocalmente, y aquí se detienen más y hallan algún gusto. Hay pensamientos tan ligeros que no pueden estar en una cosa, sino siempre desasosegados, y en tanto extremo, que si quieren detenerse a pensar en Dios se les va a mil vanidades y escrúpulos y dudas en la fe”

NADIE PUEDE REALMENTE PENSAR A DIOS
La verdadera solución la encontró cuando descubrió que el meollo de la oración no consiste en meditar o pensar. De hecho, al elaborar pensamientos estamos hablando con nosotros mismos. Y el orar requiere un “COMPARTIR más que íntimo” con Dios, que se realiza “sintiéndolo, amando más que pensando. Esto lo supo la Santa una vez que encontró el método de recogimiento íntimo.
“Su Majestad lo enseñe a las que no lo sabéis, que de mi os confieso que nunca supe qué cosa era rezar con satisfacción y consolación hasta que el Señor me enseñó este modo’
Descubrió entonces que el nervio de la oración contemplativa se halla en el estar con el Señor que habita en mí y en ti. Y una manera de lograrlo es el recogernos en nuestro interior. Allí es posible estar con el Señor.

Es arte de orar que -aunque sea vocalmente- con mucha más brevedad se recoge el entendimiento, y es oración que trae consigo mil bienes: llámese recogimiento, porque recoge el alma todas las potencias y se entra dentro de sí con ÉL, su Dios; viene con más brevedad a enseñarla su divino Maestro y a darla oración de quietud que de ninguna otra manera. Porque allí metida consigo misma puede pensar toda la pasión y representar allí al Hijo y ofrecerle al Padre y no cansar el entendimiento, andándole buscando en el Monte Calvario, y al huerto y a la columna”.

Por este camino se avanza mucho más hacia el centro personal de lo infinito, que es Dios Trino. Por ello la Santa de Ávila insiste en recomendar la oración contemplativa.
“Las que de esta manera se pudieran encerrar en este cielo pequeño de nuestra alma -adonde está el que hizo el cielo y la tierra- y acostumbrar a no mirar ni estar adonde otra cosa que lo distraiga, crea que lleva excelente camino y que no dejará de llegar a beber el agua de la fuente, por que camina mucho en poco tiempo”.
Por otro lado, advierte que se está hablando de oración, de oración contemplativa y no de contemplación. Esta última es, como habíamos visto, una gracia infusa o sobrenatural. En cambio, el recogimiento o cualquier otro modo contemplativo de orar, no lo es.

“Entended que esto no es cosa sobrenatural, sino que podemos nosotros hacerlo (con el favor de Dios se entiende todo cuanto en estas páginas se dijere podemos, pues sin El no se puede nada,); porque éste no es silencio de las potencias, sino encerramiento de ellas en sí misma el alma”.
Todos podemos practicar la oración contemplativa, si así lo decidimos. Habiendo recibido ya la auto donación de Dios en Jesucristo, nos es dado acogerlo y amarlo con todo nuestro ser cada vez que lo deseemos. No tenemos que esperar una gracia sobrenatural como la de la contemplación mística.
Porque al orar contemplativamente hablamos a Dios con nuestro ser más que con las palabras o pensamientos, es natural que la Santa utilice el verbo estar.“Pues para que esté a los pies de Cristo le dan licencia, que procure no quitarse de allí: esté como quiera; imite a la Magdalena, que de esté fuerte, Dios la llevará al desierto”.
Aunque santa Teresa dice que el orante esté como quiera con el Señor, es más adecuado a su experiencia decir: esté amando a quien sabemos nos ama. Lo cual no significa sentir gusto o afecto o ternura.
Significa, más bien, que la determinación de la libertad personal recoge, en nuestro centro personal, la totalidad de nuestro ser y lo entrega amorosamente al Padre AMOROSO.
“Quizá no sabemos qué es amar, y no me espantaré mucho; porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de desear contentar en todo a Dios y procurar en cuanto pudiéremos no le ofender”.

“El fin de la meditación, compartir en las cosas de Dios es sacar alguna hermosa nueva noticia y amor de Dios. Y cada vez que por la meditación el alma la saca, es un acto. Y así como muchos actos en cualquier cosa vienen a engendrar hábito en el alma, así muchos actos de estas noticias amorosas, que el alma ha ido sacando en veces particularmente, vienen por el uso a continuarse tanto, que se hace hábito en ella”.
Este hábito o actitud de amor al  Padre conduce, de ordinario, a la contemplación adquirida. Basta con mirar el cielo estrellado, obra de las manos del Señor, para que uno se quede amándolo
Tomando esta perspectiva, la Santo insiste en que no se abandone el discurso mental hasta que Dios mismo nos introduzca a la contemplación. Esto supone la habilidad para meditar, de manera que se engendre amor a Padre. Lo cual no era frecuente en la época de san Juan de la Cruz y menos aún en nuestro tiempo.

Hay muchas personas que, como santa Teresa, no pueden con la meditación. Además, el Doctor Místico sabe que otras son conducidas por Dios a la contemplación, sin que tengan necesidad de repetir los actos de amor al meditar.

“Lo cual también Dios suele hacer en muchas a sin medio de estos actos -a lo menos sin haber precedido muchos-, poniéndola luego en contemplación”.
Esto es normal si recordamos con el Santo que las
Consideraciones y meditaciones son únicamente “medios remotos para unirse con Dios”.
“Todas las cuales imaginaciones se han de venir a vaciar del alma, quedándose a oscuras según este sentido, para llegar a la divina unión, por cuanto no pueden tener alguna proporción de próximo medio con Dios”.

Santa Teresa subraya que “es oración que trae consigo mil bienes”. No sólo de tipo espiritual, sino también de índole humana. Puede “quitar los dolores de cabeza, reducir los dolores de la angina de pecho, bajar la presión de la sangre, mejorar la creatividad, superar el insomnio, apoyar la curación del cáncer, bajar los niveles del colesterol”, etc.; Por ahora dejo aparte los valores humanos  esta forma de oración.

A continuación me detendré un poco en los beneficios espirituales. Los cuales, por cierto, tienen un arraigo profundo en la humanidad de los creyentes. Pero, por razones de claridad, pueden ser considera dos bajo la perspectiva espiritual de la relación con Dios.
Más que nada, la oración contemplativa representa un modo eficaz de vivir la fe. Por muchos años yo me preguntaba cómo podía practicar la fe de acuerdo a las enseñanzas de san Juan de la Cruz.
Apenas en los últimos años he descubierto que esta manera de orar es una realización de la fe.

De una fe entendida como encuentro con Dios en cuanto Dios, por medio de Jesucristo.
Una frase de la Escritura, por ejemplo, “Dios es amor”, resulta verdadera. Sin embargo, no es Dios. Aunque El mismo se nos revela con esa afirmación, tenemos que reconocer que no es esa afirmación.
Pensemos que el mapa de CHILE, si está hecho científicamente, describe -a escala- las distancias entre una ciudad y otra. Y si tomamos medidas, encontraremos con gran exactitud  cuántos kilómetros hay entre VALDIVIA Y STGO.

A Dios en modo directo. No las palabras, ni las imágenes es capaz de ofrecernos la realidad de ÉL. Por la fe nos da todo lo que esté dispuesto para esta divina  presencia y vacío de todo lo que puede prescribir en mis sentidos, desnudo desocupado de todo lo que en el entendimiento, íntimamente sosegado y acallado puesto en fe, la cual es sola el próximo  y proporcionado, medio para que el alma se una con Dios.
Confianza que hay entre ella y Dios, y así sin ser visto e creído en Dios. Por fin así ella nos le propone infinito Uno, nos le propone ella Trino y tiniebla para nuestro entendimiento y deslumbra nuestro ser y se manifiesta Dios al entendimiento. Y a sí, por solo este medio mi espíritu tiene, más unidad en fe en la oración contemplativa hace falta una constancia permanente-
“Ahora bien, esperanza de lo que se ve ya no es esperanza; ¿quién espera lo que ya ve? En cambio, si esperar algo que no vemos, necesitamos constancia para sentirlo.
Diga el lector, después de orar contemplativa si no es verdad que necesito constancia par esperarlo..
Cierto, podemos la serenidad, el alivio de ciertos padecimientos, la curación de algunas enfermedades, etc. Pero a Dios no lo ver Sólo nos resta la esperanza de llegar a experimentarlo cuando El quiera, mediante el don de la contemplación Y’ después de la muerte, por la visión beatífica en el cielo.
En especial, la oración contemplativa desarrollo nuestra la actitud de mayor expectativa en el encuentro con Dios  Porque el contacto con Dios es más vivo Y directo, puede incrementar con mayor eficacia la habilidad  amorosa del corazón. Tanto más que no contamos con l apoyo del gusto sensible. Nos vemos obligados a amar a impulsos de la libertad.
Santa Teresa se percató muy bien de este efecto Dios, que es fuego de amor, nos contagia más cuando aprendemos a estar amándolo.
“PÉGASE más presto el fuego del amor divino, porque con poquito que soplen con el entendimiento están cerca del mismo” fuego”. Con una “centellica”que te toque se abrasará todo, como no hay embarazo de lo exterior.  Estáse sola el alma con su Dios... Yo querría que entendiésedes  muy bien esta manera de orar que —como he dicho— se llama recogimiento”.
Si sólo esperásemos obtener un bien tan grande  como el amor, tendríamos la motivación suficiente para apreciar como hace la Doctora de la oración- este modo de “compartir” con el Señor. Más aún, semejante esperanza  debiera animarnos a una práctica diaria y constante de e estar con El.

Así, la fe nos da y entrega a Dios en modo directo. No nos da un retrato de El como las palabras, las imágenes, los sentimientos. Ella sí es capaz de ofrecernos la realidad infinita de Dios y de su amor por nosotros. Por la fe nos unimos al Señor que se nos da.
“Para que el entendimiento esté dispuesto para esta divina unión, ha de quedar limpio y vacío de todo lo que puede caer en el sentido, y desnudo y desocupado de todo lo que puede caer con claridad en el entendimiento, íntimamente sosegado y acallado, puesto en fe, la cual es sola el próximo y proporcionado medio para que el alma se una con Dios en plenitud.

Porque es tanta la semejanza que hay entre ella y Dios, que no hay otra diferencia sino ser sentido a Dios o creído. Por que así como Dios es infinito, así ella nos le propone infinito; y así como es Trino y Uno, nos le propone ella Trino y Uno; y así como Dios es tiniebla para nuestro entendimiento, así ella también ciega y deslumbra nuestro entendimiento. Y así, por este solo medio, se manifiesta Dios al alma en divina luz, que excede todo entendimiento. Y, por tanto, cuanto más fe el alma tiene, más unida está con Dios S.J de la Cruz 9.1
Aparte de ejercitar nuestra fe en la oración contemplativa, practicamos también la esperanza Hace falta una confianza y abandono verdaderos, si queremos estar con el Señor sin experimentar su presencia y sin apoyarnos en imágenes, palabras o reflexiones.
Nos lanzamos a la práctica diaria de este contacto con El -durante 15minutos en la mañana y 15 en la tarde-, esperando que nos vaya a regalar la contemplación  mística. Sobre todo, nutrimos en esos momentos la expectativa de que nos concederá amarlo con todas nuestras fuerzas y amar al prójimo como su Hijo nos amó,
“Ahora bien, esperanza de lo que se ve ya no es esperanza; ¿quién espera lo que ya ve? En cambio, si esperamos algo que no vemos, necesitamos constancia para aguardar”.
Rom8, 25
Dime tú después de orar contemplativamente, si no es verdad que necesitamos constancia para aguardar...
Cierto, podemos saborear la relajación muscular, la
Serenidad, el alivio de ciertos padecimientos, la curación de algunas enfermedades, etc. Pero a Dios no lo vemos. Sólo nos resta la esperanza de llegar a experimentarlo cuando El quiera, mediante el don de la contemplación y, después de la muerte, por la visión beatífica en el cielo. En especial, la oración contemplativa desarrolla nuestra amar la actitud de mayor relieve durante encuentro con Dios.
Porque el contacto con Dios es más vivo y directo, puede incrementar con mayor eficacia la habilidad amorosa del corazón. Tanto más que no contamos con el apoyo del gusto sensible. Nos vemos obligados a amar a impulsos de la libertad.
Santa Teresa se percató muy bien de este efecto. Dios, que es fuego de amor, nos contagia más seguramente cuando aprendemos a estar amándolo.
“Pégase más presto el fuego del amor divino, porque con poquito que soplen con el entendimiento están cerca del mismo fuego. Con una centellica que le toque se abrasará todo, como no hay embarazo de lo exterior. Estáse sola el alma con su “PADRE”... Yo querría que entendiésedes muy bien esta manera de orar que —como he dicho— se llama recogimiento. Camino. p 47,4
Si sólo esperásemos obtener un bien tan grande como  el amor, tendríamos la motivación suficiente para apreciar-como hace la Doctora de la oración- este modo de compartir con el Señor. Más aún, semejante esperanza debiera animarnos a una práctica diaria y constante de ese estar con El.
PARA ERRADICAR el pecado
Si nada tiene de extraño, tras lo que ver tal forma de orar nos ayuda a sacar las raíces del pecado.
La relación inmediata con Dios, en fe, esperanza nos va infundiendo su perfección y santidad infinitas. En particular, como he insistido ya, nos va llenando de amor.
Para erradicar el pecado
Sí. Nada tiene de extraño, tras lo que vengo diciendo, que esta forma de orar nos ayuda a sacar las raíces del pecado. La relación inmediata con Dios, en fe, esperanza y amor, nos va infundiendo su perfección y santidad infinitas. En particular, como he insistido ya, nos va llenando de amor.

“La obra contemplativa de amor, por si misma puede llegar a curarte de todo lo que es raíz del pecado. Ayuna cuanto gustes, vela hasta muy tarde en la noche, levántate antes de la aurora, azota tu cuerpo, y, si fuera permitido -o lo es- sácate los ojos o la lengua, córtate las orejas y la nariz, y mutila tus miembros o atormenta tu cuerpo con toda clase de torturas y no por eso ganarías nada. El deseo y la inclinación a pecar, permanecerían en tu corazón”.
Lo original en estas aseveraciones consiste en relacionar la oración contemplativa con la lucha contra el pecado. Se trata de una práctica sencilla y, al mismo tiempo, de contenido riquísimo.
Parece constituir uno de los más grandes regalos que Dios nos ha otorgado a los seres humanos.
El pecado solo se vence con el Amor”
. Y si al orar, lejos de pensar mucho, nos dedicamos a amar mucho, entonces habremos encontrado la vía más corta para dejar que el Señor, por medio de su Espíritu, nos libere radicalmente del pecado.
Disponerme a la contemplación
El compartir de corazón a corazón con el Señor nos abre la perspectiva de una liberación radical, porque nos ayuda a disponemos para recibir el regalo de la contemplación.
Santa Teresa, aparte de advertirnos que no todas las personas son para la meditación, nos recomienda el orar contemplativamente para abrirnos a la especial auto donación de Dios, que llamamos Contemplación Hablándonos de su personal incapacidad para meditar y valerse de la imaginación, la Santa nos Confiesa:

“Procuraba lo más que podía traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mi presente, y ésta era mi manera de oración si pensaba algún paso, le representaba en lo interior. Aunque lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me dio Dios talento de discurrir con el entendimiento ni de aprovecharme con la imaginación, que la tengo tan torpe que aun para pensar y representar en mi como lo procuraba. Traer la Humanidad del Señor, nunca acababa Y aunque por esta vía de no poder obrar con el entendimiento llegan más presto a la contemplación si perseveran es muy trabajo y Penoso; porque si falta la ocupación de la Voluntad y el haber en que se ocupe en cosa presente el amor, queda el alma como sin arrimo ni ejercicio, y da gran pena la soledad y se quedad, y grandísimo combate los pensamientos»
Es muy claro lo que sostiene: “por esta vía de no poder obrar con el entendimiento llegan más presto a la
Contemplación si perseveran No es que uno mismo se declare contemplativo o místico. Simplemente al orar con el corazón más que con el pensamiento, nos disponemos para que Dios se nos dé en la contemplación
En uno de los textos ya citados de la misma Santa, encontrábamos la misma convicción Sólo que allí nos habla de la oración de quietud que representa el logro de una contemplación más clara, más habitual y de mayor impacto en la totalidad de nuestra personalidad y de nuestra vida.
En la cita transcrita más atrás, al Ponderar los bienes de la oración de recogimiento nos dice que por medio de ésta, “viene con más brevedad a enseñarla su divino Maestro y darla oración de quietud que de ninguna otra manera” C.P 47,1
La Doctora Mística nos muestra una senda más breve para prepararse a la contemplación mística. Si razonamos por qué la oración contemplativa permite que venga con más brevedad a enseñarnos nuestro divino Maestro y a darnos oración de quietud, descubriremos varios motivos.
Ante todo, porque es un ejercicio teologal de fe,
Esperanza y amor. Nos deja con la mediación más segura que es Jesucristo. Simplifica al máximo nuestra actividad de relacionarnos amorosamente con el Padre. Nos ofrece un encuentro más inmediato y directo. Nos abre la perspectiva de lo infinito e ilimitado. Sirve de apoyo tal como veremos después a otras formas de oración y al ejercicio del amor fraterno, del compromiso con los pobres y de la amistad.
En fin, en otras épocas yo practicaba la meditación trascendental. La dejé a descubrir que en el cristianismo teníamos métodos propios de oración contemplativa. Y me sentí animado por las investigaciones del Dr. BENSON, El me ayudó a reconocer que la meditación trascendental no es la única forma contemplativa de orar. Más todavía, ese médico cardiólogo me hizo ver que la conjunción de oración contemplativa y las creencias religiosas de tipo personal, logra con mayor eficacia los beneficios corporales y psicológicos.
Pues bien, durante mis primeros años de práctica de la meditación trascendental, advertí que personas de toda índole aprendían a orar de ese modo. En lugar de teorizar
-Como nos encanta a los cristianos occidentales- sea con cursos sea con lecturas o meditaciones personales, aquellos grupos abigarrados se entregaban a la acción y a la experiencia de buscar un contacto directo con el Ser DIVINO.
De esta manera descubrí que la oración contemplativa puede ser aprendida y ejercitada por todo tipo de gente. No hace falta tanta teoría. Basta con una poca.
Yo subrayo los efectos físicos, Psicológicos y sociales, para que los orantes se sientan motivados No es fácil, corno dice Teresa de Ávila, quedarse como sin arrimo ni ejercicio” Peor cuando se experimenta que dan “grandísimo combate los pensamientos»
Sin embargo, al sentir a relajación muscular, la
Serenidad interior, el control de las emociones, la mejoría en las relaciones interpersonales la mayor sensibilidad social, la hermandad con todos los hombres, la libertad para moverse en lo infinito, etc., los que oran contemplativamente se animan a perseverar Esto es más seguro al contar con la ayuda y estímulo de un grupo de oración.


Práctica de la oración contemplativa
.
Los diferentes métodos de oración contemplativa, sean orientales sean cristianos, coinciden en 4 puntos funda mentales:
1) buscar un lugar tranquilo si es posible
2) adoptar una postura corporal cómoda, que se preste     a la relajación muscular,
3) estar con Dios, tal vez ayudándose con la repetición de una palabra o frase corta, (MANTRA)
4) admitir que vendrán muchos pensamientos a la mente, dejándolos  a un lado, con tranquilidad y sin luchar contra ellos.
Desde el punto de vista cronológico tenemos en primer término la oración del “corazón”.
Permanece sentado en el silencio y a soledad, inclina la cabeza y cierra los ojos; respira suavemente mira por la en con la imaginación en el interior de tu corazón recoge tu inteligencia es decir, tu pensamientos de tu cabeza a tu corazón. Ya santa Teresa lo reconocía, Y nos recomienda el grupo para progresar en la “contemplación”
Digo  al ritmo de mi respiración: ‘Señor Jesús, ten piedad de mí’, en voz baja o simplemente en espíritu. ME esfuerzo en echar fuera los demás pensamientos seré paciente y repito a menudo este ejercicio”.”T.Q.M.”
Yo vivo esta práctica contemplativa, a partir de mi propia experiencia, proponiendo los pasos siguientes.
1) Lugar tranquilo.
2) Postura cómoda con ligera inclinación de la cabeza hacia adelante.
3) Oración con el sentimiento en tres momentos:
a- Al inspirar suave y profundamente, repito:
Señor Jesús’. Luego, cuando exhalo, digo mentalmente:
‘Ten piedad’.
b- Concentro mi “ser” exhalando mis sentimientos, como si hablara con el corazón, inspirando: ‘Señor Jesús’, exhalando: ‘ten piedad’
c- Sigo repitiendo con el corazón y al ritmo de mí
Respiración este “compartiendo” con el Señor.
4) Desecho todos los demás pensamientos.
En el método que se desprende de las enseñanzas con tenidas en la nube del desconocimiento, se nos recomienda con insistencia que hagamos a un lado los pensamientos.
Al mismo tiempo subrayo la importancia capital del amor en la oración contemplativa.
“Haz que mi anhelo golpee incansablemente la nube del no saber que se interpone entre mi y Dios. Perfora esa nube con la lanza de mi amo y  muchos S O  S”
De este conjunto de sugerencias yo he tomado algunos elementos para practicar a oración del no-saber.
1) Lugar tranquilo.
2) Postura cómoda.
3j Amar a Dios, repitiendo un monosílabo como “PADRE TE AMO”,
4) Dejar tranquilamente los pensamientos, NO DEJARLOS PASAR, que entren por estado a otro.
Ahora presento en una manera práctica el modo de orar que, al parecer, más nos recomendaría santa Teresa. Si revisáramos los textos ya citados y las enseñanzas que ella daba a sus monjas, encontramos los cuatro elementos que distinguen a la oración contemplativa
Es obvio que ella buscaba para sí y para los otros un lugar muy  tranquilo; por ejemplo, la capilla, la celda, una ermita en la huerta. Aparte, enseñaba a sus hijas a sentada y sobre los talones mientras oraban. Esto corresponde a la postura del rayo que se emplea en el yoga para meditar. El punto central que es el paso número tres, supone el simple estar amando al Señor que, por la fe y el amor, buscarnos y nos representamos en nuestro interior, mediante el recogimiento.
Ojos serrados, respiración en tres tiempos,5-5-5 o7-7-7
En cuanto a los pensamientos, ella da a entender la
Necesidad de eliminarlos por cuanto sostiene que “por esta vía de no poder obrar con el entendimiento llegan más presto a la contemplación si perseveran”. En consecuencia, tenemos estos elementos prácticos:
1) Buscar un lugar tranquilo. Respiración 6- 6- 6.
2) Adoptar una postura cómoda, ojos cerrados.
3) Estarse amando al Señor, reconocido como presente en el centro más profundo del yo. Puede ayudarnos la repetición de alguna frase alusiva al amor:”Padre amado, te amo”, “Señor, tú sabes que te amo,” Derramaste tu sangre divina por mí. etc.
4) Dejar tranquilamente los pensamientos: seguir estos pasos:
“El primer paso es representación de los misterios sobre que se ha de meditar, por semejanzas materiales en la imaginación.
El segundo, ponderación intelectual sobre los misterios representados.
El tercero, quietud atenta y amorosa al Tatita Dios, donde se coge el fruto de los otros dos primeros y se abre la puerta del entendimiento a la iluminación divina para los efectos sobrenaturales que en la oración se pretenden para a perfección del alma...
En este tercer  paso de quietud me oriento a Dios, con que me perfecciono a la meditación provechosa y se logro los frutos de ella, donde se abre la puerta a la
Iluminación  divina y se dispone el alma para ser movida de Dios a lo sobrenatural”.
En concreto, yo practico la oración de atención amorosa, aprovechando las enseñanzas de san Juan de la Cruz, de este modo:
1) Lugar tranquilo.
2) Postura cómoda.
3) Atención amorosa a Dios, en tres pasos:
a- Por la fe, representarse algunos de los misterios (que son luminarias divinas) del Señor en el centro más profundo del mí.
b- Ponderar emotivamente el gran amor que me tiene a cada instante.
c- Unir la atención con el corazón para concentrarse en amarlo.
4) Dejar tranquilamente los pensamientos a un lado.
3. “COMUNIDADES CRISTIANAS DE ENCUENTRO EN EL ESPÍRITU”CCEE.
En el primer capítulo hemos visto que, más allá de la egología y la enajenación del ser humano necesita de las demás Gracias a ellos puede exigir, nacer, desarrollarse, humanizarse, convertirse en persona y llegar a la plenitud. Cierto, la plenitud completa sólo viene de Dios, pero, tal como se suele subrayar hoy, Dios crea a cada persona por medio de otra persona. Así, El nos conduce a una plenitud transpersonal sin prescindir de la ayuda mutua de los hombres entre sí.
En esta perspectiva, nos resulta obligación el aprovechamiento máximo de la obra creadora de Dios, que nos viene a través de los otros.
De hecho, la psicología contenta por haber descubierto y verificado que la pequeña comunidad, si reúne ciertas condiciones de libertad en la comunicación, de interacción directa, de comprensión empática y sentida, etc., constituye uno de los vehículos más extraordinarios para la acción creadora de Dios.
Es obvio que existen excepciones en las que, al parecer, Dios mismo orienta al creyente en SU desarrollo humano y espiritual. Tal podría ser el caso de santa Teresita. Sin embargo, como bien sabemos, aunque esta santa no tenía un director espiritual, desde niña se vio rodeada por un grupo muy  creyente: su familia.
Sabiendo, pues, que el grupo ofrece enormes posibilidades  y ocasiones de crecimiento a sus miembros, emprendí la tarea de correlacionar con la contemplación con la dinámica del sentir en comunidad.
Esta expresión, dinámica de grupo, me sirve para aludir a algunas de las investigaciones utilizadas en torno a los grupos. Antes de establecer la correlación entre contemplación y grupo, Así espero lograr una claridad mayor en los capítulos posteriores.
GRACIAS, ESTO ES UN BORRADOR.
-NOTA. LOS COMPARIRES ENMARCADOS SON S, TERESA DE ÁVILA
TE RUEGO PASARLO EN MEJORES CONDICIONES. GRACIAS.PEPE

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