Oración
“CONTEMPLACIÓN “
Hoy experimentamos en el mundo
una pasión intensa por las personas. El progreso en las ciencias del hombre,
aparte de otros factores, ha aumentado en nosotros el ansia por defender los
derechos humanos, para promover la liberación de los pobres, para facilitar el
crecimiento de las personas, etcétera
Precisamente me coloco en esta
perspectiva al realizar y colaborar, en la medida de mis
posibilidades, con quienes están comprometidos con la liberación, desarrollo y
plenitud de los seres humanos en torno al mandato de PERSONA DEL SEÑOR JESÚS,
QUE ES AMOR Y PADRE TODOS
Vivimos
en el siglo de los pequeños grupos. Tal vez como nunca antes en la historia, en
esta época hemos comprobado que la vida con y para los demás resulta
indispensable, si queremos crecer en libertad, si deseamos convertirnos en
personas, si nos proponemos cambiar nuestra sociedad.
Por
otro lado, especialmente desde la década de los setenta, percibimos un amplio
despertar en la religiosidad del hombre contemporáneo. De alguna manera
intuimos que la experiencia de Dios puede colmar los anhelos de felicidad y
plenitud que el;
Progreso
científico y tecnológico no ha sabido brindarnos.
En
efecto, más allá de las prácticas religiosas, muchas veces realizadas en forma
ritualista, andamos a la caza de una experiencia de lo Sagrado, de lo
Trascendente, de lo Eterno. Queremos
situarnos por encima de la transitoriedad
y caducidad de las alegrías terrenas.
Deseamos
una plenitud; que el simple crecimiento personal no acaba NUNCA de entregarnos.
Sobre todo, somos testigos de que nosotros solos somos incapaces de resolver
los problemas que atormentan a la humanidad.
Se
prevé que para el año 2012 serán 900 los millones de hombres que padecerán el
hambre y la miseria. Hoy son 400 millones, con el saldo 45.000 que mueren de
hambre diarios.
Sin
embargo, con una parte mínima de lo que se gasta en armamento se resolverla ese
problema...
Ante
éste y otros hechos no menos graves, el recurso a Dios parece ineludible. Y no
para descargar en sus manos nuestra responsabilidad. Al contrario, necesitamos
enfrentarnos a El para responder en serio a nuestra historia, de nuestro
presente y de nuestro futuro.
Estamos
todos de “paso”
Una
forma, tal vez la más profunda y concreta, de entrar en contacto con Dios-en la
línea de una experiencia espiritual-es la oración contemplativa Mas allá de las
plegarias y meditaciones podemos buscar una relación de corazón a corazón con
Dios, tal como se hace al orar contemplativamente.
Desde
antes de la venida de Cristo las personas aprendieron a buscar a Dios de esta
manera. Hoy día, la medicina, la psicología y la “”nueva espiritualidad nos
demuestran que la oración contemplativa trae enormes bienes, no sólo de tipo
espiritual, sino también psíquicos, sociales y corporales.
No
veo por qué tendríamos que desaprovechar esos beneficios en nuestro esfuerzo
por proteger a las personas y
promoverlo. Al contrario, desde mi experiencia, me parece urgente unir la fuerza
que nos da la oración contemplativa, con a dinámica natural de los grupos y comunidades,
a los jóvenes les encanta; pero motivados con “palabra” Así, el propósito de
impulsar la liberación integral y el cambio social requeridos por nuestros con
temporáneos, se verá reforzado por el que es el Señor de la historia.
En
concreto, en este ensayo trato de tomar en serio a “TI joven” por lo mismo, deseo contribuir a su
liberación y bienestar. Lo hago valorando la riqueza enorme que la comunidad
entraña, gracias al “compartir” de la COMUNIDAD.”Quién a un joven recibe a Mí
ME RECIBE” Te invito a valorar al máximo este auto comunicación con Él. Y
propongo que o acojan en una actitud contemplativa.
Pero,
necesitamos de una comunidad para crecer en la práctica de la oración
contemplativa. Es indudable que el grupo constituye una mediación utilizada por
Dios para acercarnos a El. Al mismo
tiempo, mediante la unión con El, que es una Comunidad TRIPERSONAL de Amor,
podemos reafirmar y realizar nuestro compromiso con la propia comunidad DE
VIDA, esperanza de la IGLESIA NUEVA Y
CON San PEDRO A LA CABEZA.
Esta
es la novedad del presente ensayo: intento testificar que la contemplación llega a potenciar, de
manera insospechada, la dinámica de las “comunidades”. Y a su vez, la dinámica
interpersonal de una comunidad es una mediación inmejorable para recibir el don
gratuito de la contemplación.
“O
R A C I Ó N C O M T E M P L A T I V A”
Con
alegría presento ahora de estas páginas
En
este momento en que la Iglesia quiere evangelizar las culturas de nuestro
mundo, necesitamos un maestro como S. Juan de la Cruz para buscar una
transformación personal en Cristo. Sólo así nos convertiremos en evangelizadores
que estén a la altura de las exigencias de la Nueva Evangelización.
1 NECESIDADES TRASCENDENTES de
mi persona
Quiero
empezar tomando en mis manos algo muy concreto: mis necesidades. Este es un
hecho absolutamente común. Ningún ser humano carece de necesidades. Todos
requerimos un conjunto de valores para colmar el vacío de nuestra penuria interior (que es ÉL).
Movidos
por mis carencias, busco agua, alimento, vestidos, casa, trabajo, seguridad,
libertad social, justicia, amor, un sentido para mi existencia y, aparte, un “PADRE”
protector y amoroso.
Los
humanos, por naturaleza, aparecemos como seres insatisfechos. Sin cesar
experimentamos la falta de algún bien. Cuando satisfacemos un anhelo, sentimos de
inmediato una nueva exigencia. Una vez que ésta ha sido calmada, despertamos en
nuestro interior otro deseo. Y así sucesivamente.
Es
normal que habiendo recibido los dones materiales ropa, comida, casa, trabajo,
descanso, diversión, etc.-, vivamos el impulso hacia valores trascendentes
o espirituales.
En
este caso pensemos en la justicia, el compromiso con los pobres, la amistad, el
amor paciente a los propios familiares, el gozo de la hermosura, la búsqueda de
un Ser INFINITAMENTE HERMOSO; absolutamente
trascendente y eterno..
Entiendo
por trascendente lo que está fuera de los limites estrechos del propio yo. Todo
aquello que me hace salir de mi mismo, la justicia, la belleza, la amistad, el
prójimo y, sobre todo, el Señor Dios, merece el calificativo de
trascendente.
La
trascendencia de esos valores no significa que ellos se sitúan espacialmente
fuera de la tierra. Más bien quiere decir que me sacan del encerramiento
dentro de mi mismo.
Demandan
un auto trascendencia que me coloca más allá de mis intereses y necesidades.
Por consecuencia, exigen que los apreciemos, los respetemos y los sirvamos.
Por
ejemplo, la justicia me inclina a reconocer y a defender los derechos de cada
persona. No queda excluido el propio yo, pero se va más allá de los gustos y
afanes egoístas. Así, nos trascendernos a nosotros mismos al comprometernos con
la justicia.
MI
necesidad de trascendencia social
Lo
que te presento, sugiere que en mí; existe un número considerable de tendencias
o necesidades. La primera agrupación, referente a las biológicas, incluye la
sed, el hambre, el irnpu1so sexual, etc.
La
segunda me hace pensar que no basta con la sobrevivencia. Además, “yo” ser
humano necesito perfilarme como un individuo único e irrepetible. Para esto
requiero protección, un nivel alto de aspiraciones, estima por parte de los
demás, auto- estima, etc. En la tercera, las motivaciones transitivas o de
plenitud, que me proyectan más allá de mí mismo y aunque sea
una patudes,”hasta el infinito” Entonces aspiro a comprometerme con la
justicia, la verdad, la hermosura, la bondad, el sentido de la vida, la
plenitud, etc.
Mi
Tendencias de “ser”-para-otro
Con
frecuencia pienso que el compromiso con mí prójimo es una obligación que se me
impone desde fuera. No advierto la verdadera esencia de mi ser.
A
veces resulta de ello que lo tomo como
una carga la entrega y el servicio a los demás. Un vaso dado en su nombre;
tiene recompensa sin límite.
En
realidad, tal como comprueba la psicología, brota de mi naturaleza personal la
tendencia a ayudar, a darme y a ser para el otro: Como el agua satisface
nuestra sed, así también la benevolencia, a compasión, el amor y demás impulsos
altruistas, calman mi necesidad de auto trascendencia en pro de la humanidad.
No
es un lujo que procuremos el bienestar de los otros. Nuestra naturaleza
espiritual sólo se siente realizada en la trascendencia del egoísmo. Más
todavía, no satisface sus anhelos en la entrega a un tú particular. Le hace
falta prolongar su bondad y creatividad a las estructuras sociales. Necesita
crear una sociedad más justa, pacífica, libre, igualitaria y fraternal,
equilibrada.
Si
“espíritu significa, en la persona, comunicación y trascendencia y posibilidad
de participar en lo que se halla más allá de mí y su interés inmediato”,
entonces la perspectiva del compromiso con el otro y con la sociedad, ofrece la
posibilidad de satisfacer uno de los impulsos más hondamente humanos. –
Al
mismo tiempo queda de manifiesto que, contra lo que piensan los materialistas,
lo espiritual no es sinónimo de abstracto o etéreo. Simplemente alude a la capacidad
que tenemos los humanos de romper las barreras del yo, para comunicarme con
los demás y comprometerme por su
liberación y crecimiento y bienestar.
Porque
tengo mi esencia espiritual podemos satisfacer la necesidad de asociarnos con los
otros, de ayudarlos y de promover nuestro desarrollo completo.
”AMENSE
UNOS A OTROS.”
Es
evidente que no sólo servimos y amamos a los de más. Simultáneamente estamos
recibiendo sin cesar su apoyo, bondad y amor. Sin ellos no hubiéramos nacido.
Tampoco nos habríamos desarrollado sin contar con su acompañamiento y enseñanzas.
Poco a poco nos compartieron su lenguaje, sus costumbres, su cultura, sus hábitos
de higiene, sus logros laborales y sociales, su sentido (de la vida y, en especial,
nuestras creencias religiosas.
Sí,
aprendo a invocar a Dios-AMOR en el seno de mi comunidad de FE. Imitando a los
miembros de éste, damos los primeros pasos hacia Dios. Y con su ejemplo y
orientaciones buscamos las cimas de la amistad y unión con Dios Padre.
Aislamiento
individualista
Sin
embargo, en contra de las inclinaciones normales de la naturaleza humana,
caemos en ese movimiento histórico conocido como EGOLOGÍA. Me encierro en mi
propio yo. Y al dejar de vernos en el espejo de la valoración y afecto de los
otros, me vuelvo extraño a mí mismo. No conozco mis talentos y valores y tampoco
reconozco mis carencias y defectos.
Sin la comunión
con el prójimo me torno ciego. Hago como
si los demás no existieran y como si no dependiera de ellos para existir y
seguir creciendo.
Esta
ceguera del egocentrismo me esclaviza también. Mí yo me encadena y me hace
prisionero de mis caprichos, puntos de vista, deseos, apegos, placeres materiales,
etc.
“La antropología moderna a
partir de Descartes está fuertemente caracterizada por el hecho de que el
hombre es visto ante todo y prevalentemente en su relación con el mundo
material.
Además la persona moderna es
ampliamente como individuo solitario, en cerrado en sí mismo y aislado de los
demás. No es que se niegue, como es obvio, la coexistencia con los demás, pero
no se la valora; más aún, no parece tener importancia para la comprensión del
misterio de las personas.
Esta antropología del yo
solitario (EGOLOGÍA) orientado hacia el conocimiento científico y el dominio
técnico del mundo, presenta dos líneas de desarrollo; por un lado la línea
racionalista e idealista, que absolutiza la importancia de la conciencia que
piensa al mundo y minimiza la densidad del mundo material y el valor del
cuerpo; por otro lado la línea empirista, que absolutiza la importancia del
mundo material y del cuerpo, minimizando a su vez la densidad y la consistencia
de la conciencia”.
Al parecer la EGOLOGIA
empirista es la más frecuente
En nuestros
días. Exagero los cuidados de mi cuerpo. Apreciamos el dinero, el lujo, la
posesión de objetos como la casa, el auto, los vestidos a la moda, etc.
Por consiguiente,
infravaloro el sacrificio en favor del prójimo, la solidaridad con los más
pobres, la fidelidad conyugal, la lucha contra la contaminación ambiental, la
defensa de la justicia, la austeridad voluntaria, el amor sostenido por la
libertad personal, la práctica cotidiana de la oración, etc.
En
nuestro tiempo hemos tomado conciencia de que la”EGOLOGÍA” es un fenómeno
social. Del mismo modo que existe como sentimiento del yo colectivo un orgullo
familiar o nacional, existe también un egoísmo familiar y nacional en los
cuales la familia o la nación, respectivamente, figuran como y colectivo, esto
es, aparecen en concurrencia y rivalidad con otros hombres o grupos en la in
tensión de querer poseer para si, sin tener en cuenta los derechos de los
humillados y oprimidos.
Auto
trascendencia en el amor
La
forma más segura para salir del calabozo del egoísmo es el amor. Este
aparece, al mismo tiempo, como un impulso o tendencia y también como emoción o
sentimiento de luz. En cuanto que es impulso, tiende hacia el tú.
Contemplado
como persona. De ahí su fuerza centrípeta que nos hace abandonar el
encerramiento dentro del yo. Nos saca de la estrechez del yo y
nos traslada hasta el más profundo centro del otro.
En
la amistad, en el enamoramiento, en la simpatía y en otras relaciones afines, el
auto trascendencia del amor es fácil, gozoso y espontáneo. En cambio, en el
amor resulta dura y dolorosa la salida de uno mismo. Es semejante, con
frecuencia, al parto difícil y penoso con que a madre da a luz un hijo.
Una
de las grandes confusiones de nuestra época se refiere al aspecto doliente del
amor. Este es confundido con el gusto, el placer y el entusiasmo que acompañan
ciertas relaciones interpersonales. En verdad, el amor nace de la libertad.
Amamos realmente cuando buscamos, a fuerza de voluntad y por encima del
disgusto y del rechazo, todo aquello que libera y beneficia al prójimo o al
propio yo.
Uno
de los mejores bienes que podemos brindar al otro, impulsados por el amor, es
el esfuerzo por facilitarle el deseo de vida eterna y el proceso de convertirse
en persona.
Cuando
amamos, tratamos al tú como un ser único, responsable, libre y capaz de
aprender a amar.
Por
ejemplo, en cuanto que admitimos su libertad, permitimos que responda sí o no a
nuestras demandas. Lejos de enfadarnos por sus respuestas negativas, lo aceptamos
incondicionalmente, a pesar de que nos duela. No sólo admitimos que niegue
nuestros gustos y deseos, sino que lo apoyamos con sinceridad en sus
decisiones.
Si
nos falta el amor esperamos y hasta exigimos que el hermano diga sí a
cualquiera de nuestras peticiones. Esto significa que lo consideramos como
objeto, como una máquina que satisface nuestros apetitos y caprichos.
Por
el contrario, el amor deja al otro en libertad. Lo reconoce libre para aprender
a amar. De ahí que nos coloca en el centro personal del prójimo. Nos permite
conocer los rasgos y facciones más peculiares de su personalidad. Y nos
descubre que él es un proceso viviente que puede cambiar, crecer, y alcanzar la
plenitud.
Es
claro que sólo conocemos bien a un ser humano cuando lo amamos y mientras le
conservamos libremente nuestro amor. Y dado que la libertad, salvo en casos graves
de enfermedad, se conserva en nosotros por encima de la muerte, es posible sostener
que el amor es más fuerte que la misma muerte.
Podemos
amar por siempre y para siempre. Lo infinito y lo eterno constituyen el
horizonte natural del amor.
Necesidad de infinito
En efecto, uno
de los anhelos fundamentales del amor es el de a eternidad y lo ilimitado Al
realizar a experiencia de amar y ser amados, hemos saboreado con toda seguridad
la gana de perpetuar nuestro amor sin límites de tiempo ni espacio. Así
experimentamos el ansia de una inmortalidad feliz en compañía de nuestros seres
queridos y de todas las personitas como tú
Para
el que ama resulta inconcebible un mundo en el que no exista la persona amada.
Y de tal vivencia surge la surge la gana de colocar relación amorosa en el
ahora inacabable de la eternidad El amante, por su afán de vida para quien ama,
produce un ambiente vivificante. No sólo le ofrece bienestar. También le
procura una existencia más plena. En este sentido puede afirmarse que el amor
incondicional crea al amado. Lo ayuda a convertirse en persona, en hijo de
Dios, en hermano de todos los hombres.
El
que recibe amor se siente animado a existir y a no dejar nunca de ser. Se
percibe colocado en el horizonte de lo eterno. No es libre para morir. No se le
permite abandonar su propia vida, aunque un día tenga que dejar su cuerpo en el
sepulcro. Está obligado a existir para siempre, porque la energía del amor lo
inmortaliza.
El
deseo de inmortalidad se refiere a las personas que amamos, o mismo que al propio
yo. Este anhelo es tan antiguo como la misma humanidad. Uno de los datos antropológicos
más seguros y comprobados es la creencia en el más allá. El culto a los muertos
pone de relieve la convicción de que hay otra vida que prolonga la existencia
inicialmente transcurrida en la tierra. Al dar el paso que llamamos muerte,
atravesamos el dintel de la vida eterna.
Sin
embargo, el amor nos hace morir a lo que, en último análisis, tenemos que
morir: al ego. La mayoría de las personas cultivamos y defendemos
nuestro egoísmo hasta el instante final de la vida. Los grandes amantes lo van
debilitando y lo dejan fallecer cada día. De esta suerte, consiguen adentrarse -sin
dejar la vida, terrena en la Fuente eterna del amor.
Al
colocarse así en el corazón del ágape-del- Amor, llegan a encontrarse con el
que es Amor. Sí, tal como nos advierten el amor al tú particular nos abre la
perspectiva del Tú eterno.
Y
cuando logramos sepultar por completo el egoísmo, para alcanzar las más altas
cumbres del amor al prójimo y a Dios, el final de nuestro camino terrenal es
una explosión de amor. El máximo poeta de la lengua española y, al mismo tiempo
Doctor Místico, describe esa experiencia en los siguientes términos:
“Donde
es de saber, que la muerte natural de las almas que llegan a este estado, aunque
a condición de la muerte, en cuanto el natural, es semejante a las demás, pero
en la causa y en el modo de la muerte hay mucha
Diferencia,
por que, si las otras mueren muerte
causada por enfermedad o por números de días, éstas, aunque en enfermedad mueran
o en cumplimiento de edad, no las arranca el alma sino algún ímpetu y encuentro
de amor mucho más subido que los pasados y más poderoso y valeroso, pues pudo
romper a tela y llevarse la joya del alma.
Y
así, la muerte de semejantes almas es muy suave y muy dulce, más que les fue la
vida espiritual toda su vida; pues que mueren con más subidos ímpetus y
encuentros sabrosos de amor, siendo
ellas como el cisne, que canta más suavemente cuando se muere”.
Apertura
infinita del ser humano
Es
un hecho que los humanos, aparte de trascender los límites del ego, superamos
de varias formas las fronteras del espacio.
Esto
se produce con el amor. Gracias a él nos acercamos y nos unimos a la persona
amada y dejamos de estar separados, espacial y afectivamente. Así vencemos la
soledad y la SEPARATEIDAD.
En
realidad, el ser del hombre puede ensancharse aún más. Desde las diferentes
áreas de su ser se siente capaz de abrirse a la infinitud.
El
cuerpo, igual que la parábola geométrica y la antena parabólica, se demuestra
capaz de movimientos giratorios de la cabeza y del torso, que describen líneas
abiertas hacia lo infinito del espacio sideral. El cuerpo humano es parabólico
y, por lo mismo, puede captar -como una antena- las innumerables formas del
ser.
Incluso
tiene la posibilidad de percibir, en algún modo, la unidad del universo,
no obstante que éste se demuestra ilimitado. Con mi cerebro maravilloso, consigo
percatarme de lo admirable e indescriptible que es lo infinito del cosmos.
Sin
dejar de apoyarme en los programas del cerebro, existe también en nosotros una
motivación que nos hace anhelar lo ilimitado. En otras palabras, experimentamos
la necesidad de una vida eterna, de un amor incondicional, de una felicidad sin
horizontes, de una plenitud sin confines...
Los
sentimientos de luz,
tal como sucede habitualmente en personas maduras, llega a desbordarse, y adquiere
una gran dilatación. Nuestro ánimo se expande en una alegría sin barreras.
Entonces nos sumergimos en el interminable ámbito de la infinitud.
La
conciencia, en cuánto habilidad de conocer, también se demuestra capaz de
ampliarse sin limitaciones. Puede abrirse en abrazo a la inmensidad en que se
mueve el universo.
Logra
que el ser humano reconozca su verdadera identidad. Mi yo verdadero, en cierto
sentido, es infinito. Lo cual se debe a que forma parte del Todo, que no tiene
término.
Esta
percepción se torna experiencia cuando el corazón del hombre entra en juego. Se
ha visto que el cerebro funciona en ocasiones como un todo. Esto significa,
simbólicamente, que en su centro personal el individuo es una totalidad. En
tales profundidades la persona reúne en un conjunto todos los elementos y
funciones de su ser. Entonces tiene la posibilidad de sentir y conocer la infinitud en su inabarcable
vastedad.
El
corazón, sin embargo, no conoce fríamente. Capta la ilimitable realidad en que
vivimos como un océano de amor.
“En
lo cual parece al alma que todo el universo es un mar de amor en que ella está
engolfada, no echando de ver término ni fin donde se acaba ese amor, sintiendo
en sí, como hemos dicho, el vivo punto y centro del amor”»
Comunión
con el Tú infinito
En
su profundidad más íntima, lo infinito y eterno posee un Rostro. Es Dios, El
cual, en su revelación a los cristianos, se manifiesta como un Dios único con, el
triple perfil de Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Debido
a las características de la persona humana, es factible que nosotros podamos
percibir -con el corazón- al que es el manantial mismo de la infinitud.(E.
derecho).
Esa
posibilidad de encontrarse con el Tú infinito es, a fin de cuentas, un regalo
de El mismo. El me concede la gracia de poder adéntrame en su corazón, en el
principio eterno de ese mar de amor que es el universo.
Por
medio de Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, se nos regala el don de
entrar en comunión personal con Dios en cuanto Dios. La humanidad de Cristo no
sólo hace factible un encuentro de tú a tú con Dios. Además, me adentra en el misterio
de la divinidad. Ahí nos conduce a la inmensidad del amor indescriptible del
Padre.
Es
cierto que “Dios es amor”. Pero, en realidad, Dios es infinitamente más amor
que el que podemos imaginar o pensar. De ahí que sólo con el corazón, con su
habilidad para abrirse a lo infinito, puede conocer -en un proceso interminable
y eterno- a enormidad sin fronteras del amor divino.
Camino
hacia el infinito
Llegados
a este punto, podemos preguntarnos, ¿cuál es el camino práctico para acceder a
lo infinito?
Los
cristianos respondemos que el camino real hacia lo ilimitado es Cristo. Pero
esto ocurre de manera que trascendemos la infinitud del universo. Y vamos aún
más lejos, hasta llegar al Principio sin principio, que es Dios Padre.
Para
movernos junto con Cristo hacia el Padre, requerimos el impulso del amor. Un
amor radical al prójimo ya Dios, nos permite seguir efectivamente al Señor.
Porque Dios es amor, cuanto más amamos, tanto mas tenemos a Dios. Entonces
resulta que por el Hijo y en el Espíritu de Dios caminamos hacia Dios. Hacia
Dios Padre que se nos revela en Cristo.
La
oración:
“COMPARTIR
DE CORAZÓN a CORAZÓN,” PLENOS de amor
A
la auto comunicación de Dios respondemos las personas con la actitud teologal
de fe, esperanza y amor. Por la fe nos abrazamos de Dios. Por medio de a
esperanza nos abandonamos confiados en El. Y en el amor nos unimos íntimamente
con El.
Un
modo concreto de usar la fe, esperanza y amor es la oración. Sobre todo en el cristianismo,
Dios se revela INVOCABLE. Por lo mismo, podemos hablar con El, como hablamos
con un amigo que, simultáneamente, es Padre nuestro.
Durante
la oración, la fe nos abre a la presencia de Dios. La esperanza nos alienta en
la búsqueda del infinito amor divino. El amor realiza el “COMPARTIR” que
constituye la esencia de la oración. La cual, como nos advierte santa Teresa, NO
está en pensar mucho, sino en
amar mucho”.
Se
trata de una actividad que es realizable en cualquier lugar y a toda hora, En
el trabajo, en casa, en el cine, en la calle, en el baile y en todas partes
tenemos la posibilidad de amar a Dios.
Cierto,
el amor a Dios requiere como garantía el amor al prójimo. Cuando amamos a
nuestros semejantes desplegamos los recursos de la corporeidad. En
consecuencia, tenemos un comportamiento más humano. Y así, el amor al hermano
es una parte del que deseamos entregarle al SEÑOR.
Comprende,
entonces, que es muy oportuno incluir mi cuerpo en mi oración, tal como se estila en las tradiciones
orientales.
Si
los humanos somos una unidad de un ESPÍRITU
encarnado, resulta más realista que, al “COMPARTIR” amorosamente con Dios,
impliquemos nuestra dimensión corporal este sentido, tenemos mucho que aprender
muchas personal del lejano oriente.
Igual
que el cuerpo, la sociedad, la naturaleza y el universo entero forman parte de
la realidad del hombre. Y es obvio que, incluso cuando oramos en forma
personal, estamos levantando hacia Dios la totalidad del cosmos.
A
la luz de todo esto, me permito definir la oración como el “c o m p a t i r” amoroso con Dios, nuestro Padre, por medio de
Cristo y en el Espíritu Santo, acompañados de todo el cosmos.
Formas
de la oración
Es
normal escuchar que la oración puede ser ejecutada en forma personal y
comunitaria. La primera suele adoptar distintas modalidades vocal, si
utilizamos una fórmula que pronunciamos oralmente. Por ejemplo el padre
nuestro, el ave, etc.
La
lectura meditada de la Sagrada Escritura, puede tomarse como oración, si nos
sentimos movidos a hablar con Dios.
Al
conversar con El mediante nuestros pensamientos, realizamos la meditación, en
sentido occidental. Algunos la toman como una manera de orar.
Parece
que oramos más propiamente cuando tratamos amorosamente con el Padre. El “compartir”
amoroso es el distintivo de la oración, dentro de cualquier religión teísta y,
en especial, en el cristianismo.
Cuando
nos reunimos en grupo, el contacto con Dios se torna comunitario. Y puede ser
en forma pública y privada. En el primer caso empleamos la oración litúrgica.
Nos unimos a la Iglesia universal en compañía de los bienaventurados, para
formar un coro de dimensiones cósmicas que, en unión con Jesucristo y guiado
por el Espíritu Santo, alaba a Dios Padre sin cesar.
En
forma privada el grupo no tiene que seguir la uniformidad del mismo cántico
litúrgico. Tiene la posibilidad de expresar sentimientos llenos luz divina cómo
requiere hablar con Dios. Se puede leer un trozo de la escritura y luego los
participantes hablan al Padre, a Cristo o al Espíritu.
Teniendo
en cuenta el contenido de la oración, ésta puede ser de petición, acción de
gracias, alabanza, “compartir” amoroso y
contemplativa.
En el primer tipo
pedimos lo que necesitamos material y espiritualmente.
En el segundo,
agradecemos los constantes bienes que recibirnos de Dios.
En el tercero,
lo alabamos por sus atributos y por su amor a los humanos.
En el cuarto,
respondemos amorosa mente a su auto donación
En el quinto,
buscamos un encuentro con Él, de corazón a corazón.
Con
estas prácticas diversas tendemos hacia la adquisición de una actitud de oración,
la cual consiste en un modo de ser, que nos dispone a reaccionar, frente a
cualquier persona o situación, cogiéndonos de la mano de Dios, Mientras alguien
nos insulta, por ejemplo, dialogamos con el Señor en el secreto del corazón.
A
partir de semejante actitud, conseguimos
convertirnos
en orantes. Esto significa que ya no sólo hacemos actos de oración, sino que
nuestro ser entero se vuelve orante compartiendo con Padre AMOR EN EL HIJO.
En
cualquier lugar y circunstancia acudimos a El.
Comunidad
de orantes
En
verdad, no existimos ni crecemos ni madurarnos en el aislamiento. Sólo
satisfacernos nuestras necesidades en COMUNIDADES. Y también saboreamos la dimensión infinita de
nuestro ser en relación con los demás.
Dentro
de esta perspectiva, es obvia la conveniencia y urgencia de superar el individualismo
que se ha introducido también en la práctica del “COMPARTIR” con Dios.
Nos
hace falta tomarnos de la mano unos con otros en nuestro encuentro con el
Señor.
En
unión con otros orantes estamos
Experimentando,
la presencia de ÉL actualizando la realidad: formamos un todo con la humanidad
entera, con el cosmos y con Dios. No me olvidaré cerrar mis ojos, parar mis
pensares
Al
“encontrarnos” con los hermanos estamos en vías de experimentar la intrínseca
unidad de cuanto existe.
En
la visión cristiana de la unidad de todo en el Todo que es el Creador, se
reconoce la máxima comunión en la diversidad TRIPERSONAL.
Cristo,
como explica san Agustín, procura esa unión entre el hombre y Dios.
“Pero de tal manera une, que
distingue. Y de tal suerte distingue, que no separa”.
Estamos
hechos a imagen y semejanza de Dios, que no pierde su unidad en la trinidad de
las Personas. Por ello es ideal que progresemos en la oración ayudándonos unos
a otros.
Así
realizamos, por otro lado, la naturaleza intrínseca de la Iglesia fundada por
Jesucristo. S.S. Pablo VI escribe al respecto:
“La
Iglesia es la comunidad de personas que oran. Su fin primordial es el de experienciarlo,
sentirlo al orar”. Si queremos saber qué cosa hace la gran familia de personas enamoradas de JESÚS;
HACEMOS Iglesia, debemos observar que ella es:
Una escuela de oración
contemplativa”.
No
cabe la menor duda, el Tú infinito quiere hacernos partícipes de la inmensidad
de su amor, llamándonos a vivir en comunidades. Se empeña en hacernos
partícipes de su unidad para que formemos una fraternidad con todos los hombres
y con la creación entera. En El podemos sentirnos hermanos de todos los
hombres, ciudadanos del universo y herederos de la infinitud de su amor y de su
alegría.
En
América Latina estamos tomando conciencia de que la oración no sólo es un
asunto personal y comunitario, si no también popular y UNIVERSAL.
Jesús oraba con su pueblo.
Frecuentaba los mismos lugares y empleaba
las mismas fórmulas de oración que sus compatriotas.
Santa
Teresa estaba convencida de la necesidad de una comunidad para crecer en la
amistad con el Señor. Ahora nos percatamos de que el pueblo, especialmente los
más pobres y humillados, pertenecen a mediación “comunitaria.
2.
LA ORACION CONTEMPLATIVA
El
Documento de Puebla, elaborado por los Obispos latinoamericanos, menciona esta
forma de oración. En la oración contemplativa, igual que en cualquier otro modo
de orar, nosotros tomamos la iniciativa para “compartir” amorosamente con quien
nos ama.
Sólo
que buscamos a Dios con el centro de nuestro ser, es decir, con el corazón.
En
cambio, la contemplación nace de la iniciativa divina. El Señor, tras habernos
invitado previamente a convivir con El, responde con una nueva auto donación,
porque advierte que nos acercarnos a El mediante la oración y el amor al prójimo.
Por
su parte, a contemplación adquirida consiste en una actitud producida por la
experiencia repetida de “compartir” con Dios, Se adquiere con ella a facilidad
para estar en contacto con el PADRE Dios.
Ya
no hace falta la lectura ni la meditación ni el diálogo. Basta con ponerse en
presencia del Señor.
La
oración contemplativa es un camino más corto para llegar a la contemplación
adquirida e, incluso, a la contemplación infusa.
Las
grandes escuelas cuentan con distintas formas de oración contemplativa. La
meditación “yoga”, la meditación trascendental, a meditación zen, etc.,
constituyen ejemplos concretos de esa manera de acercarse a Dios con el
corazón.
En
el cristianismo también vivimos el orar sin palabras, de suerte que el ser
personal se convierte en lenguaje callado que abarca la totalidad del orante.
La
oración del no saber nos invita a dejar todo conocimiento aparte.
Los
pensamientos, en consecuencia, son sustituidos por el amor y la atención concentrada en Dios.
Así,
cuando te sientas arrastrado por la gracia a la obra contemplativa y determinado
a hacerlo, simplemente levanta a Dios tu corazón, con una delicada conmoción de
amor. Piensa únicamente acerca de Dios, ÉL que te creó, te redimió y te guió a
hacer esta obra. No permitas que ninguna otra idea penetre en tu mente.
Sin
embargo, ya eso es demasiado. Un intento puro hacia Dios, el desearlo a El solo
es bastante. Si quieres condensar todo tu deseo en una sencilla palabra que la
mente pueda fácilmente retener, escoge una palabra corta más bien que una
larga. Un monosílabo como ‘Dios’ o ‘amor’ (LOVE) es lo mejor. Pero escoge una
que tenga sentido para ti. Luego fíjala en tu mente, de modo que allí se quede,
pase lo que pase. Esa será tu defensa en el conflicto y en la paz”.
Algunos
siglos más tarde, santa Teresa de Jesús aprendió con el libro de Francisco de
Osuna, El tercer abecedario, la oración de recogimiento. Esta es una modalidad
más de la oración contemplativa.
Es
sabido que durante casi dos decenios la Santa no conseguía orar. La enseñaron a
emplear el método tradicional si, que concede gran importancia a la meditación
discursiva, (caldo de cabeza). Su mente, empero, era muy viva y no lograba con
centrarse en el discurrir reflexivo.
Ahora
me parece que proveyó el Señor que yo no hallase quien me enseñase, porque me fuera
imposible perseverar dieciocho años que pasé este trabajo y en estas grandes
sequedades, por no poder, como digo, discurrir” (encontrarlo).
Para
enfrentar esta dificultad y no abandonar la práctica de una hora de oración cada día, se
ayudaba con la lectura de algún libro que ME animase a buscar al Señor.
“Yo
estuve catorce años que nunca podía tener meditación, sino junto con la
lectura. Habrá muchas personas de este arte y otras que -aunque sea con la
lección- no puedan tener “meditación”, sino rezar vocalmente, y aquí se
detienen más y hallan algún gusto. Hay pensamientos tan ligeros que no pueden
estar en una cosa, sino siempre desasosegados, y en tanto extremo, que si
quieren detenerse a pensar en Dios se les va a mil vanidades y escrúpulos y
dudas en la fe”
NADIE
PUEDE REALMENTE PENSAR A DIOS
La
verdadera solución la encontró cuando descubrió que el meollo de la oración no
consiste en meditar o pensar. De hecho, al elaborar pensamientos estamos hablando
con nosotros mismos. Y el orar requiere un “COMPARTIR más que íntimo” con Dios,
que se realiza “sintiéndolo, amando más que pensando. Esto lo supo la Santa una
vez que encontró el método de recogimiento íntimo.
“Su
Majestad lo enseñe a las que no lo sabéis, que de mi os confieso que nunca supe
qué cosa era rezar con satisfacción y consolación hasta que el Señor me enseñó
este modo’
Descubrió
entonces que el nervio de la oración contemplativa se halla en el estar con el
Señor que habita en mí y en ti. Y una manera de lograrlo es el recogernos en
nuestro interior. Allí es posible estar con el Señor.
“Es
arte de orar que -aunque sea vocalmente- con mucha más brevedad se recoge el
entendimiento, y es oración que trae consigo mil bienes: llámese recogimiento,
porque recoge el alma todas las potencias y se entra dentro de sí con ÉL, su
Dios; viene con más brevedad a enseñarla su divino Maestro y a darla oración de
quietud que de ninguna otra manera. Porque allí metida consigo misma puede
pensar toda la pasión y representar allí al Hijo y ofrecerle al Padre y no
cansar el entendimiento, andándole buscando en el Monte Calvario, y al huerto y
a la columna”.
Por
este camino se avanza mucho más hacia el centro personal de lo infinito, que es
Dios Trino. Por ello la Santa de Ávila insiste en recomendar la oración
contemplativa.
“Las
que de esta manera se pudieran encerrar en este cielo pequeño de nuestra alma -adonde
está el que hizo el cielo y la tierra- y acostumbrar a no mirar ni estar adonde
otra cosa que lo distraiga, crea que lleva excelente camino y que no dejará de
llegar a beber el agua de la fuente, por que camina mucho en poco tiempo”.
Por
otro lado, advierte que se está hablando de oración, de oración contemplativa y
no de contemplación. Esta última es, como habíamos visto, una gracia infusa o
sobrenatural. En cambio, el recogimiento o cualquier otro modo contemplativo de
orar, no lo es.
“Entended
que esto no es cosa sobrenatural, sino que podemos nosotros hacerlo (con el
favor de Dios se entiende todo cuanto en estas páginas se dijere podemos, pues
sin El no se puede nada,); porque éste no es silencio de las potencias, sino
encerramiento de ellas en sí misma el alma”.
Todos
podemos practicar la oración contemplativa, si así lo decidimos. Habiendo
recibido ya la auto donación de Dios en Jesucristo, nos es dado acogerlo y
amarlo con todo nuestro ser cada vez que lo deseemos. No tenemos que esperar
una gracia sobrenatural como la de la contemplación mística.
Porque
al orar contemplativamente hablamos a Dios con nuestro ser más que con las
palabras o pensamientos, es natural que la Santa utilice el verbo estar.“Pues
para que esté a los pies de Cristo le dan licencia, que procure no quitarse de
allí: esté como quiera; imite a la Magdalena, que de esté fuerte, Dios la
llevará al desierto”.
Aunque
santa Teresa dice que el orante esté como quiera con el Señor, es más adecuado
a su experiencia decir: esté amando a quien sabemos nos ama. Lo cual no significa
sentir gusto o afecto o ternura.
Significa,
más bien, que la determinación de la libertad personal recoge, en nuestro
centro personal, la totalidad de nuestro ser y lo entrega amorosamente al Padre
AMOROSO.
“Quizá
no sabemos qué es amar, y no me espantaré mucho; porque no está en el mayor
gusto, sino en la mayor determinación de desear contentar en todo a Dios y
procurar en cuanto pudiéremos no le ofender”.
“El
fin de la meditación, compartir en las cosas de Dios es sacar alguna hermosa
nueva noticia y amor de Dios. Y cada vez que por la meditación el alma la saca,
es un acto. Y así como muchos actos en cualquier cosa vienen a engendrar hábito
en el alma, así muchos actos de estas noticias amorosas, que el alma ha ido
sacando en veces particularmente, vienen por el uso a continuarse tanto, que se
hace hábito en ella”.
Este
hábito o actitud de amor al Padre
conduce, de ordinario, a la contemplación adquirida. Basta con mirar el cielo
estrellado, obra de las manos del Señor, para que uno se quede amándolo
Tomando
esta perspectiva, la Santo insiste en que no se abandone el discurso mental
hasta que Dios mismo nos introduzca a la contemplación. Esto supone la
habilidad para meditar, de manera que se engendre amor a Padre. Lo cual no era
frecuente en la época de san Juan de la Cruz y menos aún en nuestro tiempo.
Hay
muchas personas que, como santa Teresa, no pueden con la meditación. Además, el
Doctor Místico sabe que otras son conducidas por Dios a la contemplación, sin
que tengan necesidad de repetir los actos de amor al meditar.
“Lo
cual también Dios suele hacer en muchas a sin medio de estos actos -a lo menos
sin haber precedido muchos-, poniéndola luego en contemplación”.
Esto
es normal si recordamos con el Santo que las
Consideraciones
y meditaciones son únicamente “medios remotos para unirse con Dios”.
“Todas
las cuales imaginaciones se han de venir a vaciar del alma, quedándose a
oscuras según este sentido, para llegar a la divina unión, por cuanto no pueden
tener alguna proporción de próximo medio con Dios”.
Santa
Teresa subraya que “es oración que trae consigo mil bienes”. No sólo de tipo
espiritual, sino también de índole humana. Puede “quitar los dolores de cabeza,
reducir los dolores de la angina de pecho, bajar la presión de la sangre,
mejorar la creatividad, superar el insomnio, apoyar la curación del cáncer,
bajar los niveles del colesterol”, etc.; Por ahora dejo aparte los valores
humanos esta forma de oración.
A
continuación me detendré un poco en los beneficios espirituales. Los cuales,
por cierto, tienen un arraigo profundo en la humanidad de los creyentes. Pero,
por razones de claridad, pueden ser considera dos bajo la perspectiva
espiritual de la relación con Dios.
Más
que nada, la oración contemplativa representa un modo eficaz de vivir la fe.
Por muchos años yo me preguntaba cómo podía practicar la fe de acuerdo a las
enseñanzas de san Juan de la Cruz.
Apenas
en los últimos años he descubierto que esta manera de orar es una realización
de la fe.
De
una fe entendida como encuentro con Dios en cuanto Dios, por medio de
Jesucristo.
Una
frase de la Escritura, por ejemplo, “Dios es amor”, resulta verdadera. Sin
embargo, no es Dios. Aunque El mismo se nos revela con esa afirmación, tenemos
que reconocer que no es esa afirmación.
Pensemos
que el mapa de CHILE, si está hecho científicamente, describe -a escala- las
distancias entre una ciudad y otra. Y si tomamos medidas, encontraremos con
gran exactitud cuántos kilómetros hay
entre VALDIVIA Y STGO.
A
Dios en modo directo. No las palabras, ni las imágenes es capaz de ofrecernos
la realidad de ÉL. Por la fe nos da todo lo que esté dispuesto para esta divina
presencia y vacío de todo lo que puede prescribir
en mis sentidos, desnudo desocupado de todo lo que en el entendimiento,
íntimamente sosegado y acallado puesto en fe, la cual es sola el próximo y proporcionado, medio para que el alma se una
con Dios.
Confianza
que hay entre ella y Dios, y así sin ser visto e creído en Dios. Por fin así
ella nos le propone infinito Uno, nos le propone ella Trino y tiniebla para
nuestro entendimiento y deslumbra nuestro ser y se manifiesta Dios al
entendimiento. Y a sí, por solo este medio mi espíritu tiene, más unidad en fe
en la oración contemplativa hace falta una constancia permanente-
“Ahora
bien, esperanza de lo que se ve ya no es esperanza; ¿quién espera lo que ya ve?
En cambio, si esperar algo que no vemos, necesitamos constancia para sentirlo.
Diga
el lector, después de orar contemplativa si no es verdad que necesito
constancia par esperarlo..
Cierto,
podemos la serenidad, el alivio de ciertos padecimientos, la curación de
algunas enfermedades, etc. Pero a Dios no lo ver Sólo nos resta la esperanza de
llegar a experimentarlo cuando El quiera, mediante el don de la contemplación
Y’ después de la muerte, por la visión beatífica en el cielo.
En
especial, la oración contemplativa desarrollo nuestra la actitud de mayor expectativa
en el encuentro con Dios Porque el contacto
con Dios es más vivo Y directo, puede incrementar con mayor eficacia la
habilidad amorosa del corazón. Tanto más
que no contamos con l apoyo del gusto sensible. Nos vemos obligados a amar a
impulsos de la libertad.
Santa
Teresa se percató muy bien de este efecto Dios, que es fuego de amor, nos
contagia más cuando aprendemos a estar amándolo.
“PÉGASE
más presto el fuego del amor divino, porque con poquito que soplen con el
entendimiento están cerca del mismo” fuego”. Con una “centellica”que te toque se
abrasará todo, como no hay embarazo de lo exterior. Estáse sola el alma con su Dios... Yo querría
que entendiésedes muy bien esta manera
de orar que —como he dicho— se llama recogimiento”.
Si
sólo esperásemos obtener un bien tan grande como el amor, tendríamos la motivación
suficiente para apreciar como hace la Doctora de la oración- este modo de
“compartir” con el Señor. Más aún, semejante esperanza debiera animarnos a una práctica diaria y
constante de e estar con El.
Así,
la fe nos da y entrega a Dios en modo directo. No nos da un retrato de El como
las palabras, las imágenes, los sentimientos. Ella sí es capaz de ofrecernos la
realidad infinita de Dios y de su amor por nosotros. Por la fe nos unimos al
Señor que se nos da.
“Para
que el entendimiento esté dispuesto para esta divina unión, ha de quedar limpio
y vacío de todo lo que puede caer en el sentido, y desnudo y desocupado de todo
lo que puede caer con claridad en el entendimiento, íntimamente sosegado y
acallado, puesto en fe, la cual es sola el próximo y proporcionado medio para
que el alma se una con Dios en plenitud.
Porque
es tanta la semejanza que hay entre ella y Dios, que no hay otra diferencia
sino ser sentido a Dios o creído. Por que así como Dios es infinito, así
ella nos le propone infinito; y así como es Trino y Uno, nos le propone ella
Trino y Uno; y así como Dios es tiniebla para nuestro entendimiento, así ella
también ciega y deslumbra nuestro entendimiento. Y así, por este solo medio, se
manifiesta Dios al alma en divina luz, que excede todo entendimiento. Y, por
tanto, cuanto más fe el alma tiene, más unida está con Dios S.J de la Cruz 9.1
Aparte
de ejercitar nuestra fe en la oración contemplativa, practicamos también la
esperanza Hace falta una confianza y abandono verdaderos, si queremos estar con
el Señor sin experimentar su presencia y sin apoyarnos en imágenes, palabras o
reflexiones.
Nos
lanzamos a la práctica diaria de este contacto con El -durante 15minutos en la
mañana y 15 en la tarde-, esperando que nos vaya a regalar la contemplación mística. Sobre todo, nutrimos en esos momentos
la expectativa de que nos concederá amarlo con todas nuestras fuerzas y amar al
prójimo como su Hijo nos amó,
“Ahora
bien, esperanza de lo que se ve ya no es esperanza; ¿quién espera lo que ya ve?
En cambio, si esperamos algo que no vemos, necesitamos constancia para
aguardar”.
Rom8,
25
Dime
tú después de orar contemplativamente, si no es verdad que necesitamos
constancia para aguardar...
Cierto,
podemos saborear la relajación muscular, la
Serenidad,
el alivio de ciertos padecimientos, la curación de algunas enfermedades, etc.
Pero a Dios no lo vemos. Sólo nos resta la esperanza de llegar a experimentarlo
cuando El quiera, mediante el don de la contemplación y, después de la muerte,
por la visión beatífica en el cielo. En especial, la oración contemplativa
desarrolla nuestra amar la actitud de mayor relieve durante encuentro con Dios.
Porque
el contacto con Dios es más vivo y directo, puede incrementar con mayor
eficacia la habilidad amorosa del corazón. Tanto más que no contamos con
el apoyo del gusto sensible. Nos vemos obligados a amar a impulsos de la
libertad.
Santa
Teresa se percató muy bien de este efecto. Dios, que es fuego de amor, nos
contagia más seguramente cuando aprendemos a estar amándolo.
“Pégase
más presto el fuego del amor divino, porque con poquito que soplen con el
entendimiento están cerca del mismo fuego. Con una centellica que le toque se
abrasará todo, como no hay embarazo de lo exterior. Estáse sola el alma con su “PADRE”...
Yo querría que entendiésedes muy bien esta manera de orar que —como he dicho—
se llama recogimiento. Camino. p 47,4
Si
sólo esperásemos obtener un bien tan grande como el amor, tendríamos la motivación suficiente
para apreciar-como hace la Doctora de la oración- este modo de compartir con el
Señor. Más aún, semejante esperanza debiera animarnos a una práctica diaria y
constante de ese estar con El.
PARA
ERRADICAR el pecado
Si
nada tiene de extraño, tras lo que ver tal forma de orar nos ayuda a sacar las raíces
del pecado.
La
relación inmediata con Dios, en fe, esperanza nos va infundiendo su perfección
y santidad infinitas. En particular, como he insistido ya, nos va llenando de
amor.
Para erradicar el pecado
Sí.
Nada tiene de extraño, tras lo que vengo diciendo, que esta forma de orar nos ayuda
a sacar las raíces del pecado. La relación inmediata con Dios, en fe, esperanza
y amor, nos va infundiendo su perfección y santidad infinitas. En particular,
como he insistido ya, nos va llenando de amor.
“La
obra contemplativa de amor, por si misma puede llegar a curarte de todo lo
que es raíz del pecado. Ayuna cuanto gustes, vela hasta muy tarde en la
noche, levántate antes de la aurora, azota tu cuerpo, y, si fuera permitido -o
lo es- sácate los ojos o la lengua, córtate las orejas y la nariz, y mutila tus
miembros o atormenta tu cuerpo con toda clase de torturas y no por eso ganarías
nada. El deseo y la inclinación a pecar, permanecerían en tu corazón”.
Lo
original en estas aseveraciones consiste en relacionar la oración contemplativa
con la lucha contra el pecado. Se trata de una práctica sencilla y, al mismo
tiempo, de contenido riquísimo.
Parece
constituir uno de los más grandes regalos que Dios nos ha otorgado a los seres
humanos.
”El pecado solo se vence con el Amor”
.
Y si al orar, lejos de pensar mucho, nos dedicamos a amar mucho, entonces
habremos encontrado la vía más corta para dejar que el Señor, por medio de su
Espíritu, nos libere radicalmente del pecado.
Disponerme a la contemplación
El
compartir de corazón a corazón con el Señor nos abre la perspectiva de una
liberación radical, porque nos ayuda a disponemos para recibir el regalo de la
contemplación.
Santa
Teresa, aparte de advertirnos que no todas las personas son para la meditación,
nos recomienda el orar contemplativamente para abrirnos a la especial auto
donación de Dios, que llamamos Contemplación Hablándonos de su personal
incapacidad para meditar y valerse de la imaginación, la Santa nos Confiesa:
“Procuraba lo más que podía
traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mi presente, y ésta era mi
manera de oración si pensaba algún paso, le representaba en lo interior. Aunque
lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me
dio Dios talento de discurrir con el entendimiento ni de aprovecharme con la imaginación,
que la tengo tan torpe que aun para pensar y representar en mi como lo
procuraba. Traer la Humanidad del Señor, nunca acababa Y aunque por esta vía de
no poder obrar con el entendimiento llegan más presto a la contemplación si
perseveran es muy trabajo y Penoso; porque si falta la ocupación de la Voluntad
y el haber en que se ocupe en cosa presente el amor, queda el alma como sin
arrimo ni ejercicio, y da gran pena la soledad y se quedad, y grandísimo
combate los pensamientos»
Es
muy claro lo que sostiene: “por esta vía de no poder obrar con el entendimiento
llegan más presto a la
Contemplación
si perseveran No es que uno mismo se declare contemplativo o místico.
Simplemente al orar con el corazón más que con el pensamiento, nos disponemos
para que Dios se nos dé en la contemplación
En
uno de los textos ya citados de la misma Santa, encontrábamos la misma
convicción Sólo que allí nos habla de la oración de quietud que representa el
logro de una contemplación más clara, más habitual y de mayor impacto en la
totalidad de nuestra personalidad y de nuestra vida.
En
la cita transcrita más atrás, al Ponderar los bienes de la oración de recogimiento
nos dice que por medio de ésta, “viene con más brevedad a enseñarla su divino
Maestro y darla oración de quietud que de ninguna otra manera” C.P 47,1
La
Doctora Mística nos muestra una senda más breve para prepararse a la
contemplación mística. Si razonamos por qué la oración contemplativa permite
que venga con más brevedad a enseñarnos nuestro divino Maestro y a darnos
oración de quietud, descubriremos varios motivos.
Ante
todo, porque es un ejercicio teologal de fe,
Esperanza
y amor. Nos deja con la mediación más segura que es Jesucristo. Simplifica al
máximo nuestra actividad de relacionarnos amorosamente con el Padre. Nos ofrece
un encuentro más inmediato y directo. Nos abre la perspectiva de lo infinito e
ilimitado. Sirve de apoyo tal como veremos después a otras formas de oración y
al ejercicio del amor fraterno, del compromiso con los pobres y de la amistad.
En
fin, en otras épocas yo practicaba la meditación trascendental. La dejé a
descubrir que en el cristianismo teníamos métodos propios de oración
contemplativa. Y me sentí animado por las investigaciones del Dr. BENSON, El me
ayudó a reconocer que la meditación trascendental no es la única forma
contemplativa de orar. Más todavía, ese médico cardiólogo me hizo ver que la
conjunción de oración contemplativa y las creencias religiosas de tipo
personal, logra con mayor eficacia los beneficios corporales y psicológicos.
Pues
bien, durante mis primeros años de práctica de la meditación trascendental,
advertí que personas de toda índole aprendían a orar de ese modo. En lugar de
teorizar
-Como
nos encanta a los cristianos occidentales- sea con cursos sea con lecturas o
meditaciones personales, aquellos grupos abigarrados se entregaban a la acción
y a la experiencia de buscar un contacto directo con el Ser DIVINO.
De
esta manera descubrí que la oración contemplativa puede ser aprendida y
ejercitada por todo tipo de gente. No hace falta tanta teoría. Basta con una
poca.
Yo
subrayo los efectos físicos, Psicológicos y sociales, para que los orantes se
sientan motivados No es fácil, corno dice Teresa de Ávila, quedarse como sin
arrimo ni ejercicio” Peor cuando se experimenta que dan “grandísimo combate
los pensamientos»
Sin
embargo, al sentir a relajación muscular, la
Serenidad
interior, el control de las emociones, la mejoría en las relaciones
interpersonales la mayor sensibilidad social, la hermandad con todos los
hombres, la libertad para moverse en lo infinito, etc., los que oran
contemplativamente se animan a perseverar Esto es más seguro al contar con la
ayuda y estímulo de un grupo de oración.
Práctica
de la oración contemplativa
.
Los
diferentes métodos de oración contemplativa, sean orientales sean cristianos,
coinciden en 4 puntos funda mentales:
1)
buscar un lugar tranquilo si es posible
2)
adoptar una postura corporal cómoda, que se preste a la relajación muscular,
3)
estar con Dios, tal vez ayudándose con la repetición de una palabra o frase
corta, (MANTRA)
4)
admitir que vendrán muchos pensamientos a la mente, dejándolos a un lado, con tranquilidad y sin luchar
contra ellos.
Desde
el punto de vista cronológico tenemos en primer término la oración del “corazón”.
Permanece
sentado en el silencio y a soledad, inclina la cabeza y cierra los ojos; respira
suavemente mira por la en con la imaginación en el interior de tu corazón
recoge tu inteligencia es decir, tu pensamientos de tu cabeza a tu corazón. Ya
santa Teresa lo reconocía, Y nos recomienda el grupo para progresar en la
“contemplación”
Digo
al ritmo de mi respiración: ‘Señor
Jesús, ten piedad de mí’, en voz baja o simplemente en espíritu. ME esfuerzo en
echar fuera los demás pensamientos seré paciente y repito a menudo este
ejercicio”.”T.Q.M.”
Yo
vivo esta práctica contemplativa, a partir de mi propia experiencia,
proponiendo los pasos siguientes.
1)
Lugar tranquilo.
2)
Postura cómoda con ligera inclinación de la cabeza hacia adelante.
3)
Oración con el sentimiento en tres momentos:
a-
Al inspirar suave y profundamente, repito:
Señor
Jesús’. Luego, cuando exhalo, digo mentalmente:
‘Ten
piedad’.
b-
Concentro mi “ser” exhalando mis sentimientos, como si hablara con el corazón,
inspirando: ‘Señor Jesús’, exhalando: ‘ten piedad’
c-
Sigo repitiendo con el corazón y al ritmo de mí
Respiración
este “compartiendo” con el Señor.
4)
Desecho todos los demás pensamientos.
En
el método que se desprende de las enseñanzas con tenidas en la nube del
desconocimiento, se nos recomienda con insistencia que hagamos a un lado los
pensamientos.
Al mismo tiempo subrayo la importancia capital del amor en la oración
contemplativa.
“Haz
que mi anhelo golpee incansablemente la nube del no saber que se interpone
entre mi y Dios. Perfora esa nube con la lanza de mi amo y muchos S O
S”
De
este conjunto de sugerencias yo he tomado algunos elementos para practicar a
oración del no-saber.
1)
Lugar tranquilo.
2)
Postura cómoda.
3j
Amar a Dios, repitiendo un monosílabo como “PADRE TE AMO”,
4)
Dejar tranquilamente los pensamientos, NO DEJARLOS PASAR, que entren por estado
a otro.
Ahora
presento en una manera práctica el modo de orar que, al parecer, más nos recomendaría
santa Teresa. Si revisáramos los textos ya citados y las enseñanzas que ella
daba a sus monjas, encontramos los cuatro elementos que distinguen a la oración
contemplativa
Es
obvio que ella buscaba para sí y para los otros un lugar muy tranquilo; por ejemplo, la capilla, la celda,
una ermita en la huerta. Aparte, enseñaba a sus hijas a sentada y sobre los
talones mientras oraban. Esto corresponde a la postura del rayo que se emplea
en el yoga para meditar. El punto central que es el paso número tres,
supone el simple estar amando al Señor que, por la fe y el amor, buscarnos y
nos representamos en nuestro interior, mediante el recogimiento.
Ojos
serrados, respiración en tres tiempos,5-5-5 o7-7-7
En
cuanto a los pensamientos, ella da a entender la
Necesidad
de eliminarlos por cuanto sostiene que “por esta vía de no poder obrar
con el entendimiento llegan más presto a la contemplación si perseveran”. En
consecuencia, tenemos estos elementos prácticos:
1)
Buscar un lugar tranquilo. Respiración 6- 6- 6.
2)
Adoptar una postura cómoda, ojos cerrados.
3)
Estarse amando al Señor, reconocido como presente en el centro más profundo del
yo. Puede ayudarnos la repetición de alguna frase alusiva al amor:”Padre amado,
te amo”, “Señor, tú sabes que te amo,” Derramaste tu sangre divina por mí. etc.
4)
Dejar tranquilamente los pensamientos: seguir estos pasos:
“El
primer paso es representación de los misterios sobre que se ha de meditar, por
semejanzas materiales en la imaginación.
El
segundo, ponderación intelectual sobre los misterios representados.
El
tercero, quietud atenta y amorosa al Tatita Dios, donde se coge el fruto de los
otros dos primeros y se abre la puerta del entendimiento a la iluminación
divina para los efectos sobrenaturales que en la oración se pretenden para a
perfección del alma...
En
este tercer paso de quietud me oriento a
Dios, con que me perfecciono a la meditación provechosa y se logro los frutos
de ella, donde se abre la puerta a la
Iluminación
divina y se dispone el alma para ser
movida de Dios a lo sobrenatural”.
En
concreto, yo practico la oración de atención amorosa, aprovechando las
enseñanzas de san Juan de la Cruz, de este modo:
1)
Lugar tranquilo.
2)
Postura cómoda.
3)
Atención amorosa a Dios, en tres pasos:
a-
Por la fe, representarse algunos de los misterios (que son luminarias divinas) del
Señor en el centro más profundo del mí.
b-
Ponderar emotivamente el gran amor que me tiene a cada instante.
c-
Unir la atención con el corazón para concentrarse en amarlo.
4)
Dejar tranquilamente los pensamientos a un lado.
3.
“COMUNIDADES CRISTIANAS DE ENCUENTRO EN EL ESPÍRITU”CCEE.
En
el primer capítulo hemos visto que, más allá de la egología y la enajenación del
ser humano necesita de las demás Gracias a ellos puede exigir, nacer,
desarrollarse, humanizarse, convertirse en persona y llegar a la plenitud.
Cierto, la plenitud completa sólo viene de Dios, pero, tal como se suele
subrayar hoy, Dios crea a cada persona por medio de otra persona. Así, El nos
conduce a una plenitud transpersonal sin prescindir de la ayuda mutua de los
hombres entre sí.
En
esta perspectiva, nos resulta obligación el aprovechamiento máximo de la obra
creadora de Dios, que nos viene a través de los otros.
De
hecho, la psicología contenta por haber descubierto y verificado que la pequeña
comunidad, si reúne ciertas condiciones de libertad en la comunicación, de
interacción directa, de comprensión empática y sentida, etc., constituye uno de
los vehículos más extraordinarios para la acción creadora de Dios.
Es
obvio que existen excepciones en las que, al parecer, Dios mismo orienta al
creyente en SU desarrollo humano y espiritual. Tal podría ser el caso de santa
Teresita. Sin embargo, como bien sabemos, aunque esta santa no tenía un
director espiritual, desde niña se vio rodeada por un grupo muy creyente: su familia.
Sabiendo,
pues, que el grupo ofrece enormes posibilidades y ocasiones de crecimiento a sus miembros, emprendí
la tarea de correlacionar con la contemplación con la dinámica del sentir en
comunidad.
Esta
expresión, dinámica de grupo, me sirve para aludir a algunas de las
investigaciones utilizadas en torno a los grupos. Antes de establecer la
correlación entre contemplación y grupo, Así espero lograr una claridad mayor
en los capítulos posteriores.
GRACIAS,
ESTO ES UN BORRADOR.
-NOTA.
LOS COMPARIRES ENMARCADOS SON S, TERESA DE ÁVILA
TE
RUEGO PASARLO EN MEJORES CONDICIONES.
GRACIAS.PEPE
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