1- NOSOTROS LAS PERSONAS SOMOS
HECHO DE LUZ DE LAS ESTRELLAS
Ahora mismo tomo conciencia del
aire que respiro de la postura de mi cuerpo, de la textura de mi piel, de la
temperatura de mis manos, de la forma de mi cara... Y al sentir estos aspectos
de mi cuerpo, es más fácil que pueda remontarme a los orígenes más remotos de
los elementos que componen mi cuerpo.
EI origen y la evolución de mi
vida están relacionados en forma íntima con el origen y evolución de las
estrellas. Ante todo, la materia misma de la cual estamos compuestos, los
átomos que hacen posible mi vida, fueron generados hace mucho tiempo y muy
lejos de nosotros en estrellas rojas gigantes.
Todos los elementos de la
Tierra, excepto el hidrógeno y algo del helio, se cocinaron en una especie de
alquimia estelar hace miles de millones de años en estrellas que ahora son quizá
enanas blancas insuficientes al otro lado de la galaxia Vía Láctea.
El nitrógeno
De mi DNA, el calcio de mis
dientes, el hierro de mi sangre, el Carbono mis pasteles preferidos se hicieron en el
interior de proceso de colapso. Estoy
hecho, pues, de sustancia estelar
PRECISANDO el sentido de las
palabras, se puede decir que estoy hecho de luz de las estrellas
1. EL HOGAR COSMICO
1 Estoy emparentado con el UNIVERSO DE ALGUNA MANERA.
Y si el universo ha tenido que
empezar a existir hace miles de millones de años para que YO pudieras
participar de la vida, entonces quiere decir que Tengo un gran “plus” un valor
especial.
En consecuencia, yo no soy un
punto insignificante perdido en un hermoso planeta que llamamos Tierra.
No. Tú no eres trivial. No eres
una cosa más en el cosmos. No eres irrelevante ni siquiera desde el punto de
vista corporal.
Tal vez al compararte con personas más
hermosas que tú, dudas de tu propia belleza personal. Sin embargo, hay en tu
físico destellos de hermosura que no llegas a sospechar.”Dios no hace basura”
Los encantos que embellecen mi
cuerpo se han ido fraguando durante miles de millones de años. La historia del
universo, sin lugar a dudas, constituye la historia de mi dimensión corporal.
“Big Bang”: La gran explosión
de amor
Hace quince mil millones de
años o más, se inició una fiesta fabulosa y espléndida. El oscuro vacío de la
nada se iluminó con la claridad de la Gran Explosión
BIG BANG.
En muchos lugares de la tierra
alegramos nuestras fiestas con el brillante júbilo de los fuegos artificiales.
La negra densidad de la noche se estremece súbitamente con el estallido de los
cohetes y las luces de colores.
Así se encendió la alegría por
primera vez en este universo, en el momento del grito estruendoso de su
explosión inicial. Con estrépito de truenos indescriptibles y de balbuciente
armonía, que eran orquestados por fuegos y luces de hermosura inusitada, la
fiesta y la danza del universo comenzaron.
Por qué sucedió esto, no lo
sabemos. Tal vez para que tú pudieras existir quince mil millones de años más
tarde. Y si el universo estalló de alegría e hizo danzar las luces de su
corazón con el fin de que tú y todos los demás seres humanos llegásemos a tener
vida, entonces la fiesta del universo es una fiesta de amor.
El amor crea al amado. Y el
universo aporta las semillas en que germina tu existencia. Por ello la Gran
Explosión resuena en mi pecho como el inicio de una gran sinfonía que canta y
celebra mi futura existencia.
Por qué nació el cosmos sigue
siendo un misterio desde el punto de vista científico. Lo que está
razonablemente claro es que sucedió. Toda la energía y materia que danzan
actualmente en el universo estaba concentrada en una densidad muy elevada -una
especie de huevo cósmico-quizá en un punto matemático sin ninguna dimensión. No
es que toda la materia y energía del COS estuvieran apretadas en un pequeño
rincón del presente cosmos, sino que el cosmos entero, materia y energía y el
espacio que llenan, ocupaba un volumen muy pequeño.
Con el grito de su explosión
cósmica, el universo inició una expansión que ya no ha cesado. Es engañoso
describir el universo como un globo, de esos que venden los domingos en los
parques de las grandes ciudades, que se va ensanchando y lo vemos desde el
exterior. Por los descubrimientos de Albert Einstein entendemos que nada de lo
que podamos conocer estuvo nunca fuera. Es mejor imaginar el globo desde
dentro, quizá con unas líneas formando retículo y adheridas al tejido en movimiento
del espacio expandiéndose uniformemente en todas direcciones.
A medida que el espacio se iba
estirando, la materia y la energía del universo se iban expandiendo con él y se
enfriaban rápidamente.
Cuando el universo era como un bebé,
su espacio estaba brillantemente iluminado. A medida que el tiempo pasaba, los
tejidos del espacio siguieron expandiéndose, la radiación se enfrió y éste se
tomó oscuro por vez primera. Sólo quedó la luz visible ordinaria, tal como es
ahora.
Al principio el universo estaba
lleno de radiación y de una gran concentración de materia. En ésta sólo había
hidrógeno y helio formados a partir de las partículas elementales en la densa
bola de fuego primigenia.
Luego empezaron a crecer
pequeñas bolsas de gas. Se formaron vastas y sutiles nubes, colonias de luces
se movían pesadas, giraban lentamente, haciéndose cada vez más brillantes, cada
cual como un panal luminoso que al final contendría cien mil millones de puntos
brillantes. Se habían formado los sistemas reconocibles y mayores del universo.
Los estamos viendo hoy. Nosotros mismos habitamos en un rincón perdido de uno
de esos cuerpos gigantescos. Los llamamos galaxias.
Dentro de las nacientes galaxias
había nubes mucho más pequeñas que experimentaban también la atracción
gravitatoria. Las temperaturas interiores se hicieron muy elevadas, se
iniciaron reacciones termonucleares, y se encendieron las primeras estrellas.
Las estrellas jóvenes,
calientes y de gran masa evolucionaron rápidamente. Su gozo de existir fue
demasiado. Derrocharon sin cuidado su capital de hidrógeno combustible, y
acabaron pronto sus vidas en explosiones brillantes de supernova, que devolvían
la ceniza termonuclear —helio, carbono, oxígeno y elementos más pesados— al gas
interestelar para generar la formación de nuevas estrellas.
Las explosiones de supernova de
las primeras estrellas de gran masa produjeron ondas capaces de comprimir el
gas intergaláctico y dar origen a cúmulos de galaxias.
De esta manera empezó a crecer
el fantástico cuerpo del universo. Se formaron, por así decir, los diferentes
miembros y órganos del mismo a partir del gas del
Big-Bang: cúmulos de galaxias,
galaxias, estrellas, planetas y finalmente vida e inteligencia capaz de
comprender un poco el bello y amoroso proceso causante de su origen.
Supongo que tú, igual que yo,
te estremeces de sorpresa, de ternura y de alegría, que amenaza con volverse un
éxtasis cósmico, al tomar conciencia de los orígenes tan remotos y formidables
de tu propio existir.
B- El Artista enamorado e
inmortal. DIVINO
¿Es la Gran Explosión y su
posterior desarrollo un fruto de la casualidad? ¿Hemos de quedarnos sin
intentar siquiera la comprensión de los procesos cósmicos desde el Big Bang
hasta tu existencia personal?
La ciencia, que “es una
búsqueda noble y enriquecedora para ayudarnos a darle sentido al mundo en forma
objetiva y metódica,’ nos instiga a buscar el sentido de la existencia, sea
cósmica que humana.
La ciencia funciona muy bien,
gracias a la
Organización racional y
ordenada del cosmos.
La naturaleza misma del universo ha permitido
el desarrollo científico. Hay patrones que se repiten en los fenómenos físicos,
naturales y humanos. Por ello se pueden deducir, por ejemplo, las llamadas
“leyes naturales” que, hasta donde ha podido descubrir la ciencia, rigen el
comportamiento del mundo.
Las órbitas de los planetas
describen formas geométricas y su movimiento sigue un ritmo matemático muy
concreto. También el sol nace cada día y los objetos pesados caen al suelo
atraídos por el centro de la Tierra. En base a estas experiencias los
científicos concluyen que esas regularidades y ritmos son como leyes constantes
y eternas.
Sin embargo, este modo
inductivo de razonar no posee una certeza absoluta. Que el sol sale cada día no
significa que necesariamente saldrá mañana. La creencia de que sí saldrá y, por
lo mismo, de que hay constancia en las regularidades de la naturaleza, “es un
acto de fe, pero uno que resulta indispensable para el progreso de la ciencia.”
Esta afirmación de un
físico-matemático que no pertenece a alguna religión institucionalizada, nos
hace notar:
Que la fe no es ajena a la
ciencia. Al contrario, la ciencia requiere la fe para seguir progresando como
tal.
Y de esta simple fe, que anida
en el corazón de los científicos y que forma parte de nuestro diario vivir,
podemos saltar más naturalmente a la esfera religiosa-espiritual. De hecho los
científicos de primera línea en nuestro siglo han intentado ese salto
vertiginoso. Cada uno de ellos, a su manera, intentó penetrar en la dimensión
espiritual del universo.
Animado por científicos tan
eminentes y, en particular, por la última obra del físico-matemático Paul
Davies ya citado, me permito tomarte de la mano para que juntos nos traslademos
a las regiones luminosas de la fe religiosa.
Esta nos permite reconocer que la Gran
Explosión es más que un hecho maravilloso y extraordinario. Ella da expresión a
los sentimientos infinitos de un Enamorado eterno de tu yo. A ese Enamorado se
le llama Dios en algunas de las principales tradiciones espirituales de la
humanidad.
La Gran Explosión, es el inicio
de una nueva concentración de energía y materia en una densidad muy elevada.
Sería como la aparición de otro huevo cósmico con capacidad de explotar otra
vez. Y cuando esto ocurriese sería el principio renovado del universo.
Por ello HAWKING pregunta, “si
el universo es realmente auto contenido, si no tiene ninguna frontera o borde,
no tendría ni principio ni final: simplemente sería. ¿Qué lugar queda,
entonces, para un creador’
Hawking siembra dudas como la
de esta pregunta a lo largo de su libro Historia del Tiempo. En momentos parece
seguro de haber eliminado la presencia y acción del Creador en nuestro
universo. Sin embargo, ya al final de su brillante ensayo, justo en el momento
del
-triunfo, cuando tenía a la
vista la tierra prometida de un teoría unificada del universo, su ánimo de
desploma. Siente las garras de la frustración. Al alcanzar la cima soberana de
la razón, percibe su inevitable limitación.
Apenas acaba de negar a Dios y
ya siente su presencia más viva y más honda su misterio. Entonces escribe,
“Incluso si hay sólo una teoría unificada posible, se trata únicamente de un
conjunto de reglas y ecuaciones.
¿Qué es lo que insufla fuego en las ecuaciones
y crea un universo que puede ser descrito por ellas? El método usual de la
ciencia de construir un modelo matemático no puede responder a las preguntas de
por qué debe haber un universo que sea descrito por el modelo. ¿Por qué
atraviesa el universo por todas las dificultades de la existencia?
¿Es la teoría unificada tan
convincente que ocasiona su propia existencia? ¿O necesita un creador y si es
así, tiene éste algún otro efecto sobre el universo? ¿Y quién lo creó a él?”
Los científicos no alcanzan a
descubrir al Creador con los poderosos telescopios de la ciencia y de la razón.
1 lace falta un instrumento de mayor alcance y más poderoso. Me refiero a la fe
teologal. Esta, a pesar de resultar oscura para la razón o para el hemisferio
cerebral izquierdo, es capaz de hacernos ver con el corazón. Los ojos de éste,
que parecen brillar en el hemisferio cerebral derecho, tienen la habilidad de
escrutar los inmensos espacios siderales. Y más allá de esto, logran contemplar
la presencia de un Dios que crea por amor.
Ese Dios aparece sobrado de amor
y ternura, desbordante de poderío y felicidad, excedido en su deseo de dar y de
darse. Y embriagado de libertad, decide crear el universo por infinito amor
para ti
. Te ama sin límites, sin
medida, sin reservarse nada. Te ama como Dios y se te entrega como Dios. Y como
Dios crea el tiempo junto con el espacio en que se mueven la energía y la
materia que hacen posible tu existencia. Y tras haber preparado una casa
cósmica, o mejor, una vez que ha puesto en marcha la danza luminosa y armónica
del cosmos, se torna la tarea de preparar un hogar cálido y hermoso para ti.
Un hogar cálido para las
PERSONAS
La tierra que Dios ha creado
para ti es una verdadera madre. Ella te da la vida en muchos sentidos. Se asemeja
a una gran matriz. Pero es una matriz abierta corno flor a influjo vivificante
de los rayos solares. Una matriz capaz de gestar vida y promover su desarrollo.
En esa matriz existen las condiciones necesarias para que tú tengas vida.
En los lugares fríos de nuestro
planeta y de acuerdo a las usanzas de antaño, el hogar es el sitio donde se
enciende la leña y el fuego arde. Allí se cocina y allí se reúnen los miembros
de la familia para calentarse, comer, convivir, escuchar noticias e historias y
también para afianzar los lazos del amor mutuo.
La Tierra, como verdadero
hogar, cuenta con el fuego poderoso del sol. El cual la calienta justo en la
medida necesaria para que la vida se desarrolle sobre su faz. Si el sol se
alejara, las nieves perpetuas de los polos cubrirían los mares y los
continentes.
En cambio, si se nos acercara más,
transformaría la Tierra en un horno. Supongamos que tuviéramos el sol tan
cercano como Venus.
De inmediato alcanzaríamos las temperaturas
comprobadas en la superficie de Venus, unos 4800 C. Lo cual representa un calor
más intenso que el del horno casero más caliente.
Todo sucede en la tierra a la
medida de tus necesidades vitales. Todo coopera para que tú y los demás seres
humanos podamos existir. La Tierra es un verdadero hogar.
Además, es un lugar hermoso.
Tiene cielos azules de nitrógeno, océanos de agua líquida, bosques frescos y
praderas verdes, con cantos de pájaros y música de lluvia. Un mundo donde se
escucha el murmullo de la vida y se siente el abrazo cálido del sol y las
caricias de la brisa refrescante.
Este mundo, en la perspectiva
cósmica, resulta conmovedoramente bello y raro. Además, hasta hoy, se nos
muestra verdaderamente único. Es el único mundo donde sabemos con certeza que
la energía del cosmos se ha hecho viva y consciente. Tal vez hay otros mundos
semejantes, pero aún no los conocemos con la misma evidencia que conocemos el
nuestro.
El planeta Tierra, que es tu
hogar, aparece como un punto azul y blanco, diminuto y frágil, en el contexto
de la inmensidad cósmica. En el océano del cosmos, cuya vastitud supera
nuestras imaginaciones más atrevidas, la Tierra pierde importancia. Sólo es un
punto insignificante.
Sin embargo, para nosotros la
Tierra es importante. En ella es posible que existas tú. Y porque tú existes en
ella, la Tierra cobra mayor importancia. Porque eres valioso y para que existas
tú, la tierra ha evolucionado. Y porque tú y los demás seres humanos se
encuentran sobre su superficie, ella adquiere más valor.
Lo que ha sucedido en la Tierra
para que la vida surgiera y cobrara forma en ti, puede ser más o menos el curso
típico de la evolución de la vida en otros mundos. Sin embargo, en relación a
detalles como la química de las proteínas o la neurología de los cerebros, la
historia de la vida en la Tierra puede ser única en nuestra galaxia Vía Láctea.
Como habrás oído contar, la
Tierra se condensó a partir de gas y polvo interestelar hace unos 4,600
millones de años. Sabemos por los fósiles que el origen de la vida se produjo
un poco más tarde. Hace unos 4,000 millones de años la vida empezó a surgir en
las lagunas y océanos de la Tierra primitiva.
EL OCEANO DE LA VIDA
Creo que vale la pena repasar
el proceso originan té de ese mar de vida que palpita en los océanos y
continentes de nuestro planeta.
El recién nacido universo
estaba desbordando energía hacia el exterior. Al crecer y enfriarse, empezaron
a desarrollarse en su seno las primeras partículas subatómicas. Luego surgieron
en él los átomos, las galaxias, estrellas, moléculas, cristales.
El Big Bang (EMBRION)es un
verdadero nacimiento. Nace un organismo capaz de crecer y desarrollarse. Como
los organismos vivientes parece crecer en pos de una meta. Al igual que una
semilla que nace al germinar y al expandirse forma una planta con raíces,
tallos, ramas, hojas, flores y frutos, el universo también parece expandirse en
pos de un ideal. Quiere alcanzar una meta.
Ese organismo gigantesco, que
llamamos universo, se ha expandido de manera que apareciera nuestro sistema
solar en el seno de una de sus galaxias. Para mí no cabe duda. El universo
crece con el fin de producir las condiciones necesarias para la aparición de nuestro
planeta. Y procura que éste tenga las características requeridas para el
surgimiento de la vida.
Selección de elementos
estelares
Hay, pues, un origen común.
Todo lo que existe en el universo parece brotar de la Gran Explosión. Con ésta
se inicia el proceso que da lugar a las galaxias, estrellas, planetas, átomos,
moléculas y cristales.
Una vez que nuestro planeta se
ha formado a partir de polvo y gases de las estrellas, se inicia en él un nuevo
proceso. Se trata del proceso biológico que tiene lugar mediante un fenómeno
muy notable: la selección. Sí, el universo que ha ido evolucionado y creciendo
llega a un punto de su desarrollo en el que emplea la libertad.
La libertad interviene en los
orígenes de la vida. Me refiero a un hecho concreto. Como sabes, los organismos
vivientes no contienen elementos especiales, sino que están hechos de unos 16
de los 100 elementos que aparecen naturalmente en la tierra.
El hecho de que los organismos
vivientes no usen todos los elementos nos introduce sin más en el mundo de la
selección. Unos cuantos elementos que las estrellas pusieron a disposición han
sido elegidos para combinarse y formar moléculas. Y éstas, por cierto, son más
complejas que ninguna otra conocida en el universo.
Según el famoso astrónomo Carl
SAGAN, esa primera selección que da origen a la vida, ocurrió ‘por puro
accidente”. Imagina que en las afueras de tu ciudad hay un basurero. Y de un
montón de chatarra y fierros viejos, ‘por puro accidente,” se forma un avión BOEING
747...
Prefiero pensar que el Creador
del universo ha elegido CON INFINITO
AMOR los elementos que habrían de constituir las células y organismos vivientes
Tal vez él ha intervenido especialmente en el momento en que nació una molécula
capaz de hacer copias de sí misma. No me cabe ninguna duda.””DIOS NO HACE
BASURA” Pero sea directa que indirectamente, Dios es el autor de la vida que
hoy se expresa en MI persona y en los demás seres humanos, así como en las
plantas y animales.
Hace cerca de 4,000 millones de
años algunas de esas primeras moléculas hacían copias bastante bastas. Se
reproducían de manera ineficaz. A medida que pasaba el tiempo se reproducían
mejor. Llegaron a unirse entre sí moléculas con funciones especializadas,
constituyendo una especie de agrupación molecular. Y así surgió la primera
célula.
Las células vegetales de hoy
día tienen diminutas fábricas moleculares, llamadas cloroplastos, que se
encargan de la fotosíntesis, la cual consiste en la conversión de la luz solar,
el agua y el dióxido de carbono en hidratos de carbono y también en oxígeno.
Las células que forman la sangre tienen otro tipo de fábrica molecular, el mitocondria,
que combina el alimento con el oxígeno para obtener la energía necesaria para
subsistir.
Hace unos 3,000 millones de
años se empezaron a reunir ciertas plantas unicelulares. Y así se originaron
los primeros organismos multicelulares. Recordemos que cada célula de nuestro
organismo es como un sistema, con partes que antes vivían libremente y que se
han reunido para el bien común. Y Yo estoy compuesto por cien mil millones de
células. Yo soy, por tanto, una unidad hecha de una multitud de células.
Parece que el sexo se inventó
hace unos 2,000 millones de años. Antes de esto las nuevas variedades de
organismos sólo podían nacer a partir de la acumulación de ciertos patrones o
hábitos. Al llegar a cierto punto, era posible la creación de un cambio
evolutivo. Pero este proceso resultaba atrozmente lento. En cambio, gracias al
sexo dos organismos podían intercambiar párrafos, páginas y libros enteros de
su información genética, produciendo nuevas variedades. Estas a su vez, estaban
ya a punto para pasar por el cedazo de la selección.
Hace unos 1,000 millones de
años, las plantas, trabajando conjuntamente de modo cooperativo, introdujeron
un cambio asombroso en el medio ambiente de la Tierra.
Las plantas verdes, al generar
oxígeno molecular fueron introduciendo este elemento en la atmósfera de la
Tierra. Pero la abundancia de oxígeno trajo consigo una crisis, puesto que el
oxígeno tiende a provocar la descomposición de las moléculas no orgánicas. De
hecho una gran cantidad de organismos incapaces de enfrentarse al oxígeno,
murieron.
En la atmósfera tenemos otros
elementos como el nitrógeno que químicamente es mucho más benigno que el
oxígeno. Pero también él, como el oxígeno, es generado por los organismos
vivientes. Así que el 99% de la atmósfera de la Tierra es de origen biológico.
El cielo azul es un producto de la vida.
Hace unos 600 millones de años,
con la ‘explosión del Cámbrico” se aceleró la evolución de las especies. Tal
vez entonces se conjugaron mejor los dos principales instigadores de la
evolución:
Sexo y muerte. Gracias a la
muerte es posible que organismos jóvenes, llenos de energía y vigor, emprendan
con mayor entusiasmo las tareas del cambio y del desarrollo.
Hace unos 200 millones de años
la Tierra estaba poblada por plantas y animales de los que hoy no queda rastro
vivo. Luego se fueron dando mutaciones asombrosas y exquisitas. Aparecieron los
primeros peces y los primeros vertebrados, las plantas se salieron de los
océanos y empezaron a conquistar la tierra.
Surgieron luego los primeros árboles y los
primeros reptiles. Evolucionaron los dinosaurios, se desarrollaron los
mamíferos y luego los primeros pájaros. Las plantas se empezaron a adornar con
flores. Los dinosaurios se extinguieron. Los primeros cetáceos empezaron a
surcar los mares y dieron origen posteriormente a los delfines y ballenas.
Por entonces hicieron su
aparición los primates, es decir, los antepasados de los monos, los grandes
simios y los humanos. Hace menos de 10 millones de años, entraron en la escena
de nuestro planeta los primeros seres que se parecían realmente a los seres
humanos. Se hicieron notar por el aumento espectacular del tamaño de su
cerebro.
Hace unos pocos millones de
años aparecieron las primeras criaturas humanas. Gracias a la existencia de
alguna de ellas, de la que tú procedes por cadena directa, hoy tienes vida tú
mismo. Pero advierte el esfuerzo enorme, los preparativos milenarios y
Millonarios que la vida ha hecho con el fin de
que existieras tú.
El milagro de la mente
Ese conjunto de preparativos y
procesos hacen palpable la presencia de la mente. Quiero decir con esto que, al
parecer, hay un principio organizador que hace que el universo proceda ordenadamente
a pesar de la entropía, los agujeros negros y el caos de ciertos momentos de su
evolución. Y ese principio organizador tiene claro el fin u objetivo hacia el
que se propone conducir los procesos evolutivos.
Sí, considero que además del
Creador, que en este caso sería la Mente Suprema, existe una mente en el
universo. Y ésta, de acuerdo a mis creencias, es obra precisamente del Creador.
Y aquí radica uno de los ejemplos más concretos de la sabiduría de Dios, en que
El ha querido dotar de capacidades mentales no sólo a los seres humanos corno
tú, sino también a los demás vivientes e, incluso, al universo y al mundo
inorgánico.
TEILHARD de CHARDIN es uno de
quienes advierten la manifestación de la mente en otros sistemas más vastos.
Considera que más allá de nuestro planeta encontramos un tejido de ideas que él
denomina noosfera”.
En efecto, en el mundo
científico se recobra, poco a poco, la visión de un universo capaz de auto organizarse.
En lugar del alma que los antiguos veían en él, los actuales pensadores
descubren a la base de la capacidad de auto organización el campo universal de
gravitación. Además, el indeterminismo, la espontaneidad y la creatividad han
reaparecido en el mundo físico. Los fines o metas inmanentes son descritos ahora
como “a tractores” Estos cambios han revivido ciertos rasgos del mundo animista
de los antiguos filósofos griegos. Tales características del mundo habían sido
negadas por la revolución mecanicista de los últimos siglos. Hoy reaparecen,
sin embargo, en forma más avanzada que en las épocas anteriores al mecanicismo
de Newton.
En la concepción actual se admite
con mayor fuerza la espontaneidad de vida y creatividad en el mundo. Este hecho
es mucho más claro para los actuales científicos que para los filósofos
griegos, medievales y renacentistas. “El cosmos es como un gran organismo en
desarrollo, y la creatividad evolutiva es inherente a la naturaleza misma”
Esto significa que Dios no
tiene que estar marcando cada momento de la evolución. Esta procede espontáneamente
bajo la guía de la capacidad mental impresa por Dios en el universo y en los
diferentes sistemas que lo integran. Pensemos, por ejemplo, en el
comportamiento independiente y creativo del universo en sí, de cada galaxia, de
los sistemas solares como el nuestro, de nuestro planeta como tal.
Y dentro de nuestro planeta
tenemos otros subsistemas dotados ellos también de esa capacidad de auto organización:
el mundo inorgánico y el orgánico en el que nos encontramos las plantas, los
animales y los humanos.
Los humanos en nuestras
relaciones interpersonales formamos grupos o sistemas que, en cuanto tales, son
guiados por una verdadera mente comunitaria. Podemos observar este fenómeno a
nivel de naciones, sociedades, grupos, familias y comunidades.
Y en el ápice de esta pirámide
invertida, como punto focal y culminación de la evolución mental, aparecesco YO.
En efecto, tú y todo individuo humano, llevamos en la frente el brillo de esa
luz maravillosa que llamamos mente.
La mente que brilla en ti es
muy peculiar y extraordinaria. Por ello, algunos científicos prefieren reservar
ese nombre exclusiva mente para la mente humana. Y por otro lado, utilizan la
expresión actividad mental cuando aluden a la capacidad auto organizadora que
orienta los procesos del sistema orgánico e inorgánico del universo.
C- El culmen en la evolución de la vida
Parece como si el universo
hubiese evolucionado en pos de esta meta concreta que es la mente humana. La
propia actividad mental del universo
soñaba con florecer luminosamente y dar los frutos característicos de tu mente
y demás mentes humanas.
Si observas la evolución
descubrirás que la actividad mental de los organismos vivientes, desde las
bacterias hasta los primates, puede ser examinada bajo la luz del principio de
auto organización. Y al describir esa actividad mental no es necesario
modificar excesivamente el lenguaje que utilizas, a pesar de que vayas
ascendiendo por la escalera de la evolución hacia los niveles de vida con una
complejidad superior.
Pero cuando la escalera llega
hasta ti y hasta los demás, las cosas cambian en forma espectacular. Y hace
falta dar un salto vertiginoso hasta las alturas excelsas de la mente humana.
Mi mente, en efecto, tiene el
poder de crear un mundo interior capaz de cartografiar la realidad exterior. Y
en consecuencia, tanto tú como los otros seres humanos pueden actuar
creativamente en el mundo externo para transformarlo y humanizarlo.
Sucede, pues, que en esas
alturas de tu mundo interior —esfera de la mente— se despliega una forma de
actividad mental totalmente nueva. Allí pueden darse fenómenos que son
exclusivos de la naturaleza humana. Entre ellos puedes incluir tu propia auto
conciencia, la experiencia consciente, el compartir interno a base de preguntas
“sentidas” y pensamiento conceptual, el lenguaje simbólico, los sueños, el
arte, la creación de la cultura, el seguimiento de los valores, el interés por
el pasado más remoto y la anticipación del futuro.
Con este conjunto de recursos
mentales puedes acelerar la creatividad del universo en forma prodigiosa.
Puedes lograr cambios que ‘a otros organismos vivientes les costarían miles y,
tal vez, millones de años.
El desarrollo del pensamiento
abstracto, del lenguaje simbólico, de la fantasía creadora y de otros recursos
similares, depende de un fenómeno que caracteriza a tu mente. Me refiero a que
tú y los demás poseemos conciencia. Pero “conciencia” en sentido de ser
conscientes. Podemos darnos cuenta, por ejemplo, de que nos damos cuenta de
algo. En otras palabras, sabemos que sabemos.
Los animales, por cierto,
carecen de esta facultad. Ellos saben que su amo está a punto de abrir la
puerta de la casa. Ya reconocieron su llegada antes que sus hijos y su esposa.
Sin embargo, los perros no saben que ellos saben percibir la cercanía de su
amo.
En cambio, tú sí sabes que
sabes descifrar el significado de palabras como “perro”, “amo’, “casa”, etc. Y
por lo mismo, puedes darte cuenta de que tu presencia en el universo representa
un hecho excepcional. De alguna manera llegas a saber que tu ser valioso y tu
habilidad para transformar el mundo son extraordinarios.
Fueron necesarios quince mil
millones de años para que la flor de tu mente llegara a florecer en el
universo. Tú sabes que eres la flor más hermosa y fructífera que jamás se haya
abierto sobre la superficie del cosmos. Gracias a tu conciencia estás enterado
de tu personal valer y poder.
Y la conciencia de que tú ser
es valioso y poderoso, te capacita para transformar no sólo tu mundo externo,
sino también tu propio mundo interior. Puedes crecer mental, emocional, activa,
social y espiritualmente. Pero también consciente de la enorme riqueza de tu
ser, puedes crecer en autoestima.
3. EL BARRO HUMANO EN ENERGIA
ELOCUENTE
Además, tu mente es luz capaz
de arrojar claridad sobre las profundidades de tu propio yo. Y en consonancia
con tu mente, también el barro de tu cuerpo es luminoso y bello en sus componen
tes más esenciales.
Bien puedes admirar al Alfarero
eterno que también en tu cuerpo ha dejado destellos estelares. Sí, el brillo de
las estrellas también resplandece en el seno de los átomos que dan forma a las
células de tu cuerpo.
A la luz de la física
contemporánea podemos comprender que la arcilla de tu cuerpo es, en definitiva,
energía y lenguaje.
A- Un cuerpo hecho de luz
cálida
Tu cuerpo, aparentemente, es
una cosa material. A veces puede parecerte tosco, tal vez pesado. En ocasiones
lo experimentas como una carga. Esto sucede, en especial, cuando te sientes
cansado, tenso
o enfermo. Entonces quizá te
venga a la mente lá frase de san Pablo, “¿Quién me librará de este cuerpo que
me lleva a la muerte”? (ROM8,24).
En realidad la grosería de
nuestro cuerpo no es tanta. Si te adentras en las profundidades de tus células
y adviertes su contenido íntimo, te vas a quedar mudo de sorpresa.
No niego que tu cuerpo aparece
como algo material, que puedes ver y tocar. Sin embargo, la física te demuestra
que tu piel, carne, venas y huesos se pueden dividir en células y éstas en
átomos.
Y lo más sorprendente es que
cada uno de tus átomos es espacio vacío en un 99.9999 por ciento. ¡Increíble!,
¿verdad?
Por si eso fuera poco, recuerda
que las partículas subatómicas, que se mueven a la velocidad de la luz en tal
espacio, no son sino paquetes de energía vibrante.
Esas vibraciones, que solemos
llamar partículas, no son mera casualidad ni carecen de sentido. Por el
contrario, las partículas subatómicas están preñadas de información. Por tanto,
un paquete de vibraciones esta codificado como átomo de carbono, el otro como
hidrógeno, uno más como oxígeno, etc. Cada elemento es, en realidad, su propio
y único código.
El Dr. CHOPRA sugiere la
posibilidad de cambiar la experiencia que tienes de tu cuerpo mediante la toma
de conciencia de lo que en realidad constituye el barro de tu cuerpo.
Empieza sintiendo los movimientos de tu pecho
con la entrada y salida del aire que respiras... Siente el peso de tus pies y
de tus piernas atraídos por el centro de la tierra... Experimenta ahora la
temperatura de tus manos... Observa una de ellas. Sigue con la mirada sus
líneas y pliegues.
Siente la textura de la piel y
la suave blandura de la carne que recubre sus huesos. Todo te hace pensar que
tu mano es algo muy concreto y material. Es un objeto de carne y hueso irrigado
por la sangre.
Los más allá de las
apariencias, empleando un microscopio fio y de muy alto poder, podemos penetrar
en las composiciones los elementales de la materia y energía de tu mano.
L. de dar el primer paso, tú
dejas de ver carne blanda y te encuentras con un conjunto de células
aglutinadas por tejido conjuntivo. Cada célula es una bolsa acuosa de proteínas
que se muestran como una cadena de pequeñas moléculas que lazos invisibles
mantienen unidas.
Si te adentras más todavía,
puedes observar átomos separados de hidrógeno, carbono, oxígeno y así
sucesivamente. Estos, por cierto, ya no muestran una solidez material. Más bien
se te revelan como rastros de luz que proyectan su propia sombra.
Estamos ya en las fronteras de
la materia y la energía. Las partículas subatómicas que forman cada átomo -electrones
que giran y bailan alrededor del núcleo hecho de protones y neutrones- no son
propiamente pedacitos o puntos de materia. Se parecen más a los rastros de luz
que los cohetes dibujan en el oscuro cielo de una noche de fiesta.
En este nivel más profundo, tus
manos y otras cosas que te parecían materiales, dejan de serlo y se manifiestan
como ondas armónicas de energía. Tales ondas dibujan una estela que tú observas
en un sitio en el que la energía ya no se halla presente. Se encuentra ahora en
un lugar que sólo conoces como probabilidad. Así que esa energía que se mueve a
la velocidad de la luz sólo deja un rastro, pero no se revela como algo
concreto que puedes ver o tocar.
Los instrumentos científicos
sólo pueden llevarte hasta este nivel. Ahora te queda por explorar la esfera
más profunda de la mente y el espíritu. En tales profundidades ya no ves el
rastro luminoso de las partículas subatómicas de tu cuerpo. Te sumerges en una
dimensión que trasciende la materia y energía, el tiempo y el espacio...
Pero no es tiempo todavía de ir
tan lejos. Por el momento bástenos saber que tu cuerpo, aparentemente tan
sólido y material, está formado de energía. Y por lo mismo, podría afirmarse
que tu cuerpo está hecho de luz cálida.
El cuerpo es lenguaje de amor
Esa luz, por cierto, se apaga y
se enfría cuando alguien se muere. Es verdad que el cadáver conserva todavía
átomos y moléculas que no se destruyen del todo. Sin embargo, falta el lenguaje
que hace de ese conjunto de átomos y moléculas un cuerpo vivo, un cuerpo
humano.
El lenguaje, normalmente,
ofrece una información, transmite un mensaje. Y la información expresada por el
lenguaje determina en gran medida la estructura y comportamiento de un átomo,
de una molécula, de una célula, de un tejido, de un órgano, de un organismo.
Curiosamente la información que
organiza las células y órganos de tu cuerpo y el funcionamiento general de tu
cuerpo, se encuentra principalmente en el espacio vacío que está más allá de
las partículas subatómicas.
Ese vacío tiene impresa la
información de lo que hay que hacer incluso antes que la información sea
expresada. Ahora mismo existen en tu memoria miles de palabras que no piensas
ni pronuncias.
¿Dónde están tales palabras? ¿Dónde se
encuentra tu lenguaje inexpresado?
Incluso el universo, antes del Big
Bang ha existido en una situación similar. Entonces, si así se puede hablar,
millones de galaxias estaban en la mente de Dios. El cual, tal vez, preñó con
su poder creador un punto infinitamente pequeño donde los miles de millones de
galaxias del universo se hallaban comprimidas. Al concebirlas Dios en su mente,
fuera del tiempo y del espacio, existían sin manifestarse.
Este hecho nos hace pensar que
la materia del universo, incluso la de tu cuerpo es inmaterial. Pero ese ente
no material aparece como algo muy especial. Se trata de aquello que solemos
denominar pensamiento, información, programa. El abundante espacio de cada
átomo está lleno de información invisible. Está ocupado por MI mente.
El lenguaje que expresa la
información de la vida en mi cuerpo suele ser descrito como un sistema de
signos. Algo así como las palabras que se hallan en el diccionario de inglés.
Tales signos se emplean para la comunicación intencional.
En ti, igual que en todo ser
humano, existen cuatro niveles principales de lenguaje.
El primero expresa una
información fundamental que heredamos. Está presente en las ternas de bases del
código del ácido desoxirri bonucleico (DNA).
Si pudieras entrar en el núcleo
de una de tus células te encontrarías con algo similar a una explosión de
fideos o espaguetis: una multitud desordenada de espirales e hilos, que son los
dos tipos de ácidos nucleícos: DNA, que sabe lo que hay que hacer, y el RNA,
que lleva las instrucciones dadas por el DNA al resto de la célula.
Estos ácidos nucleicos son el
fruto mejor de 4,000 millones de años de evolución. Ellos contienen toda la
información necesaria sobre cómo hacer una célula, un árbol o un ser humano. La
cantidad de información que hay en el DNA del hombre, si fuera escrita en
lenguaje ordinario, ocuparía un centenar de volúmenes gruesos.
El DNA es una hélice doble, con
dos hilos retorcidos que parecen dos escaleras en espiral. Tanto la secuencia
como el orden en que se encuentran los nucleotidos a lo largo de cada uno de
los hilos es lo que constituye el lenguaje de la vida.
El segundo lenguaje en los
mamíferos se halla incorporado a la estructura del cerebro. Sus unidades son
las neuronas que forman “circuitos” o grupos organizados para producir las
diversas acciones de tu cuerpo en el momento adecuado.
Las neuronas en sus
combinaciones componen las palabras, las oraciones, los párrafos y los libros
que constituyen la información que produce tus distintas formas de
comportamiento. Esas palabras o células nerviosas representan acontecimientos
del mundo y también las acciones que tu cuerpo puede hacer para influir sobre
el mundo.
Por otro lado, si la gramática
es el sistema que regula el uso apropiado del lenguaje, podemos decir que el
cerebro es una especie de metalenguaje con una metagramática, que regula la
conducción apropiada de la vida, incluyendo el habla.
El habla y la cultura aparecen
en ti como el tercer nivel del lenguaje de la vida. Y éste se halla ampliamente
incorporado en los sonidos del lenguaje hablado. Este es, como comprenderás, el
tipo de lenguaje más obvio y más familiar.
El cuarto lenguaje consiste en
la escritura y otras formas de habla registrada. Esta el ahora códigos y
expresiones físicas que va más allá de los hábitos humanos y los sonidos del
habla. Este cuarto nivel de codificación, peculiar del ser humano igual que el
tercero, hace posible que parte de la información necesaria para vivir se
registre fuera de todo ser vivo.
En cuanto que tu cuerpo está lleno
de información, de información indispensable para conservar tu vida, deduzco
que él es lenguaje de amor. Tu cuerpo simboliza el amor del que te creó para
que vivas y no para que mueras. Charles Pierce, quien dio origen al estudio
moderno de los signos, fue interrogado acerca de qué es el hombre. A lo que él
replicó, “El hombre es un símbolo.” Yo refuerzo que el hombre es lenguaje o
palabra. Pero agregaría que el hombre es si amor ‘Sencillamente porque encarna
y expresa el lenguaje que le hace vivir.
C- Un programa de vida hecho
por amor
Aquí cabe la pregunta, ¿quién
escribió en ti ese lenguaje de vida?
Sí, ciertamente tus padres te
lo han heredado en buena parte.
Antes de ellos, tus ancestros.
Antes de éstos, la evolución de la vida.
Antes de ella, el proceso de
expansión y formación del universo.
Antes de éste, digamos que el BIG-
BANG Y, ¿antes? ¿Puede el universo crearse por sí mismo? Esto es lo que HAWKING
parece sugerir en algunos momentos. Sin embargo, y desde el campo científico,
Paul Davies responde, “todos están de acuerdo en que, de una manera o de otra,
el universo por sí mismo es incompleto. No se puede explicar a sí mismo. Su
existencia, en última instancia, reclama algo que esté fuera de él, y sólo se
le puede comprender en relación de dependencia con alguna forma de influencia
divina”
Como creyente me atrevo a
trascender los niveles de la ciencia e ilustrado por la fe, reconozco que tú
eres lenguaje o signo que expresa el amor de Dios. El ha trabajado desde la
eternidad y ha dado cauce a su amor a través de la creación del universo y de
la vida. Y finalmente ha intervenido, de una manera o de otra, para escribir el
lenguaje de la vida en tu cuerpo y en tu cerebro, pero sobre todo en tu mente.
Y de este modo concreto, procurando que vivas, te demuestra que te ama.
Acabo de decir que también la
mente, esa actividad auto organizadora que está atrás de la materia y energía
de tu cuerpo, contiene información necesaria para la vida, ‘el cerebro opera en
ciertas formas organizadas que pueden describirse como programas, y las
acciones de estos programas constituyen la entidad que llamamos la mente de una
persona”.
Juntos, mente y cerebro,
engloban la información necesaria para vivir y, simultáneamente, llevan a cabo
las acciones requeridas para que te mantengas vivo. Usando el lenguaje de la
cibernética, ellos contienen y ejecutan el programa de conservarte vivo.
Programa es un plan decidido de
antemano para alcanzar un fin. En este sentido me atrevo a afirmar que tú,
igual que todo ser humano, eres un programa. Tú encarnas un plan de acción,
dispuesto con anterioridad y escrito en un lenguaje, para elegir entre varias
alternativas aquellas que necesitas para alcanzar el fin de conservarte vivo.
Colocándose en esta misma
perspectiva, los biólogos precisan, “nuestro concepto central es que el objeto
principal de los organismos vivos es continuar conservándose a sí mismo en
palabras sencillas: en salud . El placer
y la felicidad son los signos de que una criatura está triunfando en la
consecución de ese objetivo; son los signos que indican que tus programas de
acción están trabajando bien.”
Ahora tocamos un punto muy
concreto. Las observaciones de la biología demuestran que eres un programa para
la vida. Estás hecho para vivir. Esto significa amor, pero también orientación
hacia
Algo tan palpable como es la
salud. Y con unos indicadores tan realistas como j y la felicidad.,
Semejantes indicadores de que
tienes éxito como viviente, me sugieren que has sido programado para ser feliz.
Porque eres objeto de amor, el Creador de la vida te procura una vida orientada
radicalmente hacia la salud y la felicidad. Esto es verdadero amor para tu
propio yo.
LA IMPOSIBLE SOLEDAD
Para que tu salud y felicidad
puedan mantenerse e intensificarse cada día, la vida se despliega en ti como un
fenómeno de comunión. Sí, la vida sólo existe dentro de un tejido de relaciones
en el que la comunicación es fundamental. Sólo en forma cooperativa es posible
la vida.
Por tanto, para que tu vida sea
realmente feliz y tu salud sea duradera, hace falta que te comuniques, que te
comportes como parte de un gran cuerpo que llamamos vida y que se despliega en
el contexto de ese inmenso organismo que llamamos universo.
En pocas palabras, la vida es
imposible en la soledad. La vida es un sistema abierto y, por lo mismo, se
finca en la comunión y en el intercambio de información que llamamos
comunicación.
La soledad, en consecuencia,
sólo es posible como sentimiento y no como realidad física o afectiva. Puedes
sentirte solo si piensas y crees realmente que te hallas solo. Tal vez tienes
una regla mental que te permite crear el sentimiento de soledad. Por ejemplo,
si tu regla personal es, “si nadie me dirige la palabra en todo el día me
siento mal, como abandonado,” entonces el día que nadie hable contigo se
cumplirá tu propia regla. Consiguientemente, a partir de ese modo de pensar, y
nada más en razón de él, tú empezarás a fabricar el sentimiento de soledad.
A- En el corazón del universo
La verdad es que te encuentras
constantemente rodeado por el calor de miles de millones de galaxias. Te
alumbran varios cientos de miles de millones de estrellas en tu propia galaxia
Vía
Participas constantemente en el
movimiento con que la tierra se une a la danza serena y gozosa del universo. La
música y el ritmo de esa danza vibran sin cesar en las profundidades de tu
corazón.
Si abres tus sentidos, sobre
todo los de tu corazón, te acostumbrarás a escuchar las melodías que animan el
ritmo de las vueltas y giros de la danza cósmica. El canto de los pájaros, el
silbo de los vientos, el murmullo del arroyo, la cadencia de la lluvia, los
truenos de la tormenta te pueden sensibilizar para percibir los compases
musicales que el universo baila sin cansarse.
También puedes sensibilizarte
para ver, con la ayuda de tu imaginación, el océano de luces que es el
universo. Cientos de miles de millones de estrellas pueblan cada una de las
innumerables galaxias que giran alegremente en el interior del universo. La
observación de las estrellas por la noche, la contemplación de las luces y
colores del amanecer, la visión de la profundidad azul del firmamento y del
colorido de las plantas y flores, te ayudarán a intuir el paisaje hermoso e
inmenso del cosmos.
Si te acostumbras a prestar
atención a tu cuerpo, si procuras percibir conscientemente las sensaciones en
tus pies, piernas, muslos, caderas, pelvis, vientre, pecho, espalda, hombros,
cuello, nuca, cabeza, frente, ojos, mejillas, boca y órganos internos como el
estómago y el corazón, entonces te será más fácil darte cuenta de que la vida
te a en su pecho amoroso. Pero la vida terrena se nutre con el calor del sol. Y
éste forma parte del sistema solar. El cual, a su vez, es como un órgano
pequeño del gran cuerpo de nuestra galaxia Vía Láctea, que es sólo un miembro
del gigantesco organismo en constante desarrollo que llamamos universo.
Dentro de esa multitud inmensa
de galaxias y estrellas que forman el universo, la tierra al parecer, es como
el corazón del mismo. En su libro El universo desbocado, Paul Davies advierte
un hecho que me sugiere la posibilidad de ser nosotros el corazón del universo.
Me refiero a un dato científico: en cualquier dirección que apuntes los
telescopios poderosos de nuestros días, te encontrarás con igual densidad de
estrellas. Exactamente como si la tierra fuera el centro del cosmos.
No defiendo este punto de vista
como una verdad astronómica. Ya sabemos que la tierra se encuentra en un rincón
de la Vía
Láctea. Sin embargo, sabemos
que el corazón del hombre no es ni su centro mental ni su centro emocional.
Estas funciones son desempeñadas por el cerebro. Sin embargo, tenemos otras
razones para tomar el corazón como nuestro centro. Y Jesús mismo dice que del
corazón brota lo realmente importante en nuestra vida. Entre otras cosas, Jesús
nos recuerda, “de lo que rebosa el corazón habla la boca. El hombre bueno, del
buen tesoro saca cosas buenas y el hombre malo, del tesoro malo saca cosas
malas” (Mt 12,34-35).
Me gusta suponer que, en los
planes del Creador, la tierra desempeña un papel central en la existencia del
universo. Lo cual suena menos atrevido cuando recordamos que la fe religiosa,
en las grandes tradiciones espirituales de la Tierra, descubre a Dios volcando
su amor y cuidados hacia los habitantes de este planeta, sobre todo hacia los
más pobres, oprimidos y abandonados.
Este es un hecho patente para
los cristianos. El Hijo de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros. Su cuerpo,
como el nuestro, estaba compuesto por los elementos que la Tierra ha recibido
de las estrellas, hidrógeno, calcio, nitrógeno, etc. Y más que nada, aquí, en
este planeta, produjo el BIG-BANG del
amor con su muerte y resurrección.
Sólo el hecho de la encarnación,
muerte y resurrección del Hijo de Dios es suficiente para reconocer que la
Tierra ocupa un lugar especial en el cosmos. Se la puede tomar, si queremos,
como el corazón del universo.
Y entonces resulta que Dios
preparó el ambiente cálido y vivificante de este corazón cósmico para tu
existencia. Te puedes sentir abrigado por las mejores condiciones de vida. Te
puedes reconocer libre del peligro de la soledad, puesto que existes en el
núcleo del inmenso organismo que es el universo.
Para subrayar este hecho me
sirvo de un dibujo que presento en mis últimos libros. Le llamo el árbol de la
vida. Y en él hay una visión global del universo. Pero todo confluye en el
individuo humano. Como si tú mismo, en la perspectiva del amor divino, fueras
el centro del universo. Semejante enfoque me es sugerido por san Juan de la
Cruz. Este Santo, refiriéndose a la persona totalmente unida a Jesucristo por
amor, escribe, “siente a Dios aquí tan solícito en regalarla con tan preciosas
y delicadas y encarecidas palabras, y de engrandecerla con unas y otras
mercedes, que le parece al alma que no tiene él otra en el mundo a quien
regalar, ni otra cosa en que se emplear, sino que todo El es para ella sola.”
Si el mismo Dios quiere ser
todo para ti, ¿qué tiene de extraño que El te coloque, junto con los demás
seres humanos, en el centro del universo?
Galaxias
El “árbol de la vida” sugiere
gráficamente que tú existes en comunión. La vida es un hecho comunitario. Tú
mismo eres una comunidad de sistemas: nervioso, sanguíneo, re digestivo,
glandular, inmunológico, muscular, etc. Cada sistema se compone de órganos,
tejidos, células, elementos, átomos y, finalmente, de energía.
También en relación con tu
mundo externo necesitas relaciones y comunicación. No puedes vivir en un AISLAMIENTO
total. La vida es comunión. Esto significa, en el aspecto físico, que los
organismos vivientes requieren un intercambio continuo de energía y de materia
con su entorno para seguir viviendo.
Cuanto más te adentres en el
misterio de l vida, más te darás cuenta de que la tendencia a asociarse, a en taI
vínculo, a vivir uno dentro del otro y a cooperar es una carácter esencial de
los organismos vivientes.
Piensa, por ejemplo, en los
vínculos vitales que hay entre las plantas y los animales. Los hombres
Primitivos crecieron en los
bosques y por ello puedes experimentar una afinidad especial hacia el reino
vegetal. ¡Qué hermosos son los árboles, que abren sus ramas en gestos de abrazo
a los hombres y al cielo!
Mediante sus hojas, ellos recogen
la luz s para foto sintetizarla. Y por este deseo de luz, compiten con sus
vecinos a los que, muchas veces dejan en la sombra. Puedes observar que a
menudo dos árboles se empujan y echan a un lado corazón gracia y encanto.
Realmente son organismos
grandes y bellos., animados por la luz solar, que toman agua del suelo y
dióxido de carbono del aire y son capaces de transformar estos elementos en aumento
para uso suyo y nuestro. El árbol emplea los hidratos de
Carbono que fabrica como fuente
de energía para realizar sus procesos y vitales.
Y nosotros, los animales, que
somos en re parásitos de las plantas, nos apropiamos sus hidratos de c para
seguir viviendo. Al comerlas combinamos los hidratos de carbono con el oxígeno
que llevamos en la sangre como fruto de la respiración, y así obtenemos la
energía que nos permite vivir.
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