miércoles, 25 de abril de 2012


Nos comprometimos creyendo que,
Por que nos amábamos, sentíamos las mismas cosas. Descubrimos que no es así sobre todo en el área de las relaciones sexuales
EN FOQUE
Cuando nos enamoramos, el deseo de besarnos, de fusionamos en un solo abrazo era mutuo y simultáneo, y también normal. Desde entonces pensábamos que lo que le pasaba a uno, también le pasaba al otro y que recibíamos el estímulo por igual, pero en realidad no fue así.
Al aparecer el compromiso, al cambiar las circunstancias, surgen reacciones más profundas y auténticas que estaban ocultas y dormidas en nuestro pololeo. No es que cambiemos tanto después de comprometernos, somos as mismas personas pero en nuevas circunstancias. En particular nos dimos cuenta de lo diferentes que somos en el ámbito sexual.
Yo como un varón norma para real/zar mi unión sexual con mi pareja a quien amo con madurez, necesito tener la excitación física, la erección de mi miembro viril, de otra manera soy “impotente’ Mi excitación llega principalmente por la vista, palabras tiernas, música suave y el cuerpo de ella con encajes negros u otros. Sé que fui hecho por DIOS AMOR. El/a es magnética, me atrae con una tremenda fuerza. Dios la diseñé de manera que excita espontáneamente mi deseo sexual entre muchas otras realizaciones.
Lo “afrodisíaco” en ellos es la vista, en ellas el oído.
Yo como mujer, para tener una linda relación de amor necesito mucho más que la mera penetración. Es cierto que en cuanto a posibilidad física nunca soy impotente como el varón; incluso puedo ser violada y soportar el acto sexual con violencia, sin que se despierte en mí ninguna sensación placentera, sino sólo el rechazo impotente y doloroso. Para el varón, la humillación más grande y destructora es la impotencia sexual, la incapacidad de excitarse; para mí es la violación física, sicológica y espiritual, cuando no se toma en cuenta lo que yo siento.
Yo como varón doy más importancia a la
Excitación  sexuales al romanticismo, belleza, pureza, cariños. Aunque no olvido mi gran capacidad y necesidad de expresar afecto y ternura en la relación sexual. He comprendido mi deber de acoger la, sabiendo que nuestros ritmos son distintos.
Yo como mujer, en cambio, tengo la capacidad y necesidad de sentirme amada en cada palabra con tono, tino, tacto, ternura, piropos salidos de! verdadero amor y sin apuros, lentamente excitada
para realizar la relación en plenitud Para mí el go zo comienza antes y después de la penetración. Mi sexualidad es trascendente, está abierta a la creatividad, al arte, a la poesía. Me preparo, busco ser cada vez más bella para él, hago deportes, arreglo nuestro lugar de encuentro. Danzo al Dios Amor.
Una buena relación íntima de pareja no es sólo técnica, sino un delicado y mutuo trabajo de adaptación física y sobre todo emocional; está plagada de caricias empapadas de amor, en libertad, con delicadeza y entrega espiritual; brota la donación al otro de todo mi ser; en una palabra, la comunión de dos personas de
corazón a corazón (de ser a ser) que son dos “libertades” que se regalan su sexualidad trascendente para lograr el “éxtasis” que comienza, antes, durante y después de las caricias. Es una de las cumbres de la oración de los Tres, y para llegar a ella es indispensable darse un tiempo suficiente para expresar todos los sentimientos frente a los buenos y malos momentos del día. Así la noche puede ser plena, en comunión no sólo de los cuerpos, sino de seres que se aman.
Vamos a tratar este tema en particular de una manera un poco más impersonal.
La unión sexual varón—mujer puede llegar a ser la más maravillosa experiencia humana, como también la más desilusionante de las frustraciones, Si dos esposos se sienten ambos felices en la relación íntima, es porque lograron la plena comunión física, sicológica y espiritual, antes, durante y sobre todo después. Si, en cambio. no logran esa comunión, la relación sólo hace más evidente e insoportable la soledad. “Ya, levántate, vístete y ándate...’l
En mis correrías por este mundo, allá muy lejos, llegué al casino. Me senté detrás de un biombo, me quedé dormido, venía muy cansado. De repente llegaron varias señoras, esposas de mis cole gas. Se pusieron a conversar acerca de los bue nos y malos momentos vividos con sus respectivos esposos. De todo lo que escuché me llamó la atención que varias sostenían que ellas no se atrevían a pedirle la relación, otras prácticamente aceptaban la relación casi todos los días y a las últimas les costaba mucho atinar. Lo vital aquí no es sólo entrega de sexo sino el amor profundo que hace magnífica la entrega corporal y ninguno de los cónyuges queda vacío.
Muchas veces al “compartir” dificultades con alguna de mis hijas espirituales, al preguntarle si se negaba a su esposo, la respuesta fue esquiva. Y al consultar si ella. le pedía estar con él, me confesaba que nunca Jo había hecho.


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