A- El lenguaje terapéutico de
Jesús-Pág 1-16
Corno he insinuado ya,
terapéutico es aquello que promueve el
desarrollo humano. Fue este sentido, considero que el lenguaje de Jesús es terapéutico, porque tiene el poder de impulsar el crecimiento
personal y grupal de las gentes. El tiene palabras de vida eterna.-JUAN 6,68
a-
El vocabulario de Jesús
Jesús, por cierto, no disminuye
la importancia que tiene la acción en la existencia cristiana.
El
aclara:” No todo el que me diga: ‘Señor,
Señor,’ entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi
Padre celestial” (MT 7,21).
Al mismo tiempo, Jesús es
consciente del impacto poderoso de las
palabras en nuestra experiencia personal y en nuestra vida. Una palabra
alentadora nos impulsa.
Una
palabra desalentadora, nos desanima.
La palabra también revela lo que hay en nosotros mismos. Y
si llegamos a comportarnos incongruentemente y proferimos palabras que no expresan nuestros sentimientos reales
ni nuestros verdaderos pensamientos, tales palabras manifiestan lo que hay en
nuestro interior o, por lo menos,
nuestra falta de consistencia personal.
“Porque de lo que rebosa el
corazón habla la boca.”
LA
PERSONA BUENA DE SU BUEN CORAZÓN SACA COSAS BUENAS; DE LA PERSONA LLENA DE SOMBRAS. SABRAS
EMITE.
Me
digo que de toda palabra ociosa que hable daré
Cuenta
en el día del Juicio. Porque por mis
palabras seré declarado justo y por mis palabras seré condenado” (Mt 12,34-37).
En efecto, el hecho mismo de
hablar constituye una acción real. La cual puede ser buena o mala, impulsora o
destructiva. Al escuchar las palabras de Jesús podemos experimentar el impulso
hacia la vida, la alegría, paz, esperanza, fe, autoconfianza, cambio,
desarrollo...
Y mediante la práctica de las
palabras de Jesús nos disponemos a recibir el manantial mismo del bien, del
amor y de la hermosura. A este respecto, Jesús promete: “Si me amas, guardarás mis
Palabras, y mi Padre te amará, y vendremos a ti, y haremos morada en ti” (JN
14,23).
Los
samaritanos, por ejemplo, experimentaron que las palabras de Jesús despiertan
nuestros recursos. Ellos sintieron florecer en su corazón la capacidad de creer
en el Mesías de Dios.
“Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por las palabras de la
mujer que atestiguaba: ‘Me ha dicho todo lo que he hecho.’ Cuando llegaron
donde él los samaritanos, le rogaron que se quedara con ellos. Y se quedó allí
dos días. Y fueron muchos más los que creyeron por sus palabras. Y decían a la
mujer: ‘Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es verdaderamente el
Salvador del mundo’” (JN4, 39-42).
Las
palabras son como los mapas.
Ellas representan los eventos del mundo externo y las experiencias de nuestro
mundo personal. Esta conexión intrínseca entre las palabras y la realidad puede
explicar el impacto tremendo que ellas tienen en nuestro diario vivir. Y aunque
las palabras sólo sean descripciones del mundo real, poseen el poder de
cambiarnos sea para bien que para el bien o el mal.
Se comprende, entonces, lo
ventajoso que resulta el acercamiento a Jesús y la imitación de él, puesto que
él es la Palabra de Dios hecha carne. Y advertimos en él un manejo muy esmerado
del lenguaje. Los evangelistas consiguieron describir con acierto el genial
dominio que Jesús tiene de la comunicación verbal.
Resulta palpable que Jesús
conoce el alcance de las palabras. Ellas determinan el cómo nos comunicamos con
nosotros mismos y, en consecuencia, determinan las emociones que experimentamos.
La razón de esto consiste en que las palabras aparecen en nuestra mente como la
herramienta primordial para interpretar lo que nos sucede interior o
exteriormente. Con las palabras etiquetamos los hechos que vivimos a cada
instante. Y así, las palabras moldean las sensaciones que vibran en nuestro
sistema nervioso. Las palabras de verdad producen un efecto neuroquímico.
A la luz de este hecho podemos
comprender por qué Jesús cambia no sólo el significado de ciertas palabras,
sino incluso las palabras en sí.
Tomemos ejemplos de uno y otro
caso. Jesús cambia el significado de la palabra adulterio.
‘Has oído que se dijo: No
cometerás adulterio. Pues yo me digo: SI miro deseándote, ya cometí adulterio
con tigo en mi corazón”
Jesús, además, nos propone
cambios en nuestro vocabulario. En concreto, nos pide que eliminemos las
palabras que pueden ser desalentadoras o destructivas para los demás. El nos
advierte:
“Has oído que se dijo a los
antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo les
digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el
tribunal; pero el que llame a su hermano 1 será reo ante el Sanedrín; y el que
le llame renegado será reo de la gehenna de fuego”
Mt 5,21-22.
Si deseo seguir a Jesús y
aprenderé de él cómo mejorar mi comunicación necesito prestar más atención a mi
vocabulario. Jesús me sugiere que conscientemente seleccione las palabras que
voy a usar.
He de preferir aquellas palabras
que alientan a los demás y los impulsan en su desarrollo personal y espiritual.
Y no basta con evitar palabras, como imbécil, renegado, etc. Además me hace falta que
utilice palabras que promuevan el crecimiento ajeno.
En este sentido, observare la precisión
y positividad de las palabras de Jesús.
“Cuando
trata con los enfermos profiere pocas palabras”. Tal vez, como parte de su
estrategia, quiere explotar el poder de las palabras al máximo. Y llevado del
mismo afán, pronuncia palabras que son positivas, constructivas, alentadoras.
Por ejemplo, recordemos las palabras que dirige a Jairo, uno de los jefes de la
sinagoga, “no temas; solamente ten fe” Marcos 5,36
Al mismo tiempo Jesús se
demuestra congruente durante el “compartir”. Y despliega su congruencia para
impulsar a la gente. Con ese fin expresa su admiración por el centurión romano:
“Les
aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande” (MT 8,10).
La respuesta que Jesús da a
Pedro que lo reconoce como el Mesías, es:
“Bienaventurado
eres Simón”
(Mt 16,17).
El mismo término,
bienaventurado, es utilizado por Jesús para impulsar a la gente pobre y
doliente:
“Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados... Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os
persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa...”
Mateo 5,5-6.
Estas
últimas frases son promesas que abren el panorama de un futuro mejor. De esta manera,
Jesús despierta en sus interlocutores el sentimiento de esperanza y optimismo.
Y tales promesas, si no son cumplidas en la tierra, lo serán en el cielo y con
creces. Por este motivo Jesús añade a la última afirmación suya que acabo de transcribir:
“Alégrate y regocíjate, porque tu
recompensa será grande en los cielos” (MT 5,12).
Observa
que, incluso en las peores condiciones, es posible proferir palabras
constructivas. Así hace Jesús cuando ya está clavado en la cruz. Y cuando actuamos
de esta manera, nuestra carga se torna más ligera. Y además de impactar a
nuestro cerebro en forma menos destructiva, abrimos el corazón al poder de Dios
y a su amor. Lo cual significa, por otro lado, que las palabras que pensamos y
pronunciamos nos acercan a Jesús o nos alejan de él.
En razón de todo esto, me
permito insistir en que el cambio de vocabulario es decisivo en nuestro
trabajo. Sobre todo, si nos dedicamos aorientación, a la psicoterapia, al
diálogo pastoral, etc. Jesús, que siempre está junto a nosotros nos impulsa a
la realización de este cambio.
Empiezo a facilitar el
desarrollo de mi persona con las palabras que uso para saludarla e iniciar el “compartir”
con ella. Si ella afirma, “me siento muy deprimida,” puedo suavizar el impacto
neurológico de sus propias palabras, respondiéndole: “Te sientes abajo de la
cumbre de tu energía, ¿verdad?” Si alguien me dice: “Me siento rechazado por mi
jefe,” puedo añadir: “Tu jefe no toma en cuenta todos tus talentos...”Te
propongo una forma muy útil y poderosa entre palabras constructivas y
destructivas. Tú mismo puedes vivir la experiencia de transformar una palabra destructiva en constructiva.
En
lugar de decir:, “me siento ansioso,” puedo afirmar, “me siento a la
expectativa.”
Puedes
pasar de;
“me
siento confundido,” a “me siento dudoso.” Prueba el cambio de:
“disgustado” a “sorprendido,” “temeroso” a “desafiado,”
“fracasado” a “aprendiendo,” “furioso” a “apasionado,” “enojado”
a “estimulado,” “perezoso” a “recargando baterías. Perdido” a,
“en búsqueda,”
“estresado”
a “ocupado”...
Además, en tu vocabulario la preferencia
podría ser para palabras constructivas como las empleadas por Jesús “Ustedes
son la luz... sal,.. hijos de Dios... hermanos Podéis “a unos a otros”
vuestra alegría será completa” seréis verdaderamente libres”... “el Espíritu los
conducirá a la verdad completa ““corno el Padre me amó, así os he amado a
vosotros”...
h- La técnica de hacer
preguntas
Como sabes, las preguntas
juegan un papel muy importante en nuestra interpretación de la realidad. Las
preguntas desempeñan, por lo menos, tres funciones principales en nuestro “compartir”
interno:
1)
cambia tu foco de atención
2)
ensanchan tu percepción de la realidad y
3)
despiertan nuestros recursos mentales.
Nuestra conciencia, en el
sentido de ser conscientes, se asemeja a una cámara fotográfica.
Cuando tomamos la fotografía de
un grupo grande, sólo cabe en la foto una parte de ese grupo. Otras personas
también forman parte del grupo, pero no alcanzan a caber dentro del foco de la
cámara. Por tanto, quedan excluidos de la foto.
Otro tanto nos sucede a cada
uno de nosotros percibimos de la realidad. El resto de la realidad es o
Cuando hacemos una pregunta a
otra persona, ésta se ve animada a enfocar su atención en aquellos aspectos de
la realidad que son señalados por nuestras preguntas. Advierte la diferencia
entre preguntar: “¿Por qué llevas 18 años enfermo?”¿ y quieres curarte?” (Juan5,6).
Esta última es la pregunta que
Jesús hace al enfermo que yacía en la piscina de BETESDA. Fíjate en la
habilidad de Jesús para mover la atención del paralítico de la enfermedad a la salud.
Al mismo tiempo, el hombre es
estimulado al ejercitar su libertad, “¿quieres?”
Observa que esa pregunta de
Jesús hace presente el aspecto de la realidad que, probablemente, el paralítico
estaba omitiendo. Tal vez éste no tenía en la mira de su consideración el hecho
mismo de sanar. En efecto, su respuesta a Jesús sugiere tal actitud: “Señor, no
tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo
voy, otro baja antes que yo” JN 5,7
Se diría que ha perdido la
esperanza. Sin embargo, con la pregunta de Jesús, vuelve a considerar la
posibilidad de volver a sanar. Otra vez siente: el brillo de la esperanza en su
corazón. Toma una decisión, y cree que Jesús lo puede sanar. Y así, una
pregunta viene a producir una gran diferencia en la vida de este hombre.
Algunas preguntas de Jesús se
demuestran más efectivas para despertar los recursos de la gente. Y esta
tercera propiedad de las preguntas logra que el cerebro se lance en busca de
los recursos necesarios para responder a la pregunta planteada. Tomemos un
ejemplo de la vida de Jesús.
“Decía también: Con qué compararemos
el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos?” MC 4,30.
A través de una pregunta Jesús
mismo estimula su cerebro para que se entregue a la acción, y utiliza sus
capacidades para dar una respuesta creativa. En efecto, la respuesta de su cerebro,
de acuerdo a la narración de Marcos, es tremendamente creativa. Elabora
entonces una parábola que le permite sugerir cómo es el Reino de Dios en
nuestra vida.
“Es como una semilla de mostaza
que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que
se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas
las hortalizas y echa ramas tan
grandes que las aves del cielo anidan en su sombra” Marcos 4,31-32.
El evangelio de Marcos, el más
breve, pone en labios de Jesús más de 60 preguntas. Las cuales son de todas
clases. No obstante lo cual, queda claro que Jesús emplea el método de hacer
preguntas. De alguna manera debe haber descubierto que las preguntas impulsan
los recursos de las personas y amplían su percepción de la realidad.
Es posible distinguir algunas
de las diferentes clases de preguntas que Jesús plantea a sus interlocutores.
La mayor parte son preguntas constructivas. También las hay de información,
clarificación, desafío y confrontación. Las preguntas constructivas son
aquellas que ponen en marcha los recursos de la persona y ensanchan su foco de
atención. Hay varios ejemplos de este tipo de preguntas. ¿Quién es mi madre y
mis hermanos? Marcos 3,33. ¿Con qué compararemos el Reino de Dios; Marcos
4,30?”.
“¿Quién dicen ustedes quien soy yo?” (Marcos 8,29). “¿Qué desean ustedes que les
conceda? Marcos 10,36.
A través de estas preguntas
Jesús impulsa a la gente, o a sí mismo, a pensar y a emplear sus capacidades,
con el fin de descubrir respuestas constructivas. Por esta razón las llamamos
preguntas constructivas.
Otras preguntas las hace Jesús
con el fin de obtener información. Antes del primer milagro de la
multiplicación de los panes, pregunta: “¿Cuántos panes tienen?- Marcos 6,38. Al
padre del endemoniado epiléptico, le lanza esta cuestión: “¿Cuánto tiempo hace
que viene sucediendo esto?” Marcos 9,21.
Al ciego de Jericó le pregunta:¿quieres
que te haga? (Marco 10,51). Y al
espíritu inmundo:¿cual es tu nombre? Marcos 5,9.
Jesús también lanza preguntas
de clarificación. Por ejemplo, “ se trae la lámpara para ponerla debajo del
celemín o debajo del lecho?” Marcos 4,21. Cuando la hemorroísa ha tocado su
manto, inquiere: “ me ha tocado los vestidos?” (Marcos 5,30). Al ciego de
Betsaida le pregunta: “ algo?” Marcos8,23. A los hijos del Zebedeo se dirige en
estos términos: “ beber la copa que yo
voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser
bautizado?”Marcos 10,38
Con este tipo de preguntas
Jesús amplía la conciencia y entendimiento de la gente. Y en un contexto
terapéutico, estas cuestiones ayudan al otro a en tender mejor sus metas, a
solucionar sus problemas, a plantearse alternativas y posibilidades de
cambio...
Las preguntas desafiantes
pueden parecer duras o agresivas. En realidad son preguntas estimulantes en
cuanto que provocan en el otro el despliegue de sus capacidades y recursos.
Jesús cuestiona a sus discípulos con estas palabras: “¿entendéis esta parábola?
¿Cómo, entonces, comprenderán todas
las parábolas?” (MC 4,13). Después de calmar la tempestad los confronta: “¿Por
qué están con tanto miedo? ¿Cómo no tienen fe?” (Mc 4,40). “Buena es la sal;
más si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaran?” (MC 9,50). Una vez
que ha expulsado a los vendedores del Templo, los cuestiona: No está escrito:
Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las gentes?” (MC 11,17). Y en
la misma Enea desafía a los saduceos: “ habéis leído en el libro de Moisés, en
lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham el Dios de Isaac y
el Dios de Jacob?” (Mc 12,26).
Finalmente, Jesús también
plantea cuestiones de confrontación Con
éstas enfrenta al otro u otros con su falta de congruencia y rectitud. Lanza
esta clase de preguntas, de ordinario, a sus oponentes.
A simple vista, diríamos que
semejantes cuestionamientos resultan destructivos. Pero, al estar orientados
hacia la verdad, pueden ser constructivos e impulsores para los fariseos,
escribas y otros que se oponen a Jesús.
Cuando Jesús dice al
paralítico, “tus pecados te son perdona dos,” los escribas piensan que Jesús
está blasfemando. De inmediato les
pregunta el Señor: “¿Por qué piensan así en sus corazones’? ¿Qué es más fácil,
decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decir: ‘Levántate, toma
tu camilla y anda. Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene en la
tierra poder de perdonar pecados (MC 2,8-lO).
En esta ocasión, tal como he
enfatizado ya, Jesús se pone a la altura de la fe de los judíos Los “iguala” en
su fe. Por lo mismo, está dispuesto a mostrar las credenciales que lo acreditan
como el Mesías. Y a causa de esta intención, no parece que las preguntas
dirigidas a los escribas tengan que ser tomadas como destructivas .Jesús les
ofrece a estos hombres la oportunidad de avivar su fe y de crecer en ella al
reconocer que Jesús es el Hijo de Dios.
En este sentido, semejantes
preguntas resultan constructivas. Jesús las plantea con la intención precisa de
abrir el corazón de sus oponentes a la verdad, el amor y la felicidad.
Por ejemplo cuando ellos
afirman que él expulsa los demonios por el príncipe de los demonios, trata de
abrirles los ojos a la verdad preguntándoles:
“
puede Satanás expulsar a Satanás?”
(MC 3,23).
c- Orienta tu energía mediante
las afirmaciones
En una ocasión, los sumos “RABINOS”,
los escribas y los ancianos piden explicaciones a Jesús. Este acaba de echar
fuera del Templo a los vendedores. Por eso las autoridades del pueblo le
preguntan: “Con qué autoridad haces esto?” El les responde con otra pregunta.
“Respondedme y les diré con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿era del
cielo o de los hombres? Respondan.” “Ellos discurrían entre sí: ‘si decirnos:
Del cielo, dirá: Entonces, ¿por qué no le creímos? Pero, ¿vamos a decir: De los
hombres. Tenían miedo a la gente; pues todos tenían a Juan por un verdadero
profeta. Responden, pues, a Jesús: No sabemos.’ Jesús entonces les dice:
‘Tampoco yo les digo con qué autoridad hago esto’” (Mc 11,27-33).
En resumen y a la luz de!
ejemplo de Jesús, podemos concluir que
el método de hacer preguntas es una forma de facilitar el crecimiento ajeno.
Y yo pienso que nuestro diálogo interno, que se realiza a base de preguntas y
respuestas, constituye la gran oportunidad para que aprendamos a elaborar
preguntas constructivas y a
eliminar las destructivas.
Las preguntas son como
programas. Ellas recogen nuestras energías y guían el foco de nuestra atención
hacia un determinado aspecto de la realidad.
Y aquí se aplica lo que dice
Jesús: “Pedid y recibiréis. Y
recibimos de acuerdo a lo que pedimos. Si tú pides lo peor, mediante preguntas
destructivas, obtendrás lo peor. Si pides a través de preguntas constructivas,
recibirás lo mejor. Tu cerebro usa sus recursos para servir tus deseos, sean destructivos
que constructivos.
Desde este punto de vista me
resulta claro que una pregunta constructiva aparece como un regalo para los
demás. Si le preguntas al otro, ¿podrías aprender de este problema?, lo ayudas
a mover el foco de su atención. Ahora él o ella puede ver el aspecto positivo de la situación.
Y todavía puedes añadir algunas otras preguntas constructivas acerca del
problema: “ sería la solución ideal de tu problema?” “¿Qué hay de bueno en este
problema?” ¿Qué es lo que todavía no es perfecto?” “¿Cómo puedes disfrutar el
proceso de resolver este problema?”
Si el pensar, en cuanto”
compartir interno”, es el proceso de hacer y responder preguntas, se puede
presumir que nuestras respuestas o afirmaciones juegan también un papel importante.
De hecho, las afirmaciones saben orientar el flujo de nuestra energía y
atención. Si tú repites, por ejemplo, “hoy quiero mantenerme unido a Jesús,” o
“quiero crecer en amor y alegría cada día,” podrás notar en tu vida los efectos
de esta clase de afirmaciones.
Las afirmaciones se vuelven más
poderosas cuando incluyen tu intención. En este contexto, intención significa
un despliegue de tu libertad con el fin de configurar una nieta.
Más todavía, con la intención
iniciamos el proceso de reunir nuestros recursos y energías. Y así, la
intención nos ayuda a dirigirnos hacia una meta concreta con pasión y decisión.
Afirmaciones como, “Dios me quiere
feliz y saludable,” expresan en palabras nuestras intenciones. Y cuando
contienen esa energía, las afirmaciones son capaces de impulsarnos hacia la
consecución de nuestras metas. De veras nos ayudan a mejorar nuestra salud,
alegría, paz, amor, etc.
Además, las afirmaciones que expresan
nuestra intención dirigen nuestra atención hacia los resultados que buscamos. Y
la atención consciente tiene el poder de reunir nuestros mejores recursos.
Cuando enfocamos algo
adecuadamente, es decir, sin esfuerzo y con naturalidad, nuestra mente tiene la
habilidad para llevar a cabo nuestros propósitos. Mediante las intenciones
podemos utilizar el poder de la mente en el campo de la salud. Si expresamos
una especie de orden a través de la intención, nuestra mente impulsará e!
proceso de mejoría, sea en la salud que otro cualquier campo de nuestra vida.
“Puedes enfocar tu atención en
aquellas partes de tu cuerpo que expresan molestia. Y con sólo situar tu
atención consciente en una fuente de dolor, puedes provocar el inicio de la
sanación, pues el cuerpo naturalmente envía energía curativa allí donde la
atención se con centra.”
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