sábado, 14 de abril de 2012


JESUS EN RAPPORT CON LA GENTE

Si rapport significa la habilidad para crear un estado de armonía, afinidad, confianza y cooperación en una relación interpersonal, entonces Jesús aparece como un maestro del rapport.

Tal vez el secreto de su gran habilidad para establecer rapport con la gente se halla a nivel de las metas. El tiene como una de sus metas principales la de crear el más profundo y perfecto rapport entre los seres humanos. Y expresa este objetivo central de su vida en la oración que dirige a su Padre antes de morir.

“Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que yo les he amado a ellos como tú me has amado a mí’ (JN 17,21-23).
Me parece claro que Jesús sueña con la creación de  relaciones que, incluso, van más allá de lo que es el rapport.
Jesús visualiza una comunión interpersonal que Dios perfecciona.
Si de acuerdo a la fe cristiana, la unión interpersonal entre el Padre, Hijo y Espíritu Santo hace de ellos un solo Dios, imagina entonces la clase de relaciones que Jesús quiere entre nosotros, puesto que pide: “Que sean uno como nosotros somos uno.”
Por otra parte, la unión interpersonal de los seguidores de Jesús brilla como un signo de la llegada del Mesías. “Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.” Al ver la unión entre los cristianos, la gente puede empezar a sospechar que allí sucede algo muy especial.

La unidad de amor en las comunidades cristianas pone de manifiesto que el Mesías, ya ha venido a la tierra.
Además, la unidad de los creyentes revela el amor de Dios para todos y cada uno de nosotros.
“Que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado y que yo les he amado a ellos como tú me has amado a mí.’
En su esfuerzo por alcanzar esta meta, Jesús crea rapport con la gente de modo admirable. Por tanto, él es un modelo insuperable para quienes deseamos incrementar nuestra habilidad para establecer rapport con los demás.


1. EL RAPPORT COMO RELACTON PROFUNDA
La creación de rapport, en cuanto estado de armonía, confianza y cooperación dentro de una relación, posee un valor especial para Jesús. El lo ha vivido por toda la eternidad. 

Como Hijo de Dios, se encuentra siempre en perfecto rapport con su Padre. Por tanto, después de su encarnación, tiende naturalmente hacia el rapport con todo inundo.
Cierto, por ser verdadero hombre, necesita desarrollar su habilidad para crear ese tipo de relación con sus semejantes. El se ha lanzado a un proceso de aprendizaje del arte del rapport, a partir de los primeros pasos. Poco a poco ha llegado a dominar dicho arte.

Sí, en efecto, la habilidad de establecer rapport con los demás es un arte. Y el primer paso hacia el dominio de este arte consiste en quererlo. Por eso Jesús comienza planteándose el rapport como una meta central. Enseguida se lanza a la acción. Tal vez sus primeros intentos los hace en relación con María, José y otros parientes suyos. Y bajo la guía y ejemplo de 

María y José va desarrollando la agudeza sensorial que le permite percatarse del progreso que logra en la relación con los demás. Y finalmente, comienza a emplear la flexibilidad que le ayuda a cambiar y  cambiar hasta que consigue crear rapport con un ser humano o con un grupo.


A- Algunas condiciones para crear rapport
Para crear rapport necesitamos tomar en cuenta ciertas condiciones esenciales, Ante todo, hace falta colocarnos en el mismo nivel de los otros. En segundo término, conviene expresar acuerdo
o alineación con ellos, O, al menos, les manifestamos algún tipo de semejanza en relación a ellos. Por ejemplo, hablar el mismo idioma nos hace semejantes. Y en tercer lugar, el rapport requiere la facilitación de estados emocionales como la confianza, armonía, afinidad, respeto, aprecio mutuo.

Jesús cumple estas tres condiciones en modo admirable y brillante. Sale al encuentro de los demás, colocándose en el nivel en que ellos se mueven,
Este proceso de colocarse en el nivel del otro, puede ocurrir a nivel de ambiente. Jesús, de hecho, proclama su mensaje en lugares donde la gente vive, trabaja, ora, convive, come, se divierte. Es bautizado por Juan en el río Jordán. Predica en la región de Galilea. Ora en las sinagogas y allí proclama la 

Buena Nueva. Visita a la gente en sus casas...
Tomemos un ejemplo sobre la habilidad de Jesús para acercar- se a los demás. “Cuando salió de la sinagoga se fije con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles” (MC1, 29-3 1).
Imagina el profundo rapport que Jesús establece con aquellos a quienes visita en su propia casa. Y al mismo tiempo, Jesús se acerca a ellos en el nivel de conductas. Come con ellos. Incluso establece contacto físico con ellos. En el texto apenas citado, vemos a Jesús que se relaciona muy de cerca con la suegra de Pedro. La toma de la mano y la ayuda a levantarse. Esta clase de conductas produce un rapport instantáneo entre los seres humanos.
Por otra parte, Jesús también sabe acercarse a los otros en el nivel de las capacidades. Por ejemplo, un día convoca a sus discípulos. “Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviar los a predicar” (MC 3,14). Más tarde, los envía de dos en dos “dándoles poder sobre los espíritus inmundos”
(MC 6,7).
Cuando ellos regresan, se reúnen con Jesús y le cuentan lo que han hecho y enseñado. Entonces tiene lugar aquel detalle en que Jesús muestra su capacidad de ponerse en 2a. posición. 

Los invita a retirarse a un lugar apartado donde puedan descansar. Pero lo importante ahora consiste en advertir que Jesús reconoce las capacidades de sus discípulos y los estimula a emplearlas efectivamente. Por ello los envía a predicar. Con lo cual establece un rapport más profundo con ellos.
Y consigue mayor profundidad cuando se acerca a la gente en el nivel de las creencias. Me imagino que Jesús intenta compren der a los escribas en este nivel. Estoy pensando en aquella ocasión en que Jesús le dice al paralítico, “confía hijo, tus pecados te son perdonados.” Los escribas piensan para sus adentros, “Pero qué habla éste. Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?’ (MC 2,5-7).
Y la respuesta de Jesús a estos pensamientos aparece como algo superior a una simple confrontación, El entiende lo arraigado de la fe judaica en el corazón de los escribas. Por tanto, se propone ofrecerles una prueba de su identidad mesiánica, de forma que ellos puedan creer que él posee 

poder para perdonar pecados. “Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son per donados,’ o decirle: ‘Levántate, toma tu camilla y anda ?’ Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dice al paralítico-: ‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.’” (MC 2,9-li).
Jesús logra profundizar todavía más su acercamiento a la gente, al colocarse junto a ellos en el nivel de la identidad. En este caso se pone en contacto con la esencia personal de la gente. Se relaciona con el centro más profundo de sus almas. Pondera el gran impacto de las palabras que Jesús dirige a 

Pedro: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (MT 16,18). Esta vez, Jesús se refiere a la identidad de Pedro. Y le muestra el cambio que Dios provoca en su ser, al transformarlo en la piedra angular de la Iglesia. Y en este nivel, el rapport entre Jesús y Pedro se torna más fuerte y más profundo. Los lazos del rapport son cordiales.

Pero Jesús sabe ir todavía más lejos. Logra acercarse a los demás en el nivel espiritual. En tal caso, el vínculo interpersonal, entre Jesús y su interlocutor, es Dios mismo. Cuando Pedro dice a Jesús Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo,” Jesús replica, “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (MT 16,16-17).

Me resulta obvio que en estos momentos Dios Padre vincula a Pedro con Jesús. Llega a tanto el rapport entre ellos, que se asemeja a los vínculos de la sangre. Por ello, Jesús pregunta,

“¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: ‘Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.’” (MC 3,34-35).

Con este ejemplo, termino lo referente a la primera condición para el rapport: acercarse a la gente en su   propio nivel.

La segunda condición es como un fruto de la anterior: mostrar algún tipo de acuerdo o semejanza respecto a la otra persona. Y Jesús se ha hecho semejante a nosotros desde la eternidad. Y sería más correcto afirmar que nosotros somos semejantes a él, puesto que él constituye el arquetipo, el patrón original que Dios ha tomado como modelo para crear a todos y cada uno de los seres humanos.

Jesús, en cuanto Hijo de Dios, procede de Padre desde toda la eternidad. Al mismo tiempo, nosotros hemos sido creados por el mismo Padre. Así que nuestro origen y el de Jesús, aunque de modo diferente,  es común. Esta similitud es subrayada por la carta a los Hebreos.
“Convenía, en verdad, que Aquel por quien todo y para quien es todo, llevara muchos hijos a la gloria, perfeccionando mediante el sufrimiento al que iba a guiarlos a la salvación. Pues tanto el santificador como los santificados tienen  todos  el mismo origen. Por eso no se avergüenza de llamarles hermanos
HEB 2,10-

Si hemos sido creados a semejanza de Jesús, “el primogénito entre muchos hermanos” (ROM 8,29), entonces él ha cumplido ya la segunda condición para el rapport. Lo que le falta es explicitar esa se que ya existe entre él y nosotros. A las personas les gustan las personas que son iguales que ellas.
B- Creación de una atmósfera amigable
Además de las dos primeras condiciones, se requiere una tercera para establecer rapport: la creación de un clima amistoso entre las personas. Y en este punto Jesús resulta excepcional. Lástima que los escribas y fariseos no se permitieron el goce de experimentar la atmósfera amigable que Jesús sabe producir.

Jesús mismo es como un manantial infinito de los mejores sentimientos: amor, alegría, paz, esperanza, optimismo, entusiasmo, etc. Es suficiente con acercarse a él para experimentar un cambio emocional. Por eso nos dice él mismo:

Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo los aliviaré. Tomen sobre ustedes mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaran descanso para sus almas”
(MT 11,28-29).

Además de emanar él mismo emociones positivas, me enseña cómo crearlas. Cuando envía a sus discípulos a predicar, les da la siguiente lección: “Al entrar en la casa, saludad (MT 10,12). El saludo oriental consiste en desear la paz al otro. Por lo que Jesús añade: “Si la casa es digna, llegue a ella vuestra paz” (MT 10,13).

Por otro lado, Jesús se muestra enormemente flexible cuando trata de generar una atmósfera emocional positiva. Supongamos, por ejemplo, que la meta de Jesús es la mansedumbre. El quiere enseñar a sus discípulos a ser mansos y serviciales con los demás.

En primer lugar, él les recomienda que lo tomen como modelo:
“Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón.”
En un segundo momento, les recomienda que aprendan de los niños.


“En aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron: quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?’ El llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: ‘Yo les aseguro: si no cambian y se hacen como los niños, no entraran en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos’” (MT 18,1-4).


Aquí, de una lección sobre la mansedumbre, hay una enseñanza muy plástica acerca del rapport. Necesitamos ser como los niños, al relacionarnos con los demás, para generar una atmósfera propicia para las relaciones profundas. De ordinario, los niños pequeños no sólo se muestran mansos y amorosos, sino también creativos y flexibles. Y nosotros necesitamos estas cualidades para establecer rapport.

Los apóstoles, sin embargo, no acaban de aprender esta lección del Señor. Lo digo al recordar aquel momento en que la madre de los hijos de Zebedeo se postra a los pies de Jesús para hacerle esta petición:
“Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu Reino.” Jesús le responde:
“No sabéis lo que pedís.” Y luego repite, una vez más, la lección que previamente les había dado: “El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el prime ro entre vosotros, será esclavo vuestro; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”
(MT20,21-22 .26-28).

Y después de este incidente, los apóstoles siguen sin entenderla lección sobre el rapport. Por tanto, Jesús cambia la forma de darles su mensaje al respecto. Y ahora decide 
emplear una forma más directa e impactante.
Se pone a lavar los pies de sus discípulos. Y enseguida les explica:
“Ustedes me llaman ‘el Maestro’ y
‘el Señor,’ y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado ejemplo, para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes” (JUAN 13,13-15).

Jesús tiene una meta clara: enseñar la necesidad de mansedumbre y flexibilidad para crear rapport. Y actúa con flexibilidad, cambiando la forma de explicar esa necesidad.

Al mismo tiempo, establece rapport con sus discípulos a la hora de darles semejante lección. Jesús hace él mismo lo que enseña. Tú puedes valorar el hecho de ponerse a lavar los pies de sus apóstoles. Les produce bienestar con el agua fresca y la limpieza. Los toca con respeto y amor. Los hace sentir a gusto. 
Y esto, precisamente, es rapport.
La flexibilidad presupone que posees una rica variedad de alternativas. Y en tales condiciones puedes mantenerte cambiando mis conductas, hasta que finalmente consiga lo que quiero: establecer rapport con la persona o grupo.

En la actualidad tenemos evidencia científica acerca de la necesidad de alternativas. Porque cada persona o grupo es diferente, necesitas adaptarte. Y a impulsos de la flexibilidad, puedes escoger entre las alternativas de que dispones.

Cada uno de nosotros es un sistema. Lo que significa que, en cuanto individuos, somos mucho más que la suma de las partes que nos constituyen. Somos, pues, una totalidad orgánica. Y dentro de esa totalidad, cada parte afecta a las partes restantes y al conjunto en su totalidad.
Cuando interactuamos con otro individuo, el pequeño grupo de dos personas constituye también un sistema. Todo grupo es igual mente un sistema. Y la persona más flexible dentro del grupo de muestra ser la más influyente.
Esto significa, en palabras más sencillas, que si tú dispones de una mayor variedad de conductas alternativas, entonces podrás tener el control de tus interacciones con el otro individuo o con el grupo.

Si los discípulos de Jesús tienen tres formas de resistir sus enseñanzas, pero Jesús posee suficiente variedad en sus recursos, entonces podrá enfrentar la resistencia de sus discípulos cada vez que ellos se defiendan. Y al fin, Jesús podrá controlar el resultado de sus interacciones con ellos. Y tarde o temprano, podrá instalar en ellos un nuevo aprendizaje. Tal vez consiga que sepan conducirse como verdaderos seguidores suyos.
Considero un ejemplo de mi vida familiar. Imagino un niño de ocho años que constantemente me interrumpe quejándose de aburrimiento. Si yo dispongo sólo de una sugerencia para invitarlo a una nueva actividad, corro el riesgo de perder el rapport con él.
 Esta posibilidad se convertirá en una realidad durante un día lluvioso. Pero si tienes varias sugerencias para proponerle, podrás conservarlo en paz y tranquilo, y el chiquillo estará feliz y entretenido. El truco consiste en disponer de una buena variedad de alternativas. Si el monto de tus alternativas es mayor que el de la otra persona, tendrás una variedad suficiente para controlar y dirigir la situación de acuerdo a tus metas.


2. EL ARTE DE ESPEJEAR  E  IGUALAR EN JESUS

La variedad de respuestas alternativas es necesaria para aprender el arte de espejear e igualar. Estas dos actividades son esenciales para establecer rapport. Sin ellas resulta casi imposible lograrlo.
Espejear e igualar son dos aspectos de nuestro esfuerzo personal por volvernos semejantes a la otra persona. Y el significado de una y otra actividad es muy parecido. En concreto, espejear quiere decir que nos volvemos como un espejo que repite los mismos gestos y conductas de la otra persona. 
Si estás frente a un individuo que se lleva la mano a la frente para rascarse, lo espejeas al llevar tu mano, tal vez un poco más arriba de la frente, para rascarte tú también.
Al igualar a otro ser humano, intentas hacerte igual que él lo más posible. Por tanto, haces tuyos algunos aspectos de sus conductas, capacidades, creencias, identidad y espiritualidad. 
Por lo menos, puedo copiar su postura corporal, gestos, expresiones faciales, modos de hablar, tono de voz, ETC. Si hago esta imitación en forma sutil, me ayudare en la creación de sentimientos de confianza y rapport entre mí y el otro.
A- Niveles del igualar en Jesús

Me atrevo a sostener que Jesús no tiene igual en su habilidad para igualar a los demás. La carta a los Hebreos enfatiza que Jesús ha sabido hacerse igual que los hombres en todo, excepto en el pecado.

“Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado”
HEB 4,15.

En este texto se nos recuerda que la Palabra eterna del Padre se ha hecho hombre de verdad. El sabe que a las personas les gustan las personas iguales a ellas. Por esto se ha hecho en todo igual a nosotros. Así procura caemos bien y que le tengamos confianza y creamos en él.

Y por ser exactamente igual a nosotros, tiene la capacidad de entendernos desde nuestra propia condición. Por tanto, en carne propia sabe comprender nuestro sufrimiento dolor, angustia, tristeza, placer, gozo, entusiasmo, amor, etc.

Por eso tuvo que asemejarse en todo a sus hermanos, para ser misericordioso y Sumo Sacerdote fiel (HEB 2,17).

Cierto, la encarnación del Hijo de Dios y su voluntad  de asemejarse en todo a nosotros tienen varios propósitos, Uno de ellos consiste en buscar el establecimiento de rapport con nosotros.

Los quiero mucho pepe 

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