COMPROMISO DE CRECIMIENTO
PAI SER FELIZ CON MI PAREJA
Y NO PELEAR
1.
Me compro para hablar de ni desde mi propia intimidad, expresando lo que yo “siento”
en este momento y no hablar nunca del otro o de los otros.
2.
Evitaré todo tipo de juicio o enjuiciamiento. Ejemplo: “Tú estás equivocado,
tú no me entiendes. Eso es una tontería, etc.”. No usaré el “tú”, ya que es
mortal en el amor. Aunque fuera positivo, es un peligro constante. Con la
facilidad que puedo decir “tú eres estupenda”, “lo que dijiste es fantástico”,
sigue siendo juicio y se puede pasar en seguida a decir “tú eres una idiota”,
“lo que afirmas es absurdo”, etc. Todo juicio pone en peligro al otro, porque
así corno puede calificar bien, puede calificar mal. Si cada uno habla de sí,
de lo que siente, es auténtico, dice lo que siente y lo que piensa; el sentir
no ofende, porque es lo más personal y original de cada persona.
3.
Los sentimientos, lo que yo siento, son sagrados. No se debe ni se puede juzgar,
sólo se puede acoger. “Eso te pasa, eres tú y te acojo tal como eres”. Sin
calificarlo de bueno o malo, sino de real y verdadero. “Así eres tú y te acepto
y respeto como eres, como te manifiestas, pero tu sufrimiento puede despertar
en mí otro sentimiento de agrado o desagrado, y yo lo puedo expresar y será tan
auténtico como el que tú expreses. Es válido para mí como fue válido para ti”.
El no juzgar permite a cada persona sentirse respetada y valorada en lo que es,
y no es exigida a ser lo que le gusta al otro.
4.
Algunas preguntas válidas para hacer funcionarlo, familia. Como por ejemplo:
¿qué sentimos por dentro, ahora, aquí, al escuchar lo que hemos escuchado?,
¿qué nos pasa por dentro?, ¿qué nos hace expresar en lo personal?
5.
Respeto el silencio.
No tener miedo al silencio que se produce al hacer una pregunta. Hay silencios
sociales que son signo de rechazo, pero hay silencios, en grupos corno éstos,
que son de reflexión, de interiorización de la pregunta, de búsqueda de
reacciones internas, para poder expresarlas convenientemente. Darles tiempo, es
respetar la dinámica interna.
6. Los sentimientos son reacciones espontáneas, nacen solos, no
se pueden forzar. Son fugaces, aparecen y desaparecen. Hay que aprender a
captarlos, a retenerlos, en el momento en que aparecen.
7. Etapas en la expresión de
sentimientos. Para poder expresar mi sentimiento, yo necesito tres etapas:
a) identificarlo;
b) darle su nombre;
c) expresarlo.
8. Ejemplos de sentimientos.
Estos son: “Siento ganas de.,.”, “siento temor al ver que nadie habla, siento
malestar al constatar que lo que dije no tuvo
Respuesta”...
“Siento paz, serenidad,
alegría, preocupación, molestia porque nadie tomó en cuenta lo que dije”...
“Siento ganas de salir luego y conversar de esto con mi pareja”, etc. Los
sentimientos son todos válidos, dignos de ser acogidos y tomados en cuenta sin
enjuiciamiento por ser buenos o malos, en su realidad interior; siempre son
dignos de respeto.
9. Evitará la confusión. Es muy
importante que no confunda un sentimiento con lo que se quiere hacer aparecer como
sentimiento, y ese cambio es un juicio. Por ejemplo, “siento que tú estás muy
enojado” (el sentimiento nunca lleva un ‘que’).
El “siento que” siempre es traidor.
Porque es un pensamiento y no un
sentir.
•La verdad es otra: veo que
estás enojado (el enojo está fuera de mí), está en ti, Siento susto, siento
pena, siento ganas de ayudarte), está en
mí.
1O. Distingo entre hablar
“desde la cabeza” y “des de el corazón” (yo profundo). Hablar sólo con la cabeza
es hacer discursos, resumirlo que se dijo, tratar de convencer, sacar razones y
ex es decir, cosas que están fuera de mí, que se ven y se pueden describir,
pero que todos pueden ver y comentar, basta ser inteligente. Hablar desde el
corazón es expresar lo íntimo y original de cada uno. Nadie puede reemplazar a
nadie en resolver lo que siente. Cualquiera de los presentes puede resumir lo
dicho y destacarlo, más o menos bien según la capacidad para expresar lo que me
pasa por dentro, en el corazón, lo que yo siento en ese momento en mi
intimidad, sólo lo puedo hacer yo y eso es la riqueza de la comunicación interpersonal.
11. Conversación y
comunicación. La conversación consiste en expresar ideas, opiniones, realidades
externas, acontecimientos, impresiones. Es interesante y entretiene. La
comunicación consiste en expresar sentimientos, intimidades, las reacciones
internas y persona les de cada uno, y enriquece. La gracia está en “enriquecerme” y no sólo en
“entretenerme”
Dios nos perdona siempre
AMAR ES SABER PEDIR PERDÓN Generalmente
consideramos el perdón como algo que el ofendido da al ofensor después de la
ofensa y después de un tiempo -por lo menos un momento-de reflexión o
indecisión. “Sí” es la respuesta ideal a la pregunta: ¿quiero perdonar o no?
Esta es una forma muy humana de considerar el perdón, pero no es la de Dios,
puesto que él jamás se plantea esta pregunta.
El perdón de Dios
Jesús nos ha revelado el pacto
eterno del amor
Misericordioso de Dios con
nosotros y lo ha sellado con su
Sangre:
El mismo es el “Sí” irrevocable de Dios a la
Familia humana.
”PADRE, PERDÓNALOS NO SE DAN
CUENTA LO HACEN”
El nos dijo y demostró que
Dios, sin
Ambigüedad alguna, es don de Sí
para nosotros. Este es
El verdadero sentido de su
perdón:
Dios tiene permanentemente con
nosotros la postura del dar: antes,
durante
y
después
de nuestro pecado. Solamente hemos de
Aceptar esto con fe y gratitud.
“Si decimos que no tenemos
pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no hay verdad en nosotros;
Pero si confesamos nuestros
pecados, Dios que es fiel y
justo nos perdonará y nos
limpiará de toda injusticia”
1 Juan 1,8.
Dios es, todo él, un dar; lo
único que nos pide es que aceptemos lo que nos da y lo compartamos: que
aceptemos a Jesús como manifestación suprema de su amor y que lo transmitamos a
los demás:
“Su mandamiento es que creamos
en su Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a otros como él nos tiene ordenado”
1 Juan 3, 23.
Cuando fallamos en cualquiera
de estos mandamientos, pecamos y necesitamos el perdón y la purificación de
Dios que están siempre disponibles para nosotros.
Nunca llegamos a creer
plenamente en el amor de Dios, ni llegamos tampoco a transmitirlo plenamente a
los demás; es por eso que todos somos
pecadores. Jesús nos ha hecho tomar conciencia de este pecado cuando dijo:
“No he venido a llamar a
hombres perfectos sino a pecadores” Mateo 9, 13.
Un
padre misericordioso.
Una de las parábolas más
eficaces del Nuevo Testamento es aquella en que Dios nos da una descripción de
sí mismo y nos muestra su misma esencia en acción
Lucas
15, 11-32.
En
ella nos habla de un padre amoroso que había dado a sus hijos todo lo que
poseía. Uno de ellos; egoístamente, dejó el hogar después de haber vendido lo
que le tocaba en herencia.
Nada
en el relato indica que el padre se enojara con él o dejara de quererlo, ni
siquiera por un momento.
Lo
amaba cuando vivía y trabajaba en su hacienda; lo amaba cuando él pidió su
parte para venderla; lo ama ba cuando se fue lejos del hogar para vivir a su
manera; y lo amaba cuando, después de muchos años, volvió a casa sin un
centavo.
Cuando
su hijo regresó, el padre no le echó en cara su egoísmo ni le pidió cuenta de
la vida que había lleva do, hi tampoco le exigió reparación alguna y ni
siquiera que le prometiera no volver a hacerlo nunca más.
Ésta
es la postura permanente de perdón que Dios tiene para con cada uno de nosotros.
Esta “buena noticia” parece
demasiado buena para creerla.
Observemos que el padre pidió
cuatro cosas, pero no a su hijo sino para su hijo: que aceptara la mejor ropa
que había en casa, se pusiera zapatos nuevos y llevara de nueva el anillo de su
herencia y, luego, el festín y la danza.
Amor antecedente
Como todo buen padre cuyo hijo
puede volverse drogadicto, nuestro buen Padre del cielo continuamente
Nos libra del pecado y nos cura
de sus efectos y de su esclavitud.
Se fija más en nuestras
victorias que en nuestras derrotas, en los éxitos más que en los fracasos. Su
actitud de perdón es corno la de un médico que siempre está tratando de
curarnos y nos anima para que estemos perfectamente;
Sanos
y brillantes de su presencia.
No es un refunfuñar “lo
olvidaré por esta vez”, sino un amor antecedente y continuo que una mentalidad
mezquina y sin fe nunca podrá aceptar del todo.
“Por lo tanto, acerquémonos con
confianza al Dios que nos tiene reservada su bondad; ahí nos esperan su
misericordia y su gracia y se nos dará la ayuda que necesitamos”
1 Corintios13, 4-7.
Perdonarme
a mí mismo
A menudo se dice que la gente
se perdona a sí misma demasiado fácilmente. Sin embargo, esto no es ver dad,
excepto en el sentido de que no reconoce su falta o no pide perdón cuando debería
hacerlo. Pero el verdadero perdón implica mucho más que esto. Es una aceptación
cada vez más profunda, en nuestra vida, de la misericordia de Dios que redime y
libera.
Nosotros mismos, gastando
inútilmente energía en nuestros egoísmos y pecados.
Agradezcamos al Señor este don,
como lo hacían los primeros cristianos: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que nos bendijo desde el cielo, en Cristo, con toda clase de
bendiciones espirituales... Pues en él, la sangre que derramó paga nuestra
libertad y nos merece el perdón de los pecados” Efesios1, 3-7.
Porque, con el perdón de los pecados nuestro Padre celestial nos ha dado la
libertad:
“Él nos arrancó del poder de
las tinieblas y nos trasladó al Reino de su Hijo amado. En él nos encontramos
liberados y perdonados” Colosenses 1, 13-14.
Si vivimos culpándonos o
seguimos actuando egoístamente, estarnos rechazando esta libertad.
Perdón y
culpabilidad
La culpabilidad es la
convicción o el reconocimiento de que hemos dejado de hacer lo que sabíamos que
deberíamos haber hecho.
Generalmente va acompañada por
un sentimiento de inconformidad o de pesar (remordimiento).
Conviene distinguir:
— la culpabilidad neurótica,
que nos hace sentir culpables aun cuando sabemos que ya no lo somos;
— la culpabilidad legal, por la
cual sabernos que hemos violado una ley, intencionalmente o no;
Perdón y libertad
El perdón es el don de
Vivir en ella, en lugar
Aceptar la libertad de Dios y
de quedarnos encerrados en
Perdón y pecado
— la culpabilidad social, por
la cual nos sentimos incómodos cuando actuamos en contra de las normas y
costumbres de la sociedad;
la culpabilidad moral, por la
cual sabemos que hemos actuado en contra de nuestros propios principios.
Ninguna de ellas coincide con
la culpabilidad cristiana, puesto que por ella sabemos y sentimos que hemos
actuado contra las expectativas y esperanzas de un Padre amoroso y nos hemos
hecho daño a nosotros mismos.
“Nosotros que hemos muerto al
pecado, ¿vamos a seguir todavía viviendo en él Pues, al ser bautizados, fuimos
bautizados junto con Cristo para compartir su muerte, a fin de que, al igual
que él, que fue resucitado de entre los muertos para la gloria del Padre,
también nosotros caminemos en una vida nueva” Romanos 6, 2. 4.
La verdadera culpabilidad
cristiana es reconocer que hemos rechazado esta nueva vida y no tanto que hemos
violado una ley, desafiado una costumbre o quebrantado unos principios. Cuando
se basa en esto, generalmente el sentimiento de culpa dura mucho tiempo, hasta
que se expíe.
La culpabilidad neurótica exige
alguna forma de expiación incesante. En cambio, la culpabilidad cristiana, al
mismo tiempo que reconoce el pecado, acepta el perdón de Dios. Y al perdonarse
a sí mismo, el creyente cristiano no pierde el tiempo en automatizarse y castigarse,
lo cual sólo lleva al desaliento y aun a la desesperación.
Ante este ofrecimiento de
perdón sin límites, san Pablo temía que los cristianos de Roma sintieran la tentación
de preguntarse:
“y a seguir pecando para que Dios se muestre aún
más bondadoso” Romanos 6, 1.
Y contesta que, por el
contrario, este ofrecimiento de Dios es un
motivo para no pecar:
¡Claro que no! Nosotros que
hemos muerto al pecado, ¿vamos todavía a seguir viviendo en él?... Al igual que
Cristo, quien fue resucitado de entre los muertos por el glorioso poder del
Padre, nosotros también debemos vivir una vida nueva...
“También ustedes considérense
muertos respecto al pecado y vivan para Dios en Cristo Jesús;” Romanos 6, 2. 4.
11.
Por consiguiente, tanto el
masoquismo mental y el recriminamos a nosotros mismos como el seguir pecando,
impiden que nos entreguemos a nosotros mismos el perdón y la gracia de sanación
que Dios nos ofrece en Cristo.
Perdonar a los demás
También aquí debemos observar
que, para muchos, perdón significa la voluntad -aun con un cierto resentimiento-
de no castigar al otro o de no mantener una conducta ofensiva hacia él.
Esta actitud tiene lugar
después. Pero, corno vimos anteriormente, ésta no es la descripción adecuada de
la benevolencia y del perdón, antecedentes de Dios.
Él tiene una actitud permanente
de perdón hacia nosotros.
El modelo del perdón.
Jesús dejó claramente
establecido que en esto hay un solo modelo y es nuestro Padre celestial.
“Pero yo les digo: —Amen a sus
enemigos y oren por quienes los persiguen. Así serán ustedes hijos de su Padre
que está en el cielo... Ustedes deben ser perfectos como su Padre que está en
el cielo es perfecto” Mateo 5,44-48
El autor otras palabras:
De la Carta a los Efesios dice
lo mismo con
“Sean
buenos y compasivos unos con otros, y perdónense unos a otros como Dios los
perdonó a ustedes en Cristo”
Efesios 4, 32.
Este es el único ideal del
perdón cristiano: perdonar como lo hace Dios.
Esto mismo es lo que nos enseña
la parábola del funcionario que no quiso perdonar:
Entonces el rey lo mandó llamar
y le dijo: - Miserable! Todo lo que me
debías te lo perdoné en cuanto me suplicaste. ¿No era tu deber tener también
compasión de tu compañero como yo la tuve de ti?” Mateo18, 32-33).
Aunque el perdón de Dios sea
permanente, no puede alcanzarnos mientras no lo transmitamos a los de más. La
misericordia de nuestro Padre no llega sola mente hasta nosotros, sino que, a
través de nosotros, debe llegar a los demás: de lo contrario, no nos llega en
absoluto:
“Sean compasivos corno también
su Padre es compasivo;.. Perdonen y Dios los perdonará” Lucas 6, 36- 37b.
Es lo que nosotros mismos
declaramos y pedimos en la oración de cada día:
“Y perdónanos nuestras deudas,
así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”/Mateo6, 12.
Y Jesús añade:
“Queda bien claro que si
ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, su Padre que está en el
cielo les perdonará también a ustedes” Mateo 6, 14.
El motivo del perdón
Perdón
El motivo último es que, por
cualquier mal que ha gamos, Dios nos perdona y nos pide que hagamos lo mismo
con los demás.
Así, Dios me llama a tener una
postura permanente de perdón hacia los demás y me hace capaz de ello: algo
menos que esto no sería suficiente
En una ocasión, Pedro preguntó
acerca de esto, después de haber dicho que estaba dispuesto a perdonar hasta
siete veces al que lo ofendiera. Pero Jesús hizo a un lado este ofrecimiento
tan generoso en apariencia y exigió a sus seguidores una actitud permanente de
perdón sin límites:
“Siete veces no, sino setenta veces siete” Mt 18,
San Pablo seguía a su Maestro
cuando exhortaba a los cristianos de Corinto:
“De cualquier manera, ya es
ciertamente un mal el simple hecho de tener un pleito entre ustedes. ¿No sería
mejor sufrir la injusticia y que les quitaran algo? Pero sucede todo lo
contrario. Ustedes cometen injusticias y despojan a los demás; ¡y esto a
hermanos!” 1 Corintios 6, 7-8.
Esto es mucho pedir y hasta
imposible mientras no se tenga una experiencia profunda del amor misericordioso
de Dios en la propia vida.
Una vez más recalquemos que la
actitud de perdón es un querer perdonar siempre a los que nos ofenden y es
comprender siempre que los demás, tarde o temprano, nos ofenderán. Esto,
naturalmente, no impide decir les que nos han herido y pedirles que no lo sigan
haciendo.
“Tengan paciencia unos con
otros y perdónense si uno tiene motivo de queja contra otro. El Señor los ha
perdonado: hagan ustedes lo mismo” Colosenses 3, 13.
Este amor que siempre perdona
es un ideal al cual nos llama Dios y que es posible realizar con su ayuda.
“El amor es paciente y
bondadoso, no se deja llevar por la ira, ni guarda rencor. Disculpa siempre,
confía siempre, espera siempre, aguanta siempre” 1 Corintios 13, 4-7
Los sentimientos sólo me
indican cómo están mis necesidades psicológicas y espirituales de primera magnitud.
La necesidad espiritual vital más importante es el Amor.
Mis sentimientos son
instantáneos y me indican cómo están mis estanques ,mis necesidades espirituales.
Lo que importa realmente frente a ellos son las decisiones. Por eso el Amor es
una decisión que podernos desgranar así:
Amarte:
Es
Sentirte conmigo; aceptarte tal
como eres.
Es llamarte.
Es ayudarte.
Es saber pedir perdón siempre.
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