martes, 13 de marzo de 2012

Rasgos de Mi Propia Identidad


• RASGOS DE MI PROPIA IDENTIDAD


1.1 Yo soy luz humana y  cada quien merece estimarse y respetarse a sí mismo sin límites hasta la eternidad


En este punto presupongo, con la Biblia y la psicología
 Actual, que el ser humano  es más que el alma sola. Aunque ésta perdura más allá de los cambios, del devenir personal y de la muerte, no representa la totalidad de la persona humana. Ésta es, de hecho, la unidad sustancial de alma y cuerpo.
 Por tanto, la dimensión corporal pertenece a mi esencia más profunda.
— Por otro lado, de acuerdo a la física contemporánea, los átomos que configuran mi  cuerpo humano contienen partículas subatómicas.
Éstas son como las bolitas de plomo o municiones que las escopetas  disparan. En realidad, las partículas subatómicas aparecen como paquetes de energía. Y se comportan, en definitiva como ondas de energía.
La energía puede ser equiparada a la luz. En efecto, la luz
Es energía. Entonces resulta adecuado afirmar que el hombre, en su dimensión corporal, es luz.         “tú y yo lo somos”

Esta afirmación, obviamente, nos remite al Nuevo Testamento, a partir de Jesús, se sostiene que el hombre es
Luz.  Por ejemplo, Jesús señala con énfasis positivo:
“Ustedes son  la luz del mundo... Brille vuestra luz” ante los hombres de modo que al ver tus buenas obras, glorifiquen a
Tu  Padre del cielo” (Mt 5,14. 16).
Es patente que esta afirmación tiene una connotación
 Espiritual y no de tipo físico. Sin embargo, vale la pena recordarla para dar relieve a lo que nos dice la física: tú eres luz, porque tu cuerpo está hecho de energía.
1) Adopta una postura corporal cómoda. Fija tu mirada en los colores y en la luz que hay en tu ambiente. Afloja tu respiración y deja que la tierra atraiga, hacia su centro, las distintas partes de tu cuerpo.
2) Durante tres minutos repite, una y otra vez, “soy luz”, “soy luz”, “soy luz”. Si quieres, puedes tener los ojos abiertos para ver los rayos del sol o alguna otra luz. Si prefieres, cierra tus ojos e imagina una luz. Si no quieres visualizar la luz, simple mente concéntrate en la palabra “luz”, y repite con tranquilidad, “soy luz”.
3) Detecta las sensaciones y sentimientos que experimentas después de estar repitiendo, durante sólo tres minutos, “soy luz”.
4) Advierte que, cualquiera que haya sido tu experiencia, la luz es positiva, constructiva, hace posible la vida, da lugar a los colores, hace posible la visión y llena de hermosura y de primores esta tierra.
5) Por tanto, si no has conseguido despertar sentimientos de autoestima con la simple repetición de la frase, “soy luz”, puedes despertar en ti mismo la sospecha de ser merecedor de estima y respeto porque eres luz._
6) Elige si, de hoy en adelante, cada vez que veas una luz especial -el amanecer, el sol, alguna lámpara, el crepúsculo, la luna, las estrellas, el brillo de una sonrisa, etcétera-, te quieres repetir: “soy luz”, “soy luz”, “soy luz”.
En mi comunidad, comparto con mis hermanos la experiencia que he tenido con este ejercicio.”Me decido y comprometo a ser luz, para siempre”

Con mis hermanos en la “fe” o en forma personal, reconozco que está en manos de mi  libertad la posibilidad de reconocerme como luz, esto es, como una criatura esencialmente bella, positiva, benéfica, capaz y valiosa.
Yo existo porque soy triunfador
Todos queríamos (los millones de es permios ), llegar a la misma meta: a  la perla preciosa de la vida que mi madre había preparado al calor de su vientre. Todos corrieron hacia esa célula maravillosa, Todos querían conquistar el don de la vida.
Pero yo  llegue a la meta primero que ellos. La membrana de “la perla” materna se abrió y me acogió como si me estuviera esperando. Apenas entré, la puerta se cerró. En condiciones normales, ningún otro consiguió entrar.
Con un triunfo yo mismo conquisté el regalo de la vida. Sí. Es verdad. Mi vida es un don de Dios. Te me ha concedido por medio de mis padres. Sin embargo, decidió entregármelo mediante mi  propia libertad e iniciativa. Quiso que yo, desplegando mi pequeña libertad de entonces, lo conquistara con una victoria mía.
Después de fusionarse el núcleo de mi célula masculina con el núcleo de la célula materna, me formé en un triunfador. Efectivamente, de esa célula inicial proceden todas las
Células que actualmente configuran mi cuerpo. Así que, sin retóricas ni redundancias, yo soy un triunfador. Éxito porque soy  triunfador. Si no fueras triunfador, no existiría.
1) Adopta una postura corporal cómoda y relajada. Escu chas los sonidos que hay en tu ambiente. Cierra tus ojos y deja que tu ánimo se tranquilice.
2) Advierté que libre de seguir olvidando que eres triunfador o de continuar aumentando la conciencia de que Dios te ha dado la vida con un triunfo tuyo.
3) En cualquier caso, nada te cuesta disfrutar ahora la
Experiencia de repetir, durante dos o tres minutos, “existo, porque soy más esencial de mi aporte personal para que mi concepción tuviera lugar ser triunfador”. “Existo, porque soy triunfador”. “Existo, porque soy triunfador”.
4) Si he decidido seguir incrementado la conciencia de que soy triunfador, planea la forma de repetir cada día la frase, “existo, porque soy triunfador”.
5) Concretizo mi afán de seguir triunfando, haciendo
 Referencia a mi proceso de liberación personal. Esto significará que, apoyado por la gracia (fuerza divina), quiero  triunfar desarrollando mi  libertad para amar.
6) Me  convierto, por último, en un observador de mi mismo. Reconozco que un  triunfador  y, por lo mismo, aparezco como un ser llenó de posibilidades, capacidades y valores.
Compartiendo con mi comunidad poder estimularnos a triunfar en amor a como de lugar.

1.3           Soy persona, un diamante  maravilloso para siempre
-
De acuerdo a la Biblia, como ser humano pose la dignidad ye de persona. A partir de ciertos rasgos mensurables y concretos, Rogers describe el “proceso de convertirse en persona” Cierto, cada ser humano es una persona. Nadie lo niega ni lo duda. Es una realidad aceptable. Sin embargo, todo individuo es persona solamente en forma potencial.
Tengo la posibilidad de convertirme en persona, porque soy persona en germen. E igual que el camino ordinario para convertirme en persona es, más que nada, la experiencia del amor incondicional.
 Cuando alguien me  ama sin condiciones, me hace sentir que soy valioso y merecedor de estima y respeto. Me hace sentir que a nivel de ser o identidad, sin ninguna referencia especial a lo que hago o posea.
Sin embargo, también puedo intentar un camino personal para reconocer me persona. En la medida en que como tal, que soy digno de estima y amor.
Adopto una posición corporal cómoda. Escucho los
Sonidos del lugar. Percibo los colores que me rodean. Capto la temperatura de mi rostro. Suelto mi respiración.
2) Recuerdo algunos detalles que me caracterizan como un ser “único e irrepetible”: mi cuerpo, rostro, modo de sentir,
Opiniones, etc.
3) Despliega mi autoconciencia y advierto el color de la ropa que llevo puesto, el peinado de mi cabello, el ritmo de mi respiración, el sentimiento que ahora predomina en mi ánimo.
4) Evoco alguna experiencia en la que yo  reconocí.
Propietario  o responsable de mis pensamientos, sentimientos o comportamiento. Reviso ese momento en que me sentí responsable.  
¿Qué veo  en esos instantes?
¿Qué escuché  en ese lugar?
¿Qué sentí  en mi cuerpo y en mi ánimo al admitir mi propia responsabilidad?
5) Trae a la memoria alguna ocasión en que, en modo
Consiente  y deliberado, he utilizado  mi libertad personal. Miro el lugar donde de esta experiencia. Escucho de nuevo lo que allí oí. Siento en mi cuerpo y en mi  ánimo la sensación y el sentimiento que entonces experimente.
6) Revivo  alguna situación en la que desplegué, concreta y efectivamente, mi capacidad de amar. Vuelvo al lugar donde ocurrió. Veo y escucho  lo que allí veía y escuchaba.
Siente de nuevo toda semilla, que necesito  germinar y desarrollar y alcanzar su plenitud. 
7) Recojo en una especie de fotografía las cinco escenas o imágenes en que me revelo como un ser UNICO e IRRE PETIBLE, AUTO-CONSCIENTE, RESPONSABLE, LIBRE y CAPAZ DE AMAR.
8) Mientras contemplo en mi mente esas cinco escenas, repito  una y otra vez durante tres minutos: “soy persona feliz “soy persona feliz”, “soy persona feliz”,”.
9) Establezco en qué momento del día puedo garantizar la repetición de esta misma experiencia.
Si formas parte de una comunidad de buscadores de excelencia, planeamos  juntos con ellos un camino para impulsarnos recíprocamente en el proceso de convertirnos  en personas.
Tal vez, por cuenta propia, puedo desplegar la actitud de amor y respeto recíproco, con el fin de acelerar dicho proceso. Aunque, por ahora, el acento recae en la realidad de persona. Simplemente porque somos personas somos acreedores de la autoestima.  -

1.4” Soy imagen de Dios”
Ya en sí la palabra persona sugiere que cada uno es valioso, capaz y digno de estima y respeto. Aquí, en el ser personal de cada criatura humana se siembran los derechos humanos.


“Y dijo Dios: ‘llagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que ellos dominen los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los reptiles’.
Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gen 1,26-27).
En efecto, todo lo que soy y todo lo que hay en mí de alguna manera, refleja  el ser mismo de Dios.
Es  en verdad  imagen de Dios. De ahí que el salmista alabe a Dios por la creación del ser humano:
Lo has hecho poco menos que un dios, de gloria y honor lo has coronado, le has dado el mando sobre las obras de tus manos; todo lo has sometido bajo sus pies” (Sal 8,6-7).
Porque el hombre está hecho a imagen de Dios, es posible que Dios sea representado, como hace la Biblia, con imágenes y comparaciones humanas. Tanto más que, en la plenitud de los tiempos, Dios mismo en la persona de su Hijo, se hizo hombre.
Jesús, en efecto, “es la imagen de Dios invisible” (EF 1,15), “pues en él reside corporalmente la plenitud de la divinidad” (EF2,9). En razón de esto, san Ireneo explica que, para crearnos a su imagen y semejanza, Dios nos hizo a imagen de su Hijo que se encarnaría en el tiempo establecido por El.
En consecuencia, todo lo que hay en mi está hecho a imagen de Dios:
• CUERPO (vida, sentidos, cerebro, etc.)
• PENSAMIENTO (representación, memoria, conocimiento, etc.)
• SENTIMIENTO (estados de ánimo, emociones, etc.)
• COMPORTAMIENTO (capacidad de actuar y crear)
• LIBERTAD PARA AMAR
• ALMA o IDENTIDAD
1) Tomo una postura corporal cómoda y relajada. Suelta mi respiración. Percibo los colores y sonidos de mi entorno.
2) Reviso mi cuerpo y fija tu atención en alguna de sus
 Cualidades que más me sorprenden.
3) Pienso por unos momentos, que soy capaz de pensar. Pienso en las enormes posibilidades que mi pensamiento me ofrece.
4) Advierto cuál es mi estado de ánimo y sentimientos que
Palpitan,  ahora mismo, en mi corazón.
5) Reconozco mis habilidades  para actuar y considero algún
 Pensamiento u obra original que Yo podría  crear.
6) Admira mi propia libertad, sobre todo mi libertad para
AMAR.
7) Valoro MI centro personal mi espíritu que da cohesión y
     Unidad  a todas las distintas partes de mi personalidad.
8) Teniendo en mente uno o más de estos atributos de mi
Ser, repite con admiración y gratitud, “soy una imagen de Dios”, “soy una imagen de Dios”, “soy una imagen de Dios”. Tómate dos o tres minutos en esta toma de conciencia.
9 Comparte con alguien la experiencia que se aviva en MI
Ser al reconocer este rasgo central del núcleo de MÍ identidad.
Si este ejercicio ha sido realizado en COMUNION, entonces pueden ayudarse unos a otros a elaborar un plan. Se trata de garantizar un momento cada día para reavivar la conciencia de ser, cada uno de nosotros, una “hermosísima y acabada imagen de Dios”, como nos recuerda san Juan de la Cruz.


1.5 Soy hijo de Dios
El único Hijo de Dios desde toda la eternidad, es Jesucristo. Nosotros llegamos a ser hijos de Dios a través del mismo Cristo.
En el prólogo de su evangelio, san Juan describe al Hijo de Dios encarnado como la “luz verdadera”. Luego afirma, “a los que la recibieron los hizo capaces de llegar a ser hijos de Dios” (JN 1,12).

Por medio del bautismo, que en las religiones no Cristianas ocurre a nivel de “un deseo implícito”, los hombres somos renovados en el núcleo más profundo de nuestro centro personal. Esto lo sostiene Jesús cuando dice a Nicodemo:
“Si uno no nace de agua y Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. De la carne nace carne, del Espíritu nace
Espíritu. No te extrañes si te he dicho que hay que nacer de nuevo” (JN 3,5-7).
Por el poder del Espíritu y unidos al Hijo, llegamos a ser verdaderos hijos de Dios. Así todo creyente “es una criatura nueva” (2 COR 5,17).
El núcleo, pues, de MI identidad consiste en que soy hijo de Dios. Nada hay en mí que sea más valioso, profundo, digno de estima y perfecto que mi realidad de hijo de Dios.
Delante de mi mismo, estoy frente a la joya más preciosa del universo. Mi ser o identidad de hijo de Dios vale más que todo el universo. En cuanto hijo de Dios soy más precioso, capaz y digno de estima que todo lo mejor de la creación. Mis posibilidades, en cuanto hijo de Dios, son de veras ilimitadas. En unión filial con Dios soy un tesoro de gracia y hermosura, que merece todo respeto y estima.
En concreto, pues, soy “partícipe de la naturaleza divina” (2 PE 1,4). Imagínate injertado en el ser de Dios. Así Dios te comparte, en germen por ahora y plenamente en la eternidad, lo que El es, sabe, puede y goza.
“Ved qué grande amor nos ha mostrado el Padre: que nos llamamos hijos de Dios y lo somos... Ya somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que seremos. Nos consta que, cuando aparezca, seremos semejantes a él, pues lo veremos corno él es” (1 JN3,1-2).- -
1) Busco una posición corporal confortable. Gozo lo que hay de bello a mí alrededor. Escucho los sonidos del lugar. En cuanto a mi cuerpo, yo sé cómo experimentar sensaciones placenteras como las que sientes con el calor de los rayos solares en un día invernal.
2) También puedo sentir que la hermosura, capacidades, valor y gracia de mi identidad, en cuanto hijo de Dios, superan toda descripción.
3) Me sumerjo en el océano de mi grandeza y posibilidades con sentimientos de gratitud, respeto, estima y amor...
4) Se, por experiencia, lo que es la sorpresa y admiración ante algo que me fascina. Éste es el estado de ánimo que mi identidad de hijo de Dios puede despertar en “mí”.
5) Llevado de la gratitud, estima y admiración repito durante tres minutos: ‘soy hijo de Dios”. “Soy hijo de Dios”. “Soy hijo de Dios”.
6) Escojo una hora especial, como puede ser el último minuto antes de quedarte dormido, para repetirme a mi Dios Padre con toda la fuerza de mi amor y gratitud,
“Padre, soy hijo tuyo”.
 “Padre, soy tu hijo”.
“Padre, soy tu hijo”.
7) Busco la oportunidad de compartir con alguna persona esta toma de conciencia de mi  identidad de hijo de Dios.
Dentro del grupo, respetando la fe religiosa de cada
 Participante,  se puede compartir  el gozo de ser todos hijos de un mismo Padre. Al mismo tiempo planean un modo práctico para ser más plenamente hijos de Dios en la vida diaria, Jesús ofrece algunas sugerencias en el evangelio.
(Mt 5,9. 16.43-48).
2. AUTOIMAGEN: EN POS DE LA IMAGEN DE DIOS
Cada uno de nosotros, en forma relativamente inconsciente, posee una imagen de sí mismo. Así como sabemos reconocer la propia figura dentro de la fotografía de un grupo, de igual manera reconocemos las características de nuestro propio yo. Poseemos un concepto implícito de nuestro modo de ser. Sabemos, más o menos, cómo pensamos, sentimos y actuamos. Al admitir que tenemos un determinado carácter o personalidad, solemos aludir a la idea que nos hemos formado de nosotros mismos.
La importancia de la autoimagen es mayor que lo que de ordinario reconocemos. Ella es como un filtro. Sólo deja pasar los pensamientos, sentimientos  y conductas que corresponden a mis rasgos y características.

Si me considero “tímido”; me comporto con timidez. Ni acepto  hablar en público. No me atrevo a enfrentar a los poderosos o a las autoridades. Si pienso que soy “fuerte”, no me vas a permitir sentimientos de compasión, de fragilidad, de tristeza. Si estimo que soy “brillante”, no voy a tolerar pensamientos confusos ni ideas imprecisas ni información incompleta.

Lo grave viene cuando mi autoimagen es decididamente
Negativa.  Sucederá entonces que la mayor parte de mis pensamientos, sentimientos y comportamiento serán negativos o destructivos.
Tú eres luz. Pero tu luz se proyecta de acuerdo a la imagen que tengo de mi mismo.
Imagina un proyector de videos que ya ha sido encendido para que tenga el necesario calentamiento. Su luz se proyecta informe y se desparrama por toda la sala. Entonces recortas la forma de una estrella en un pedazo de cartón negro. Lo colocas sobre la lente. En consecuencia, la luz se proyecta ahora con la figura hermosa de una estrella.
Otro tanto sucede en mi vida. La luz que soy, mi potencial como triunfador, mis talentos de persona, mi valor como
Imagen de Dios y mi dignidad de hijo de Dios se proyectan de acuerdo a la imagen que tengo  de mi mismo.
Esta autoimagen, por otro lado, es el factor que determina con mayor fuerza mi  autoestima. Si la imagen de ti misma resulta bella, atractiva, valiosa, capaz y rica en posibilidades, entonces  experimentarás  sentimientos de autoestima.
En cambio, si la imagen que me he formado de mi mismaes fea, desagradable, de poca valía, de escasas posibilidades, entonces me resultará casi imposible mi estima propia.
2.1 Cambio de la imagen de mi mismo
La psicología actual, nos ofrece buenas noticias respecto a la imagen de si mismo.
La podernos cambiar.
Tomo una postura corporal cómoda. Afloja mi respiración saber cómo, soy capaz de estar tranquilo. Cada día tengo la experiencia de relajarme quedarme  dormido, sin darme cuenta completa
2) Así, lleno de tranquilidad, me es fácil recordar o visualizar los defectos o rasgos de mi personalidad que no me gustan. Los convierto en un retrato o imagen de mi mismo. Respondo mentalmente a las preguntas referentes a dicha imagen:
• ¿Es grande o pequeña?
• ¿Tiene luz o es oscura?
• ¿La ves lejos o cerca?
·¿Está a colores o en blanco y negro’?
• ¿Tiene movimiento o es estática como fotografía? ¿Esta bien enfocada o desenfocada?
3) Deja a un lado esta imagen negativa de mi mismo.
Enseguida busco las cualidades  y todo lo que me gusta de mi mismo. Responde a las preguntas referentes a mi autoimagen positiva:
· ¿Es grande o pequeña?
• ¿Está iluminada o a oscuras?
• ¿Está cerca o lejos?
• ¿Aparece a colores o en blanco o negro?
• ¿Tiene movimiento o está quieta?
• ¿Está bien enfocada o desenfocada?
4) Ahora toma las dos imágenes al mismo tiempo.
 Compáralas. Cuál es mayor y más viva.
5) Si la imagen negativa es mayor que la positiva, está claro que te falta autoestima. Esta desestima propia puede ser mayor o menor. Todo depende del grado de intensidad que las características apenas revisadas alcanzan.
6) El tamaño y predominio de la imagen positiva revela la capacidad de autoestima personal. En este caso no hace falta continuar el ejercicio. Los pasos siguientes  son como el fundamento del aprendizaje de la propia estima.
7)Ahora, sin destruirla, coloca lejos de mi la imagen de lo que no me gusta de mi mismo, esto es, la autoimagen negativa. Haz la pequeña como un ratoncillo. Oscurécela. Ponla en blanco y negro. Quítale el movimiento. Desenfócala.

8)      Por el contrario, a la imagen positiva de mí mismo la hago más grande. LA acerco a mí por completo. La cubro de luz. Le doy vida y movimiento Ilumino sus colores. La enfoco y le doy claridad, nitidez.
Comparto  con alguna persona o con mi comunidad  la imagen positiva o real de mismo. Los agujeros del queso son verdaderos. Pero en sí mismo son nada, excepto ausencia de queso. De igual manera, mis defectos son reales. En sí mismos, sin embargo, no son otra cosa que ausencia de las virtudes correspondientes. Y éstas son una opción para mí. Yo puedo desarrollar todas las virtudes que van a colmar los huecos de mi  personalidad.
2.2 En busca de la imagen de Dios en mi mismo
Imagina al hijo de uno de los mayores millonarios del planeta. Siendo niño, viajaba con sus padres. En una carretera solitaria, sufren un accidente fatal. Sus padres mueren al rodar el auto barranco abajo. El niño queda inconsciente. Un campesino lo recoge y le salva la vida. Al brindarle amor, el niño se encariña con ellos y ellos con él. De hecho, él no recuerda a sus padres a causa del accidente. Sin embargo, sus parientes ricos lo buscan, sabiendo que es el heredero de una de las mayores fortunas del mundo.
Ésta es la historia de cada uno de nosotros. A causa del pecado liemos olvidado que cada uno de nosotros es una imagen viva de Dios. No sólo ro reconocemos los rasgos hermosos y atractivos de esa imagen, sino que la hemos sustituido con una fea, deforme, despreciable. Por ello nos falta  autoestima.
Se impone, por tanto, la búsqueda de los rasgos que       caracterizan a cada uno de nosotros con cuanto imagen viva de Dios.

1) Busco un lugar tranquilo, si es posible. Procuro una posición corporal cómoda. Respira hondamente. En algunos días tú sabes adentrarte en mi interioridad con mucha facilidad. Tal vez hoy sea uno de ellos.
2) Recupera la imagen positiva de mi mismo. Reconozco las facciones que me caracterizan en cualquier aspecto de mi cuerpo, pensamiento, sentimiento, comportamiento, libertad para amar e identidad. Busco lo que más aprecias en mi mismo.
3) Advierte luego que lo bueno que admito en mi sólo son las líneas generales de mi ser, en cuanto imagen de Dios. Esta, en la mente y en el ser de Dios, aparece con una perfección que supera infinitamente la belleza y el valor de las obras maestras de los más grandes pintores de la historia.
4) Suscita ahora la sospecha de que, con la ayuda de Dios, llegarás a reconocer cuáles son los rasgos y facciones de mi identidad  en  cuanto imagen de Dios. Cuando veo la claridad del amanecer, intuyo la belleza y colorido de un día sereno y luminoso. De igual manera puedo  intuir que me queda mucho por descubrir acerca del contorno, rasgos y detalles de la imagen de Dios mí.
5) Me comprometo  a seguir buscando mis  rasgos que me identifican como tal hasta que la imagen de mi mismo corresponda, lo más posible, a la perfección y hermosura de la imagen que Dios tiene de mi en SU SER.

6) Establece, con la mayor precisión posible, un momento del día en que puedas asomarme a mi centro personal, en busca de la imagen que Dios tiene de mí. Tal vez mi búsqueda se convierta en oración y encuentro con el que lleva el retrato perfecto de tu identidad.
7) Quiero servirme  de una frase dirigida al Señor, “Dios mío, dame tu luz para conocerme y descubrirme como tu esperas de mí”.
Con tu equipo, en especial si es un “grupo de excelencia y plenitud”, hagan un plan. Decidan los pasos que les permitan liberarse de la imagen negativa y falsa del propio yo.
Al mismo tiempo, organicen la estrategia para incrementar la conciencia de los rasgos de la imagen de Dios que es cada uno de los seres huma nos. Apunten así hacia la meta de ser libres para reconocerse y actuar como imágenes de Dios.
Una de las características fundamentales de la autoestima consiste en hablar positivamente del propio yo. Me refiero no tanto a las conversaciones que sostenemos con los demás, sino al “compartir interno” con nosotros mismos.
Allá en la intimidad del propio “sentir” somos capaces de hablar bien o mal, constructiva o destructivamente de nosotros mismos.
La desestima, como podrás suponer, implica un “compartir de corazón” interno negativo y autodestructivo. Entonces decimos lo peor acerca del propio yo. Proferimos palabras negativas y verdaderos insultos en contra de nosotros mismos.
En efecto, nosotros somos como la tierra. Así como ésta tiene dos polos, nosotros poseemos dos polaridades. La de arriba, que conocemos como “conciencia”, tiende a comportarse como policía, juez y verdugo a un tiempo.
Esta conciencia crítica no corresponde, en efecto, a la con ciencia de la esencia. La auténtica con ciencia moral está en el centro personal y no en la parte superior de nuestro ser. Además esta conciencia nos deja “escuchar”, por la fe, la voz de Dios. Una voz misericordiosa, constructiva y alentadora del cambio, de la liberación personal y del desarrollo humano espiritual
Cuando mi conciencia crítica ve que he hecho algo ligera mente malo, me lo reprocha, haciendo que me digas, “ tonto! ¿Cómo no se me ocurrió reaccionar de otra forma?”
Mi conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella llenas aliento y Amor.”.

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