viernes, 16 de marzo de 2012


A- El lenguaje terapéutico de Jesús-Pág 1-16
Corno he insinuado ya, terapéutico es aquello que promueve el desarrollo humano. Fu este sentido, considero que el lenguaje de Jesús es terapéutico, porque tiene el poder de impulsar el crecimiento personal y grupal de las gentes. El tiene palabras de vida eterna.-JUAN 6,68
a- El vocabulario de Jesús
Jesús, por cierto, no disminuye la importancia que tiene la acción en la existencia cristiana.
El aclara:” No todo el que me diga: ‘Señor, Señor,’ entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial” (MT 7,21).
Al mismo tiempo, Jesús es consciente del impacto  poderoso de las palabras en nuestra experiencia personal y en nuestra vida. Una palabra alentadora nos impulsa.
Una palabra desalentadora, nos desanima.
La palabra también revela lo que hay en nosotros mismos. Y si llegamos a comportarnos incongruentemente y proferimos palabras que no expresan nuestros sentimientos reales ni nuestros verdaderos pensamientos, tales palabras manifiestan lo que hay en nuestro interior  o, por lo menos, nuestra falta de consistencia personal.
“Porque de lo que rebosa el corazón habla la boca.
El hombre bueno, del buen tesoro saca cosas buenas y el hombre malo, del tesoro malo saca cosas malas.
 Te digo que de toda palabra ociosa que hables darás cuenta en el día del Juicio. Porque por tus palabras serás declarado justo y por tus palabras serás condenado” (Mt 12,34-37).
En efecto, el hecho mismo de hablar constituye una acción real. La cual puede ser buena o mala, impulsora o destructiva. Al escuchar las palabras de Jesús podemos experimentar el impulso hacia la vida, la alegría, paz, esperanza, fe, autoconfianza, cambio, desarrollo...
Y mediante la práctica de las palabras de Jesús nos disponemos a recibir el manantial mismo del bien, del amor y de la hermosura. A este respecto, Jesús promete: “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (JN 14,23).
Los samaritanos, por ejemplo, experimentaron que las palabras de Jesús despiertan nuestros recursos. Ellos sintieron florecer en su corazón la capacidad de creer en el Mesías de Dios. “Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por las palabras de la mujer que atestiguaba: ‘Me ha dicho todo lo que he hecho.’ Cuando llegaron donde él los samaritanos, le rogaron que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Y fueron muchos más los que creyeron por sus palabras. Y decían a la mujer: ‘Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo’” (JN4, 39-42).
Las palabras son como los mapas. Ellas representan los eventos del mundo externo y las experiencias de nuestro mundo personal. Esta conexión intrínseca entre las palabras y la realidad puede explicar el impacto tremendo que ellas tienen en nuestro diario vivir. Y aunque las palabras sólo sean descripciones del mundo real, poseen el poder de cambiarnos sea para bien que para el bien o el mal.
Se comprende, entonces, lo ventajoso que resulta el acercamiento a Jesús y la imitación de él, puesto que él es la Palabra de Dios hecha carne. Y advertimos en él un manejo muy esmerado del lenguaje. Los evangelistas consiguieron describir con acierto el genial dominio que Jesús tiene de la comunicación verbal.
Resulta palpable que Jesús conoce el alcance de las palabras. Ellas determinan el cómo nos comunicamos con nosotros mismos y, en consecuencia, determinan las emociones que experimentamos. La razón de esto consiste en que las palabras aparecen en nuestra mente como la herramienta primordial para interpretar lo que nos sucede interior o exteriormente. Con las palabras etiquetamos los hechos que vivimos a cada instante. Y así, las palabras moldean las sensaciones que vibran en nuestro sistema nervioso. Las palabras de verdad producen un efecto neuroquímico.
A la luz de este hecho podemos comprender por qué Jesús cambia no sólo el significado de ciertas palabras, sino incluso las palabras en sí.
Tomemos ejemplos de uno y otro caso. Jesús cambia el significado de la palabra adulterio.

‘Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo les digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón”
(MT 5,27-28).

Jesús, además, nos propone cambios en nuestro vocabulario. En concreto, nos pide que eliminemos las palabras que pueden ser desalentadoras o destructivas para los demás. El nos advierte:

“Has oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo les digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano 1 será reo ante el Sanedrín; y el que le llame renegado será reo de la gehenna de fuego”
Mt 5,21-22.

Si deseo seguir a Jesús y aprenderé de él cómo mejorar mi comunicación necesito prestar más atención a mi vocabulario. Jesús me sugiere que conscientemente seleccione las palabras que voy a usar.
He de preferir aquellas palabras que alientan a los demás y los impulsan en su desarrollo personal y espiritual. Y no basta con evitar  palabras, como imbécil,  renegado, etc. Además me hace falta que utilice palabras que promuevan el crecimiento ajeno.
En este sentido, observare la precisión y positividad de las palabras de Jesús. “Cuando trata con los enfermos profiere pocas palabras”. Tal vez, como parte de su estrategia, quiere explotar el poder de las palabras al máximo. Y llevado del mismo afán, pronuncia palabras que son positivas, constructivas, alentadoras. Por ejemplo, recordemos las palabras que dirige a Jairo, uno de los jefes de la sinagoga, “no temas; solamente ten fe” (Mc 5,36).
Al mismo tiempo Jesús se demuestra congruente durante el “compartir”. Y despliega su congruencia para impulsar a la gente. Con ese fin expresa su admiración por el centurión romano:
“Les aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande” (MT 8,10).
La respuesta que Jesús da a Pedro que lo reconoce como el Mesías, es:
“Bienaventurado eres Simón” (Mt 16,17).
El mismo término, bienaventurado, es utilizado por Jesús para impulsar a la gente pobre y doliente:


“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados... Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa...” (MT 5,5-6.)

Estas últimas frases son promesas que abren el  panorama de un futuro mejor. De esta manera, Jesús despierta en sus interlocutores el sentimiento de esperanza y optimismo. Y tales promesas, si no son cumplidas en la tierra, lo serán en el cielo y con creces. Por este motivo Jesús añade a la última afirmación suya que acabo de transcribir:
“Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos” (MT 5,12).
Observa que, incluso en las peores condiciones, es posible proferir palabras constructivas. Así hace Jesús cuando ya está clavado en la cruz. Y cuando actuamos de esta manera, nuestra carga se torna más ligera. Y además de impactar a nuestro cerebro en forma menos destructiva, abrimos el corazón al poder de Dios y a su amor. Lo cual significa, por otro lado, que las palabras que pensamos y pronunciamos nos acercan a Jesús o nos alejan de él.
En razón de todo esto, me permito insistir en que el cambio de vocabulario es decisivo en nuestro trabajo. Sobre todo, si nos dedicamos a la orientación, a la psicoterapia, al diálogo pastoral, etc. Jesús, que siempre está junto a nosotros nos impulsa a la realización de este cambio.
Empiezo a facilitar el desarrollo de mi persona con las palabras que uso para saludarla e iniciar el “compartir” con ella. Si ella afirma, “me siento muy deprimida,” puedo suavizar el impacto neurológico de sus propias palabras, respondiéndole: “Te sientes abajo de la cumbre de tu energía, ¿verdad?” Si alguien me dice: “Me siento rechazado por mi jefe,” puedo añadir: “Tu jefe no toma en cuenta todos tus talentos...”
Te propongo una forma muy útil y poderosa entre palabras constructivas y destructivas. Tú mismo puedes vivir la experiencia de transformar una palabra destructiva en constructiva.

En lugar de decir:, “me siento ansioso,” puedo afirmar, “me siento a la expectativa.”
Puedes pasar de;
“me siento confundido,” a “me siento dudoso.” Prueba el cambio de: “disgustado” a “sorprendido,” “temeroso” a “desafiado,” “fracasado” a “aprendiendo,” “furioso” a “apasionado,” “enojado” a “estimulado,” “perezoso” a “recargando baterías. Perdido” a, “en búsqueda,”
 “estresado” a “ocupado”...
Además, en tu vocabulario la preferencia podría ser para palabras constructivas como las empleadas por Jesús “Ustedes son la luz... sal,..  hijos  de Dios... hermanos Podéis “a unos a otros” vuestra alegría será completa” seréis verdaderamente libres”... “el Espíritu los conducirá a la verdad completa ““corno el Padre me amó, así os he amado a vosotros”...
h- La técnica de hacer preguntas
Como sabes, las preguntas juegan un papel muy importante en nuestra interpretación de la realidad. Las preguntas desempeñan, por lo menos, tres funciones principales en nuestro “compartir” interno: 1) cambia tu foco de atención
2) ensanchan tu percepción de la realidad y
 3) despiertan nuestros recursos mentales.
Nuestra conciencia, en el sentido de ser conscientes, se asemeja a una cámara fotográfica.
 Cuando tomamos la fotografía de un grupo grande, sólo cabe en la foto una parte de ese grupo. Otras personas también forman parte del grupo, pero no alcanzan a caber dentro del foco de la cámara. Por tanto, quedan excluidos de la foto.
Otro tanto nos sucede a cada uno de nosotros percibimos de la realidad. El resto de la realidad es o
Cuando hacemos una pregunta a otra persona, ésta se ve animada a enfocar su atención en aquellos aspectos de la realidad que son señalados por nuestras preguntas. Advierte la diferencia entre preguntar: “¿Por qué llevas 18 años enfermo?”¿ y quieres  curarte?” (JN 5,6).
Esta última es la pregunta que Jesús hace al enfermo que yacía en la piscina de BETESDA. Fíjate en la habilidad de Jesús para mover la atención del paralítico de la enfermedad a la salud.
Al mismo tiempo, el hombre es estimulado aL ejercitar su libertad, “¿quieres?”
Observa que esa pregunta de Jesús hace presente el aspecto de la realidad que, probablemente, el paralítico estaba omitiendo. Tal vez éste no tenía en la mira de su consideración el hecho mismo de sanar. En efecto, su respuesta a Jesús sugiere tal actitud: “Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo” (JN 5,7).
Se diría que ha perdido la esperanza. Sin embargo, con la pregunta de Jesús, vuelve a considerar la posibilidad de volver a sanar. Otra vez siente: el brillo de la esperanza en su corazón. Toma una decisión, y cree que Jesús lo puede sanar. Y así, una pregunta viene a producir una gran diferencia en la vida de este hombre.
Algunas preguntas de Jesús se demuestran más efectivas para despertar los recursos de la gente. Y esta tercera propiedad de las preguntas logra que el cerebro se lance en busca de los recursos necesarios para responder a la pregunta planteada. Tomemos un ejemplo de la vida de Jesús.
“Decía también: Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos?” MC 4,30.
A través de una pregunta Jesús mismo estimula su cerebro para que se entregue a la acción, y utiliza sus capacidades para dar una respuesta creativa. En efecto, la respuesta de su cerebro, de acuerdo a la narración de Marcos, es tremendamente creativa. Elabora entonces una parábola que le permite sugerir cómo es el Reino de Dios en nuestra vida.
“Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan en su sombra” (MC 4,31-32).
El evangelio de Marcos, el más breve, pone en labios de Jesús más de 60 preguntas. Las cuales son de todas clases. No obstante lo cual, queda claro que Jesús emplea el método de hacer preguntas. De alguna manera debe haber descubierto que las preguntas impulsan los recursos de las personas y amplían su percepción de la realidad.
Es posible distinguir algunas de las diferentes clases de preguntas que Jesús plantea a sus interlocutores. La mayor parte son preguntas constructivas. También las hay de información, clarificación, desafío y                confrontación. Las preguntas constructivas son aquellas que ponen en marcha los recursos de la persona y ensanchan su foco de atención. Hay varios ejemplos de este tipo de preguntas. ¿Quién es mi madre y mis hermanos? MC 3,33. ¿Con qué compararemos el Reino de Dios; MC 4,30?”.                                                                                                                                                                                                                                                                                                       “¿Quién dicen ustedes quien soy yo?” (MC 8,29). “¿Qué desean ustedes que les conceda? MC 10,36.
A través de estas preguntas Jesús impulsa a la gente, o a sí mismo, a pensar y a emplear sus capacidades, con el fin de descubrir respuestas constructivas. Por esta razón las llamamos preguntas constructivas.

Otras preguntas las hace Jesús con el fin de obtener información. Antes del primer milagro de la multiplicación de los panes, pregunta: “¿Cuántos panes tienen?- (MC 6,38). Al padre del endemoniado epiléptico, le lanza esta cuestión: “¿Cuánto tiempo hace que viene sucediendo esto?” Mc 9,21).
Al ciego de Jericó le pregunta:¿quieres que te haga? (Mc 10,51). Y al espíritu inmundo:¿cual es tu nombre? (Mc 5,9).
Jesús también lanza preguntas de clarificación. Por ejemplo, “ se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho?” (Mc 4,21). Cuando la hemorroísa ha tocado su manto, inquiere: “ me ha tocado los vestidos?” (Mc 5,30). Al ciego de Betsaida le pregunta: “ algo?” (Mc 8,23). A los hijos del Zebedeo se dirige en estos términos: “ beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?” (Mc 10,38).
Con este tipo de preguntas Jesús amplía la conciencia y entendimiento de la gente. Y en un contexto terapéutico, estas cuestiones ayudan al otro a en tender mejor sus metas, a solucionar sus problemas, a plantearse alternativas y posibilidades de cambio...
Las preguntas desafiantes pueden parecer duras o agresivas. En realidad son preguntas estimulantes en cuanto que provocan en el otro el despliegue de sus capacidades y recursos. Jesús cuestiona a sus discípulos con estas palabras: “¿entendéis esta parábola?
¿Cómo, entonces, comprenderán todas las parábolas?” (MC 4,13). Después de calmar la tempestad los confronta: “¿Por qué están con tanto miedo? ¿Cómo no tienen fe?” (Mc 4,40). “Buena es la sal; más si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaran?” (MC 9,50). Una vez que ha expulsado a los vendedores del Templo, los cuestiona: No está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las gentes?” (MC 11,17). Y en la misma Enea desafía a los saduceos: “ habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?” (Mc 12,26).
Finalmente, Jesús también plantea cuestiones de confrontación  Con éstas enfrenta al otro u otros con su falta de congruencia y rectitud. Lanza esta clase de preguntas, de ordinario, a sus oponentes.
 A simple vista, diríamos que semejantes cuestionamientos resultan destructivos. Pero, al estar orientados hacia la verdad, pueden ser constructivos e impulsores para los fariseos, escribas y otros que se oponen a Jesús.
Cuando Jesús dice al paralítico, “tus pecados te son perdona dos,” los escribas piensan que Jesús está blasfemando. De  inmediato les pregunta el Señor: “¿Por qué piensan así en sus corazones’? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decir: ‘Levántate, toma tu camilla y anda. Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados (MC 2,8-lO).
En esta ocasión, tal como he enfatizado ya, Jesús se pone a la altura de la fe de los judíos Los “iguala” en su fe. Por lo mismo, está dispuesto a mostrar las credenciales que lo acreditan como el Mesías. Y a causa de esta intención, no parece que las preguntas dirigidas a los escribas tengan que ser tomadas como destructivas .Jesús les ofrece a estos hombres la oportunidad de avivar su fe y de crecer en ella al reconocer que Jesús es el Hijo de Dios.
En este sentido, semejantes preguntas resultan constructivas. Jesús las plantea con la intención precisa de abrir el corazón de sus oponentes a la verdad, el amor y la felicidad.

 Por ejemplo cuando ellos afirman que él expulsa los demonios por el príncipe de los demonios, trata de abrirles los ojos a la verdad preguntándoles:
 “ puede Satanás expulsar a Satanás?” (MC 3,23).
c- Orienta tu energía mediante las afirmaciones
En una ocasión, los sumos “RABINOS”, los escribas y los ancianos piden explicaciones a Jesús. Este acaba de echar fuera del Templo a los vendedores. Por eso las autoridades del pueblo le preguntan: “Con qué autoridad haces esto?” El les responde con otra pregunta. “Respondedme y les diré con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respondan.” “Ellos discurrían entre sí: ‘si decirnos: Del cielo, dirá: Entonces, ¿por qué no le creímos? Pero, ¿vamos a decir: De los hombres. Tenían miedo a la gente; pues todos tenían a Juan por un verdadero profeta. Responden, pues, a Jesús: No sabemos.’ Jesús entonces les dice: ‘Tampoco yo les digo con qué autoridad hago esto’” (Mc 11,27-33).
En resumen y a la luz de! ejemplo de Jesús, podemos concluir que el método de hacer preguntas es una forma de facilitar el crecimiento ajeno. Y yo pienso que nuestro diálogo interno, que se realiza a base de preguntas y respuestas, constituye la gran oportunidad para que aprendamos a elaborar preguntas constructivas y a eliminar las destructivas.
Las preguntas son como programas. Ellas recogen nuestras energías y guían el foco de nuestra atención hacia un determinado aspecto de la realidad.
 Y aquí se aplica lo que dice Jesús: “Pedid y recibiréis. Y recibimos de acuerdo a lo que pedimos. Si tú pides lo peor, mediante preguntas destructivas, obtendrás lo peor. Si pides a través de preguntas constructivas, recibirás lo mejor. Tu cerebro usa sus recursos para servir tus deseos, sean destructivos que constructivos.
Desde este punto de vista me resulta claro que una pregunta constructiva aparece como un regalo para los demás. Si le preguntas al otro, ¿podrías aprender de este problema?, lo ayudas a mover el foco de su atención. Ahora él o ella  puede ver el aspecto positivo de la situación. Y todavía puedes añadir algunas otras preguntas constructivas acerca del problema: “ sería la solución ideal de tu problema?” “¿Qué hay de bueno en este problema?” ¿Qué es lo que todavía no es perfecto?” “¿Cómo puedes disfrutar el proceso de resolver este problema?”
Si el pensar, en cuanto” compartir interno”, es el proceso de hacer y responder preguntas, se puede presumir que nuestras respuestas o afirmaciones juegan también un papel importante. De hecho, las afirmaciones saben orientar el flujo de nuestra energía y atención. Si tú repites, por ejemplo, “hoy quiero mantenerme unido a Jesús,” o “quiero crecer en amor y alegría cada día,” podrás notar en tu vida los efectos de esta clase de afirmaciones.
Las afirmaciones se vuelven más poderosas cuando incluyen tu intención. En este contexto, intención significa un despliegue de tu libertad con el fin de configurar una nieta.
Más todavía, con la intención iniciamos el proceso de reunir nuestros recursos y energías. Y así, la intención nos ayuda a dirigirnos hacia una meta concreta con pasión y decisión.
Afirmaciones como, “Dios me quiere feliz y saludable,” expresan en palabras nuestras intenciones. Y cuando contienen esa energía, las afirmaciones son capaces de impulsarnos hacia la consecución de nuestras metas. De veras nos ayudan a mejorar nuestra salud, alegría, paz, amor, etc.
Además, las afirmaciones que expresan nuestra intención dirigen nuestra atención hacia los resultados que buscamos. Y la atención consciente tiene el poder de reunir nuestros mejores recursos.
Cuando enfocamos algo adecuadamente, es decir, sin esfuerzo y con naturalidad, nuestra mente tiene la habilidad para llevar a cabo nuestros propósitos. Mediante las intenciones podemos utilizar el poder de la mente en el campo de la salud. Si expresamos una especie de orden a través de la intención, nuestra mente impulsará e! proceso de mejoría, sea en la salud que otro cualquier campo de nuestra vida.
 “Puedes enfocar tu atención en aquellas partes de tu cuerpo que expresan molestia. Y con sólo situar tu atención consciente en una fuente de dolor, puedes provocar el inicio de la sanación, pues el cuerpo naturalmente envía energía curativa allí donde la atención se con centra.”

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