ENFOQUE DE TEMA N° 9
'SÓLO EL PERDÓN CURA LAS HERIDAS POR FAVOR, PERDÓNAME"
"¡Por favor, perdóname!". Estas tres palabras procesadas tan simples y a la vez tan hermosas para quien las recibe y para quien las dice, las sentía muy lejanas de mí; yo no era capaz de pronunciarlas por orgullo, por amor propio herido.
He sido herido muchas veces, especialmente por personas a quien amo y mucho; y estas heridas permanecían en mí, enquistadas. Las guardaba todas, ya que no era capaz de analizarlas, de buscar a la persona que las había causado y llegar a una comunicación con ella nuevamente; me alejaba, no perdonaba, y todo esto me hacía sentir desdicho y vacío en mí; no me hacía sentir bien. No sólo apartaba lo que me había causado la herida, sino también a la persona involucrada. Poco a poco (porque no es fácil), he ido aprendiendo qué bien se puede sentir una persona al escuchar ese "¡perdóname!", Y qué bien me siento cuando alguien que me ha herido me pide perdón. .. ¿Cómo no vamos a ser capaces de perdonarnos mutuamente si Dios día a día, cada vez que nos caemos, nos dice: ¡levántate, yo te perdono!
Por cerrarme y no ser capaz de abrirme al otro, puedo estar toda la vida recibiendo heridas; puedo taparlas con resentimiento, la indiferencia, la descortesía. Pero seguirán allí hasta que yo me acerque al otro y le dé a conocer todos los sentimientos que llevo guardados dentro de mí y a la vez doy la oportunidad de que me digan todos sus sentimientos; sólo entonces la herida sanará, estaré abriendo mi corazón y le permitiré conocerme más profundamente.
Cuando no perdono, o cuando me cierro al otro, dejo de pertenecerle, y esa persona tampoco me pertenecerá más porque la alejo de mi vida. Perderé la oportunidad que tuve de entregar y recibir ayuda. Constantemente debo revisarme para descubrir las heridas que llevo dentro de mí y que me impiden pertenecer; éstas han provocado algunos quistes en las proximidades de mi SER y me da miedo verlos sin sacármelos. Cuando pido perdón me libero de la estructura y la Fuerza Divina que hay en mí me sana poniéndome en contacto con mi Esencia.
Así como las personas que más amo me hieren, y es más dolorosa esa herida que aquella causada por cualquier otra persona, de la misma manera no hay herida que les duela más que la que yo les causo cuando me pongo las máscaras, cuando juego o llevo disfraces, cuando los tapo con mentiras.
Cuando intento la comunicación con las personas que me han herido y que yo he herido, no me basta solamente con decirles "discúlpame," (cerebral) o admitir que estuve mal, sino que llevo la paz dentro de mí para ellos; esa paz que Jesús nos regalo cuando dijo: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". Dios se manifiesta en mí de manera maravillosa cuando pido perdón. Esta hermosa palabra logra la curación de las heridas, de las mías y de la otra persona; no consiste en ver quien era o no el culpable, o quien tenía o no la razón, sino que é*s la valorización de la persona a quien pertenezco. Jesús dice: "Ama a tu enemigo, ora por el que te hirió; así serás hijo del Padre. Él hace brillar el sol sobre buenos y malos y caer la lluvia sobre justos y pecadores," No importa cual sea mi responsabilidad en esa herida, solo deseo que nada se interponga entre esa persona y yo, por eso cada vez que digo "perdón" estoy rompiendo todas las barreras que me impiden reconciliarme.
Pedir perdón no es humillarse, es algo divino; los cobardes no piden perdón. Al sentir esta curación soy libre, soy feliz, y mi corazón se llena de SER.
Jesús nos dice:
“Porque si ustedes perdonan a los hombres sus ofensas, también el padre celestial les perdonará a ustedes. Pero si ustedes no perdonan a los demás, tampoco el padre les perdonará a ustedes”. (Mt 9; 14-15)
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