lunes, 20 de diciembre de 2010

AUTOHIPNOSIS

AUTOHIPNOSIS

-S-

Si tengo la capacidad de influenciar a los demás, también la tengo para influenciarme a mi mismo. Y este el objetivo de la AUTOHIPNOSIS. La puedo emplear con fines muy diversos: quitarme un dolor de cabeza, aprender más y mejor, aumentar mi creatividad, impulsar la oración de Contemplación y desarrollo personal y así sucesivamente.

Sospecho que el Señor me ha enseñado a orar de manera tal, que ciertas técnicas hipnóticas son integradas en mí compartir con Dios AMOR.

En el primer capítulo he sugerido una forma de meditación u “oración contemplativa”, que he tomado la vida y enseñanzas de Jesús. Con su ejemplo él nos enseña a orar en “lugares solitarios”. Y en consonancia con su comportamiento, nos propone:

“Cuando OREN, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que los vea la gente. Les aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre, que esta en lo secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará. Y al orar no hablen mucho como lo hacen los paganos, creyendo que DIOS va escuchar todo lo que hablaron. NO sean como ellos, pues su Padre ya sabe lo que ustedes necesitan antes de que se lo pidan Mt6,5-8

A veces describimos el trance como la concentración en un foco interior de atención. Y esto lo hago, precisamente, durante la oración contemplativa. Antes que todo, de acuerdo al ejemplo de Jesús, nos apartamos del ambiente que nos rodea. Entramos en nuestro aposento “habitación, jardín, bosque, capilla”, etc.

En segundo lugar, adopto una postura corporal cómoda, apta para el trance y llena de respeto para el Señor allí presente.

El tercer paso consiste en reconocer, mediante la fe y el amor, la presencia amorosa de Dios en nuestro corazón. Así lo ha prometido Jesús: “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn 14,23).

Así el foco de nuestra atención, mientras meditamos, se halla en nuestro interior. Nos adentramos hasta el más profundo centro de nuestra alma, donde Dios Padre, su Hijo y el Espíritu Santo habitan. Por ello, si oro como Jesús, concentrado, entregándome a Dios Padre y desplegando mi amor a El, caeremos en un trance verdadero. Experimentaremos un estado alterado de conciencia. Siento sus señales: relajación muscular generalizada, cambios en el ritmo respiratorio, simetría facial, etc.

Puedo concentrar mi atención en Dios por medio de la repetición de una frase corta de amor: “Dios mío, te amo; “Dios mío, te amo;” “Dios mío, te amo”

Si todas estas acciones fueran insuficientes para lograr un trance auto-inducido, contamos también con un cuarto momento dejar tranquilamente de lado los pensamientos (o actividad del cerebro izquierdo).

Jesús mismo nos recomienda que demos este paso. “Al orar, no seas palabreros como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados” (Mt 6,7).

Así que, de acuerdo a la enseñanza de Jesús, hemos de dejar a un lado la actividad del hemisferio izquierdo. Este es el efecto de suspender el diálogo interno o la palabrería. Así que apenas note que estoy hablando conmigo mismo, sin que el Señor sea el foco de nuestra atención, dejamos aparte tales pensamientos. Y de inmediato, sin entretenerme en luchar contra tales distracciones, volvemos nuestra atención hacia Dios Padre, hacia Jesús, su Hijo, o hacia el Espíritu Santo.

Aunque la meditación posee varios elementos en común con la hipnosis, no me parece que deba confundirla. Son dos actividades humanas muy diferentes. Ambas nos benefician e impulsan nuestro desarrollo. Las dos emplean técnicas similares. Sin embargo, tienen aspectos que las distinguen netamente. De ordinario, el trance que logro en la meditación es simple. En cambio, la hipnosis procura un trance profundo e, incluso, un estado sonambulismo.

“El trance profundo es ese nivel de hipnosis que permite que la personita funcione adecuada y efectivamente con conciencia en el nivel de la mente inconsciente, sin interferencias de la mente conciente”.

Doy por supuesto que la meditación, tanto oriental como occidental, se orienta hacia ese nivel de conciencia en el que se evita la interferencia de la mente consciente. De hecho, quienes dominan el arte de la meditación son capaces de controlar las funciones biológicas que están bajo el poder de la mente inconsciente.

Este fenómeno revela la posibilidad de aprender, por medio de la meditación, cómo entrar en contacto con el sistema nervioso autónomo. Los resultados que otros obtienen a través de hipnosis y bio feedback, se logran también con la práctica diaria y profunda de la meditación.

JOSÉ FORBES F. sdb

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