domingo, 24 de junio de 2012


 “Dios Me ha creado a su imagen y semejanza.”
Por eso tengo “capacidad infinita de amar sin límites

El Modelo perfecto de autoestima

Si me lanzo  en pos de mi desarrollo infinito, necesito unirme con Él que es el infinito: PADRE Dios que me está esperando.

Hablando de Mis capacidades, dice san Juan de la Cruz que ellas son como  “cielos” inmensos. “Es, pues, tan profunda la capacidad de estas cavernas, por que lo que en ellas puede caber, que es Dios, es profundo, de infinita bondad; y así será en cierta manera su capacidad infinita.”

Sólo en la infinita hermosura, bondad, alegría, paz y amor del Padre Dios puedo saciar mi hambre y sed de infinito. No hay otra salida. El me ha creado de forma que puedo  ser igual que El, pero sólo en unión con El. Solamente en la participación de sus bienes infinitos lograré satisfacer los anhelos más íntimos mí propio yo.


En este sentido, el Modelo acabado para unirme con Dios es Jesucristo. Como sabes, aunque no compartas mi fe, los que seguimos a Jesús, creemos que él es el Hijo de Dios hecho persona divina  humanizada. Por tanto, lo reconocemos como verdadero Dios y verdadero hombre. Una sola persona con naturaleza divina y naturaleza humana.

Por tanto, nadie como El puede ser mejor Modelo para recorrer los caminos de la unión con Dios. Si lo imito a cada momento del día, me encontraré en el camino óptimo y más excelente para unirme con Dios. En toda circunstancia me puedo preguntar:
+, “¿Qué haría Jesucristo en mi lugar?
+” También, ¿“qué sentimientos escogería Jesús en estos momentos?”
+ “¿Por cuáles pensamientos optaría Jesús ante esta persona o situación?”
+ “¿,Cómo se relacionaría Jesús con esta persona o grupo?”
En esta imitación del Señor hay una condición que, a Este deseo de imitar a Jesús responde a una invitación  suya, “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”
MT 11,29
A primera vista, parece lo opuesto a la autoestima. Dice Jesús, “si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mc 8,34).
Negarse a sí mismo, ¿significa frenar el propio desarrollo, perder confianza en sí mismo y caer en el apocamiento?
O peor todavía, ¿significa echarse culpas, castigarse y autodestruirse, como ocurre en la depresión?

Dejo que Dostoievsky responda estas cuestiones. El es un genio. Y a pesar de vivir atormentado por la incredulidad y la duda, tiene la luz del ingenio para penetrar en el sentido de esta cuestión.

“Amar a un hombre como a sí mismo, de acuerdo al mandamiento de Cristo, ¿es casi  imposible? La ley de la persona terrestre nos liga. El yo es un gran obstáculo.
Sólo Cristo ha podido.
Pero Cristo es el ideal eterno, 
el 
ideal de siempre, al que todo hombre aspira y debe aspirar en virtud de la ley de la naturaleza. Sin embargo, después de la aparición de Cristo encarnado, resulta claro como e l día, que la suprema y última etapa de la evolución de la persona debe conducir, precisamente, a que el hombre descubra -tanto en el comienzo de la evolución, como en el punto mismo en que la meta es alcanzada y tome conciencia y se convenza con toda la fuerza de su naturaleza, de que la utilización suprema que puede hacer de su persona, de que el desarrollo total de su yo, consiste en negarlo, para darle enteramente a todos y cada uno sin reservas ni apartijos. “

Sí, Jesús es el ideal eterno, el ideal de siempre, al que todo hombre aspira y debe aspirar en virtud de la ley de la naturaleza. Por ley natural todos deseamos crecer y alcanzar un desarrollo humano ilimitado. Y nadie como Cristo ha rebasado las posibilidades humanas. El ha ido más allá de todo crecimiento imaginable.

Por ello, como subraya Dostoievsky, él aparece como el ideal eterno para todo ser humano deseoso de su desarrollo.

Pero de acuerdo a la genial intuición del novelista  ruso, el desarrollo total del yo, consiste en negarlo, para darle enteramente a todos y cada uno. Suena paradójico, pero así se comprueba en los grandes hombres, en especial en Jesús.

El desarrollo personal es proporcional a la negación del yo negativo que todos tenemos, sí dicha negación se orienta al servicio y amor de los demás.
Y esta negación del yo, para darme enteramente a los demás, alcanza su culminación en Jesucristo. “El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios.

Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz”
 Nos asumió a todos los que lo aceptemos. Filipense 2,6-8.

B- Amar al propio yo, tanto como Dios lo ama

Por obediencia al Padre, el Hijo se encarna como PERSONA-  hombre, se comporte como servidor o de los seres humanos y sube al cadalso de la +cruz.+

Dios Padre ama a Jesucristo eterna e infinitamente. Mientras Jesús es bautizado por Juan en el Jordán, se escucha la voz del Padre, que dice, “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco’ Mateo 3,17.
Sólo el Hijo puede complacer totalmente al Padre.
Te pregunto, ¿podrías tú abarcar el universo y colmarlo con las melodías de tu canto? Imposible. Ni siquiera con los aparatos más sofisticados de la ingeniería moderna. Pues bien, considera que Dios es superior al universo sin comparación.

Así que nadie alcanza la infinitud del Padre, excepto su Hijo Jesucristo. Entre ellos el amor es tan perfecto y maravilloso, que se personifica en el Espíritu Santo.
No hay duda, por tanto, de que el amor del Padre para Jesús es indescriptiblemente mayor que todo lo que podamos pensar, imaginar o intuir, Y en razón de ese amor tan enorme,
Dios pide a su Jesús que niegue su yo para darse enteramente a todos y cada uno.

También a ti, Dios te ha pedido que te niegues. Desde los comienzos has podido conquistar la vida, gracias a la negación de ti mismo. Como célula masculina, negaste tu propio ser, para darlo sin reservas a la célula materna. Y así la fecundaste y eres el fruto de tu propia negación.

A este tipo de negación te invita Dios por medio de Jesús. Una negación de lo malo y destructivo, del estancamiento y repliegue en tu propio yo, de la pasividad y mediocridad. Al mismo tiempo te pide Dios que te lances a la carrera de la entrega a los demás, a la vida, al desarrollo integral de tu ser.

Más que nada, te propone que le dones tu propio yo. Recuerda, cuando diste enteramente tu ser al óvulo materno, experimentaste una metamorfosis maravillosa.

En ese momento te transformaste en la semilla de la persona que hoy eres. Así también en la unión con Dios, te volverás hijo de la luz en plenitud. La claridad de tu cuerpo y espíritu se convertirá en resplandores divinos.

Imagina tu propio yo como el cristal de una ventana. Cuando el cristal ha negado toda oscuridad o suciedad, y se halla libre de manchas, telarañas y polvo, se torna transparente por completo. Y entonces es capaz de entregarse sin reservas a los rayos del sol. De pronto, todo es luz. No logras advertir la presencia del cristal. Se diría que el cristal se ha transformado en la luz y claridad solares.

Otro tanto quiere Dios para ti, Desea que te arranques toda mancha y rastro de oscuridad. Procura que sufras un proceso de limpia y purificación, mediante el fuego de amor que es su Espíritu, para que tu yo quede transparente del todo. Entonces  El, como manantial eterno de la luz, se unirá totalmente contigo. Y así, tú serás su luz y tu luz será su luz.
“Digamos que sea la unión como si dos velas de cera se juntasen tan en extremo, que toda la luz fuese una, o que el pabilo y la luz y la cera es todo uno; mas  después bien se puede apartar la una vela de la otra y quedan dos velas,” comenta santa Teresa de Ávila.

Ahí tienes muy clara la meta de la negación de ti mismo.
Dios pretende solamente que seas libre y capaz de hacerte uno con su luz. Y en esta perspectiva, me parece obvio que la verdadera autoestima significa amar tu propio yo tanto como Dios lo ama.

Pero tú no eres Dios para poder amarte tanto como El te ama... ¿Qué hacer? La solución sólo está en sus manos omnipotentes. Y en efecto, a impulsos de su amor infinito ha desplegado todo su poder para lograr que te ames tanto como El te ama. Sencillamente, ha decidido hacerte igual que El mediante el amor.

En unión con El, como decían los teólogos medievales, puedes coejecutar con El, el amor a tu propio yo. Y es probable o, más bien, es seguro que en unión con Dios, tú querrás para ti mismo la cruz de Cristo. Y aceptarás morir del todo a tu yo, para resucitar a una vida nueva, luminosa, feliz e infinita en Dios.
C- Desarrollo humano hasta el infinito
En unión con Dios, puedo contemplar las posibilidades de mi desarrollo humano como un horizonte sin límites. No los hay de hecho. Al hacerme partícipe de su naturaleza divina, Dios me abre infinitas posibilidades de crecimiento. Ni siquiera la eternidad será suficiente para que me actualice y  las potencialidades que adquiera en unión con Dios.

La buena nueva, a este respecto, consiste en saber que, ya en esta tierra, Dios quiere enriquecer mis capacidades humanas con su propia divinidad.

San Juan de la Cruz, igual que otros místicos, es testigo de esa posibilidad. En su propia experiencia descubrió que Dios opera una transformación humana o psicológica en las personas que se unen a El.
“Porque el entendimiento, que antes de esta unión entendía naturalmente con la fuerza y vigor de su lumbre natural por la vía de los sentidos naturales, es ya movido e informado por otro más alto principio de lumbre sobrenatural en Dios, dejados aparte los sentidos; y así se ha trocado en divino, porque por la unión su entendimiento y el de Dios todo es uno.

Y la voluntad, que antes amaba baja y muertamente sólo con su afecto natural, ahora ya se ha trocado en vida de amor divino, porque ama altamente con afecto divino, movido con la fuerza del Espíritu Santo, en que ya vive vida de amor; porque por medio de esta unión la voluntad de él y la de ella ya sólo es una voluntad.

Y la memoria, que de suyo sólo percibía las figuras y fantasmas de las criaturas, es trocada por medio de esta unión a tener en la mente los años eternos que dice David (Sal 76,6).
El apetito natural, que sólo tenía habilidad y fuerza para gustar el sabor de criatura, que obra muerte, ahora está trocado en gusto y sabor divino, movido y satisfecho ya por otro principio donde está más a lo vivo, que es el deleite de Dios, y, porque está unido con él, ya no es otro que apetito de Dios Mismo.
A la luz de la experiencia mística que reluce en este texto, intenta imaginar lo inimaginable. Y presuponiendo que tú u otra persona ha recibido la gracia de la unión con Dios, pondera que “el entendimiento de esta alma es entendimiento hermoso y profundo de Dios. “

Gracias a tu participación en la naturaleza divina, tu entendimiento se puede unir con el de Dios. Así tu conciencia y capacidad cognitiva se expanden infinitamente.

Dios te comparte la infinitud de su propio conocimiento y sabiduría. Y El mismo, en forma experiencial  y concreta, me recuerda que el universo y todas las criaturas existen por El.
“Y éste es el deleite grande de este recuerdo: conocer por Dios las criaturas, y no por las criaturas a Dios; que es conocer los efectos por su causa y no la causa por sus efectos. “
La Causa de todo lo que existe es Dios. El universo y las criaturas son los efectos de la creación amorosa de Dios. Y conocer los efectos por su causa, o conocer por Dios las criaturas, es lo que Albert Einstein buscaba como su último objetivo científico. El decía., “yo quiero conocer los pensamientos de Dios; todo lo demás son detalles.”
Inspirado en uno se los libros  de LUIS JORGE GONZÁLEZ.TQM

No hay comentarios: