“Dios Me ha creado a su imagen y semejanza.”
Por
eso tengo “capacidad infinita de amar sin límites
El Modelo perfecto de
autoestima
Si me lanzo en pos de mi desarrollo infinito, necesito
unirme con Él que es el infinito: PADRE Dios que me está esperando.
Hablando de Mis capacidades,
dice san Juan de la Cruz que ellas son como “cielos” inmensos. “Es,
pues, tan profunda la capacidad de estas cavernas, por que lo que en ellas
puede caber, que es Dios, es profundo, de infinita bondad; y así será en cierta
manera su capacidad infinita.”
Sólo en la infinita hermosura,
bondad, alegría, paz y amor del Padre Dios puedo saciar mi hambre y sed de
infinito. No hay otra salida. El me ha creado de forma que puedo ser igual que El, pero
sólo en unión con El. Solamente en la participación de sus bienes infinitos
lograré satisfacer los anhelos más íntimos mí propio yo.
En
este sentido, el Modelo acabado para unirme con Dios es Jesucristo. Como sabes,
aunque no compartas mi fe, los que seguimos a Jesús, creemos que él es el Hijo
de Dios hecho persona divina humanizada.
Por tanto, lo reconocemos como verdadero Dios y verdadero hombre. Una sola
persona con naturaleza divina y naturaleza humana.
Por tanto, nadie como El puede
ser mejor Modelo para recorrer los caminos de la unión con Dios. Si lo imito a
cada momento del día, me encontraré en el camino óptimo y más excelente para
unirme con Dios. En toda circunstancia me puedo preguntar:
+, “¿Qué haría Jesucristo en mi
lugar?
+” También, ¿“qué sentimientos
escogería Jesús en estos momentos?”
+ “¿Por cuáles pensamientos
optaría Jesús ante esta persona o situación?”
+ “¿,Cómo se relacionaría Jesús
con esta persona o grupo?”
En esta imitación del Señor hay
una condición que, a Este deseo de imitar a Jesús
responde a una invitación suya, “aprended de mí que soy manso y humilde de
corazón”
MT
11,29
A primera vista, parece lo
opuesto a la autoestima. Dice Jesús, “si
alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame
(Mc 8,34).
Negarse a sí mismo, ¿significa
frenar el propio desarrollo, perder confianza en sí mismo y caer en el
apocamiento?
O peor todavía, ¿significa
echarse culpas, castigarse y autodestruirse, como ocurre en la depresión?
Dejo que Dostoievsky responda
estas cuestiones. El es un genio. Y a pesar de vivir atormentado por la
incredulidad y la duda, tiene la luz del
ingenio para penetrar en el sentido de esta cuestión.
“Amar a un hombre como a sí
mismo, de acuerdo al mandamiento de Cristo, ¿es casi imposible? La ley de la persona terrestre nos
liga. El yo es un gran obstáculo.
Sólo
Cristo ha podido.
Pero Cristo es el ideal eterno,
el
ideal de siempre, al que todo hombre aspira y
debe aspirar en virtud de la ley de la naturaleza. Sin embargo, después de la
aparición de Cristo encarnado, resulta claro como e l día, que la suprema y
última etapa de la evolución de la persona debe conducir, precisamente, a que
el hombre descubra -tanto en el comienzo de la evolución, como en el punto mismo
en que la meta es alcanzada y tome conciencia y se convenza con toda la fuerza
de su naturaleza, de que la utilización suprema que puede hacer de su persona,
de que el desarrollo total de su yo, consiste en negarlo, para darle
enteramente a todos y cada uno sin reservas ni apartijos. “
Sí, Jesús es el ideal eterno,
el ideal de siempre, al que todo hombre aspira y debe aspirar en virtud de la
ley de la naturaleza. Por ley natural todos deseamos crecer y alcanzar un
desarrollo humano ilimitado. Y nadie como Cristo ha rebasado las posibilidades
humanas. El ha ido más allá de todo crecimiento imaginable.
Por ello, como subraya
Dostoievsky, él aparece como el ideal eterno para todo ser humano deseoso de su
desarrollo.
Pero de acuerdo a la genial
intuición del novelista ruso, el desarrollo
total del yo, consiste en negarlo, para darle enteramente a todos y cada uno.
Suena paradójico, pero así se comprueba en los grandes hombres, en especial en
Jesús.
El
desarrollo personal es proporcional a la negación del yo negativo que todos tenemos,
sí dicha negación se orienta al servicio y amor de los demás.
Y esta negación del yo, para
darme enteramente a los demás, alcanza
su culminación en Jesucristo. “El cual, siendo de condición divina, no retuvo
ávidamente el ser igual a Dios.
Sino que se despojó de sí mismo
tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo
en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y
muerte de cruz”
Nos asumió a todos los que lo aceptemos. Filipense
2,6-8.
B- Amar al propio yo, tanto
como Dios lo ama
Por obediencia al Padre, el
Hijo se encarna como PERSONA- hombre, se comporte como servidor o de los
seres humanos y sube al cadalso de la +cruz.+
Dios Padre ama a Jesucristo
eterna e infinitamente. Mientras Jesús es bautizado por Juan en el Jordán, se
escucha la voz del Padre, que dice, “Este
es mi Hijo amado, en quien me complazco’ Mateo 3,17.
Sólo el Hijo puede complacer
totalmente al Padre.
Te pregunto, ¿podrías tú
abarcar el universo y colmarlo con las melodías de tu canto? Imposible. Ni
siquiera con los aparatos más sofisticados de la ingeniería moderna. Pues bien,
considera que Dios es superior al universo sin comparación.
Así que nadie alcanza la
infinitud del Padre, excepto su Hijo Jesucristo. Entre ellos el amor es tan
perfecto y maravilloso, que se personifica en el Espíritu Santo.
No hay duda, por tanto, de que
el amor del Padre para Jesús es indescriptiblemente mayor que todo lo que
podamos pensar, imaginar o intuir, Y en razón de ese amor tan enorme,
Dios pide a su Jesús que niegue
su yo para darse enteramente a todos y cada uno.
También a ti, Dios te ha pedido
que te niegues. Desde los comienzos has podido conquistar la vida, gracias a la
negación de ti mismo. Como célula masculina, negaste tu propio ser, para darlo
sin reservas a la célula materna. Y así la fecundaste y eres el fruto de tu
propia negación.
A este tipo de negación te
invita Dios por medio de Jesús. Una negación de lo malo y destructivo, del
estancamiento y repliegue en tu propio yo, de la pasividad y mediocridad. Al
mismo tiempo te pide Dios que te lances a la carrera de la entrega a los demás,
a la vida, al desarrollo integral de tu ser.
Más que nada, te propone que le
dones tu propio yo. Recuerda, cuando diste enteramente tu ser al óvulo materno,
experimentaste una metamorfosis
maravillosa.
En ese momento te transformaste
en la semilla de la persona que hoy eres. Así también en la
unión con Dios, te volverás hijo de la luz en plenitud. La claridad de tu
cuerpo y espíritu se convertirá en resplandores divinos.
Imagina tu propio yo como el cristal
de una ventana. Cuando el cristal ha negado toda oscuridad o suciedad, y se
halla libre de manchas, telarañas y polvo, se torna transparente por completo.
Y entonces es capaz de entregarse sin reservas a los rayos del sol. De pronto,
todo es luz. No logras advertir la presencia del cristal. Se diría que el
cristal se ha transformado en la luz y claridad solares.
Otro tanto quiere Dios para ti,
Desea que te arranques toda mancha y
rastro de oscuridad. Procura que sufras un proceso de limpia y purificación, mediante el fuego de amor que es su
Espíritu, para que tu yo quede transparente del todo. Entonces El, como manantial eterno de la luz, se unirá
totalmente contigo. Y así, tú serás su luz y tu luz será su luz.
“Digamos
que sea la unión como si dos velas de cera se juntasen tan en extremo, que toda
la luz fuese una, o que el pabilo y la luz y la cera es todo uno; mas después bien se puede apartar la una vela de
la otra y quedan dos velas,” comenta santa Teresa de Ávila.
Ahí tienes muy clara la meta de
la negación de ti mismo.
Dios pretende solamente que
seas libre y capaz de hacerte uno con su
luz. Y en esta perspectiva, me parece obvio que la verdadera autoestima
significa amar tu propio yo tanto como Dios lo ama.
Pero tú no eres Dios para poder
amarte tanto como El te ama... ¿Qué hacer? La solución sólo está en sus manos
omnipotentes. Y en efecto, a impulsos de su amor infinito ha desplegado todo su
poder para lograr que te ames tanto como El te ama. Sencillamente, ha decidido
hacerte igual que El mediante el amor.
En unión con El, como decían
los teólogos medievales, puedes coejecutar con El, el amor a tu propio yo. Y es
probable o, más bien, es seguro que en unión con Dios, tú querrás para ti mismo
la cruz de Cristo. Y aceptarás morir del todo a tu yo, para resucitar a una
vida nueva, luminosa, feliz e infinita en Dios.
C- Desarrollo humano hasta el
infinito
En unión con Dios, puedo
contemplar las posibilidades de mi desarrollo humano como un horizonte sin
límites. No los hay de hecho. Al hacerme partícipe de su naturaleza divina,
Dios me abre infinitas posibilidades de crecimiento. Ni siquiera la eternidad
será suficiente para que me actualice y las potencialidades que adquiera en unión con
Dios.
La
buena nueva, a este respecto, consiste en saber que, ya en esta tierra, Dios
quiere enriquecer mis capacidades humanas con su propia divinidad.
San Juan de la Cruz, igual que
otros místicos, es testigo de esa posibilidad. En su propia experiencia
descubrió que Dios opera una transformación humana o psicológica en las
personas que se unen a El.
“Porque el entendimiento, que
antes de esta unión entendía naturalmente con la fuerza y vigor de su lumbre
natural por la vía de los sentidos naturales, es ya movido e informado por otro
más alto principio de lumbre sobrenatural en Dios, dejados aparte los sentidos;
y así se ha trocado en divino, porque por la unión su entendimiento y el de
Dios todo es uno.
Y la voluntad, que antes amaba
baja y muertamente sólo con su afecto natural, ahora ya se ha trocado en vida
de amor divino, porque ama altamente con afecto divino, movido con la fuerza
del Espíritu Santo, en que ya vive vida de amor; porque por medio de esta unión
la voluntad de él y la de ella ya sólo es una voluntad.
Y la memoria, que de suyo sólo
percibía las figuras y fantasmas de las criaturas, es trocada por medio de esta
unión a tener en la mente los años eternos que dice David (Sal 76,6).
El apetito natural, que sólo
tenía habilidad y fuerza para gustar el sabor de criatura, que obra muerte,
ahora está trocado en gusto y sabor
divino, movido y satisfecho ya por otro principio donde está más a lo vivo,
que es el deleite de Dios, y, porque está unido con él, ya no es otro que
apetito de Dios Mismo.
A la luz de la experiencia
mística que reluce en este texto, intenta imaginar lo inimaginable. Y
presuponiendo que tú u otra persona ha recibido la gracia de la unión con Dios,
pondera que “el entendimiento de esta alma es entendimiento hermoso y profundo
de Dios. “
Gracias a tu participación en
la naturaleza divina, tu entendimiento se puede unir con el de Dios. Así tu
conciencia y capacidad cognitiva se expanden infinitamente.
Dios te comparte la infinitud
de su propio conocimiento y sabiduría. Y El mismo, en forma experiencial y concreta, me recuerda que el universo y
todas las criaturas existen por El.
“Y éste es el deleite grande de
este recuerdo: conocer por Dios las criaturas, y no por las criaturas a Dios;
que es conocer los efectos por su causa y no la causa por sus efectos. “
La Causa de todo lo que existe
es Dios. El universo y las criaturas son los efectos de la creación amorosa de
Dios. Y conocer los efectos por su causa, o conocer por Dios las criaturas, es
lo que Albert Einstein buscaba como su último objetivo científico. El decía.,
“yo quiero conocer los pensamientos de Dios; todo lo demás son detalles.”
Inspirado en uno se los
libros de LUIS JORGE GONZÁLEZ.TQM
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