lunes, 27 de agosto de 2012


MIS SENTIMIENTOS

El lenguaje de mis sentimientos
Mis sentimientos son un sexto sentido, el sentido que interpreta ordena, dirige y resume los otros cinco. Ellos son mi lenguaje propio: cuando ellos hablan yo me veo obligado a escucharme  y a veces a actuar, aun cuando no siempre comprendo el porqué.

Si no tengo conciencia de mis propios sentimientos, si no los comprendo o no sé cómo utilizarlos ni expresarlos, estoy  peor que si fuera sordo o ciego o paralítico. Si no soy capaz de sentirme, es como si no estuviera vivo.
Los sentimientos me hacen plenamente humano divinizándome.
Mis sentimientos son el mundo en que vivo.
El lenguaje de los sentimientos es el medio por el cual me relaciono conmigo mismo. Si no soy capaz de comunicarme conmigo mismo, no puedo comunicarme con los demás. Yo percibo el mundo con mis cinco sentidos y esta percepción la integro a mí mismo de manera personal y única.
Mis sentimientos son la reacción a lo que percibí por medio de los sentidos y éstos dan forma a mis reacciones futuras: si llevo en mí mucho enojo no resuelto, voy a tender a ver el mundo también lleno de enojo.

Por esto, el mundo es y será para mí lo que yo mismo creé, porque yo he influenciado ese mundo. Si soy responsable frente a mis sentimientos, soy también responsable frente al mundo y ello adquiero la verdadera independencia para amar sin medida.

Si expreso en forma abierta mis sentimientos, no tengo necesidad de protegerme y puedo utilizarlos para interpretar el mundo en que vivo.

No puedo captar la realidad si no cuento con los sentimientos. Si pierdo contacto con mis sentimientos, pierdo contacto con mis cualidades más humanas:
“Siento, luego, soy”.
Mis sentimientos me delatan
Mis sentimientos son la forma en que me percibo y mi reacción frente al mundo que me rodea. Es cómo siento que estoy vivo. Sin sentimientos no tengo
Existencia, no tengo vida. Soy lo que son mis sentimientos y, si no los comprendo, no puedo comprender la vida.
Mi apreciación de la vida es personal, de acuerdo a mis propios sentimientos y diferente a la forma de apreciar la vida que tienen los demás.
San Juan de la Cruz es el maestro, después de Jesús, en expresar y divinizar mis sentimientos.
Aunque soy distinto a los de mi forma de reaccionar es semejante, porque los sentimientos unen a todos los seres humanos. Ni mis palabras ni mis pensamientos pueden reemplazar a mis sentimientos; ser más o menos inteligente no significa nada, ni aclara ni
Soluciona  lo que yo estoy sintiendo.
El mundo es muy difícil; tengo que aprender a vivir, y para eso tengo que aprender a sentir con sinceridad.
Mientras más sincero sea, más energía tendré para
Enfrentar mis problemas. En contacto con mis sentimientos lograré ser abierta y libre, la única forma de llegar a ser dueño de mí misma.
Mis sentimientos son mi verdad; no puedo negarlos, Disfrazarlos ni esconderlos, ni racionalizarlos, porque si lo hago, me producen dolor.
Debo cuidar mi reacción ante el dolor y no cerrarme creando defensas impenetrables, porque me va a resultar difícil manejar mis sentimientos y puedo perder de vista mi problema. Me defiendo para protegerme de mayores daños, pero no me doy cuenta de que gasto tanta energía que me desgasto inútilmente poniendo una barrera contra la realidad. Es preferible que soporte el dolor hasta que ceda. Es una decisión valiente y adecuada.
Tengo sentimientos de luz y de sombra; Los  luminosos me dan fuerza y bienestar, sentido de plenitud, de vida, de totalidad y de esperanza. Mis sentimientos sombríos interfieren mi placer, agotan mi energía y me dejan extenuado, sintiéndome bloqueado, vacío y solo.
Si intimino mis sentimientos, me sentiré abierto y libre de sombras y me convertiré en una persona más elevada, más creadora y más productiva. Me sentirá más elevado, porque estaré libre del peso de defensas que tienen su raíz en el temor y el sufrimiento. Seré más creador, porque expresará mi energía hacia afuera en forma clara, y seré más productivo porque expresaré mis energías libremente, y mis sentimientos tendrán fuerza porque los expresaré con naturalidad.
Es necesario que viva las etapas del dolor que producen las heridas emocionales; no debo evitar la realidad y sólo así podré resolver mi dolor en forma más completa, única forma de recuperar mis energías y, con ellas, mi creatividad y mi productividad.
Mis sentimientos reflejan mi presente, espontaneamente brotan de lo que me sucede ahora; por ello debo tener resuelto el dolor del pasado para tener libertad actual; no debo aprisionar el pasado, porque así me bloqueo y pierdo mucho.
 Debo estar libre de toda necesidad de distorsionar la realidad, para poder evocar limpiamente mi pasado, resolver mis problemas emocionales y poder así crecer y desarrollarme bien. No tengo derecho a quedarme trancado, por ejemplo, con mis problemas de infancia; esos conflictos hay que abrirlos para que se conviertan en factor de desarrollo, dejar de ser dependiente de ellos y poder lograr así la meta de mi vida:LO QUE IMPORTA ES EL AQUÍ Y EL AHORA;EL PASADO YA PASÓ

La independencia y mi libertad. El objetivo de mi vida debe ser, simplemente, sentirme cómodo conmigo mismo y aceptar mis sentimientos sin fingimientos.
Me es difícil aprender sencillamente a ser, ¿cómo puedo lograrlo? Abriéndome a mis sentimientos. Si siento ansiedad, que es un sentimiento sombrío, puedo llevarlo a transformarse en luminoso si sé cómo manejarlo.
La ansiedad, que es temor al daño o a la pérdida, me hace sentir dolor; este dolor me desequilibra y me pide una respuesta de energía, la que debo dirigir hacia afuera, hacia el punto de origen del dolor.
La expresión de esa energía es el enojo. Si no puedo exteriorizar ese enojo y lo vuelvo hacia mí, lo percibo
Como culpa. Esto me ocurrió porque no acepté el enojo original y el daño se volvió contra mí. Esta culpa profunda se transforma en depresión y esta depresión puede destruirme y consumir toda mi energía.
La ansiedad es el temor al daño o a la pérdida.
El daño o la pérdida llevan al enojo.
El enojo contenido lleva a la culpa.
La culpa no aliviada lleva a la depresión.
Estos sentimientos me surgen naturalmente cuando Sufro una pérdida: la pérdida de alguien que me ama o la pérdida de su amor o de mi sensación de ser amado; la pérdida de mi propio control y la pérdida de mi auto- estima. La pérdida del amor, del control y de la auto- estima me hace utilizar un determinado tipo de defensas para manejar dicha pérdida, y la forma como encaro esta percepción depende de mi propio desarrollo emocional. Me cuesta admitir mis imperfecciones, estoy convencido de que debo ser perfecto y vivo tratando de probar que no tengo defectos. Como no es así, es preferible que yo encare mis defectos y aprenda a manejarlos y no que trate (le negarlos. Me sentiré liberado una vez que acepte realmente la idea.
¿Quién, si no yo, puede saber con certeza lo que siento de verdad? La responsabilidad de mi propio viaje por este mundo está en mis propias manos. Es y será así.
En mis sentimientos puedo resolver los errores del pasado y los problemas de mi futuro desarrollo.
 Puedo ir del daño a la curación, del dolor al bienestar, de la fantasía a la realidad y a la aceptación de mí mismo.
Cuando aprendo a permitir que mis sentimientos son naturales, el mundo que percibo podré cambiarlo y volverlo más real y yo mismo seré más seguro y sincero en mi apreciación de dicho mundo y lograré así la felicidad de mi propia realización.
No temeré ser yo mismo.
¿Quién soy yo? Soy la persona que experimenta sus propios sentimientos y crea su propio mundo.
Daño y pérdida
Cuando me siento dañado o lesionado, me siento “mal”. He perdido algo. Si es importante mi pérdida, es importante mi daño. Soy vulnerable a esta pérdida y lo acepto así. Si finjo que no estoy herido, me engaño a mí mismo y me subestimo, porque ello significaría que no me importa nada de mí mismo, de mi mundo, de los que viven en él. Si no me importa la pérdida, significa que no soy muy profundo en el grado de compromiso con el mundo.
Si formo lazos superficiales es porque tengo temor de acercarme demasiado a otras personas; tengo miedo de que me abandonen, de que me traicionen o me rechacen, aunque aparento que nada me llega. Pero si me aíslo de otras relaciones, sin duda tendré poca felicidad, porque, por huir del dolor, me aíslo de la dicha. Si creo defensas rígidas viviré un mundo neutro, sin color, sin movimiento ni variedad. Tantas defensas opacarán y aburrirán para siempre la visión del mundo. Mi miedo es creer firmemente en el mal. Viene de mi yo cerebral.
La alegría se opone a mi dolor, con ella me nutro. Si no soy capaz de aceptar que puedo ser herido, tampoco seré capaz de dar placer a otros. Debo abrirme a ambos casos. Abrirme significa que soy vulnerable, que soy capaz de sentirme herido y también de dar placer. Mi alegría es creer firmemente en el bien. Viene de mi yo divinizado.
El primer p para comprender mi dolor de ser herido, y también para sobreponerme a él, es descubrir qué significa una pérdida para mí. Si soy infantil, sufriré la pérdida de la protección que me daban otras personas, y si no quiero abrirme, me colocaré a la defensiva, por que prefiero ser protegido a quedar abierto a la herida. Debo convencerme fuertemente de mi bondad y de mis fuerzas interiores y convencerme también de que sea lo que sea lo que surja de mi cambio, seré capaz de encararlo de alguna manera.
Es importante que yo sepa que, cualesquiera sean, mis defectos no son únicos, ni muy diferentes de los de otros, ni tan graves como yo creo; si averiguo bien, yo no me cambio por los demás.
Si trato de ocultar mis problemas, los hago más evidentes y más difíciles de corregir.
 No debo ocultar mis faltas sino ocupar esa energía en corregirlas. Tengo derecho a ser feliz.
Debo averiguar por qué me siento herido, qué me duele; aceptar que no soy perfecto y no proyectar la imagen de alguien que no soy, para ver y compren- derme con todas mis fallas y así poder sobreponerme a ellas y crecer corno individuo. Mis energías debo ocuparlas en la búsqueda de la verdad y de lo que me ayuda a crecer y a decidir lo que es mejor para mí.
Descubrirá que no soy tan bueno como esperaba, aunque soy mejor de lo que temía. Tengo la responsabilidad de corregir las fallas que son posibles de corregir y de aceptar aquellas que no lo son. En cuanto a sentimientos heridos y de pérdida, me impresiona constatar cuánto nos parecemos todos.
Me acostumbré a preguntarme: ¿quién está produ- ciendo tales sentimientos dentro de mí: el yo HERMOSO o el FEO (CEREBRAL)? Y según sea uno o el ***********************otro, opto.**********************

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