MIS
SENTIMIENTOS
El lenguaje de mis sentimientos
Mis sentimientos son un sexto
sentido, el sentido que interpreta ordena, dirige y resume los otros cinco.
Ellos son mi lenguaje propio: cuando ellos hablan yo me veo obligado a escucharme
y a veces a actuar, aun cuando no
siempre comprendo el porqué.
Si no tengo conciencia de mis
propios sentimientos, si no los comprendo o no sé cómo utilizarlos ni
expresarlos, estoy peor que si fuera sordo o ciego o paralítico.
Si no soy capaz de sentirme, es como si no estuviera vivo.
Los sentimientos me hacen plenamente humano
divinizándome.
Mis sentimientos son el mundo
en que vivo.
El lenguaje de los sentimientos
es el medio por el cual me relaciono conmigo mismo. Si no soy capaz de comunicarme conmigo
mismo, no puedo comunicarme con los demás. Yo
percibo el mundo con mis cinco sentidos y esta percepción la integro a mí mismo
de manera personal y única.
Mis sentimientos son la
reacción a lo que percibí por medio de los sentidos y éstos dan forma a mis
reacciones futuras: si llevo en mí mucho enojo no resuelto, voy a tender a ver
el mundo también lleno de enojo.
Por
esto, el mundo es y será para mí lo que yo mismo creé, porque yo he influenciado
ese mundo. Si soy responsable frente a mis sentimientos, soy también responsable
frente al mundo y ello adquiero la verdadera independencia para amar sin
medida.
Si expreso en forma abierta mis
sentimientos, no tengo necesidad de
protegerme y puedo utilizarlos para interpretar el mundo en que vivo.
No
puedo captar la realidad si no cuento con los sentimientos. Si pierdo contacto
con mis sentimientos, pierdo contacto con mis cualidades más humanas:
“Siento,
luego, soy”.
Mis
sentimientos me delatan
Mis sentimientos son la forma
en que me percibo y mi reacción frente al mundo que me rodea. Es cómo siento
que estoy vivo. Sin sentimientos no tengo
Existencia, no tengo vida. Soy
lo que son mis sentimientos y, si no los comprendo, no puedo comprender la
vida.
Mi
apreciación de la vida es personal, de acuerdo a mis propios sentimientos y
diferente a la forma de apreciar la vida que tienen los demás.
San Juan de la Cruz es el
maestro, después de Jesús, en expresar y divinizar mis sentimientos.
Aunque soy distinto a los de mi
forma de reaccionar es semejante, porque los
sentimientos unen a todos los seres humanos. Ni mis palabras ni mis pensamientos
pueden reemplazar a mis sentimientos; ser más o menos inteligente no significa
nada, ni aclara ni
Soluciona
lo que yo estoy sintiendo.
El mundo es muy difícil; tengo
que aprender a vivir, y para eso tengo que aprender
a sentir con sinceridad.
Mientras más
sincero sea, más energía tendré para
Enfrentar
mis problemas. En contacto con mis sentimientos lograré ser abierta y libre, la
única forma de llegar a ser dueño de mí misma.
Mis sentimientos son mi verdad;
no puedo negarlos, Disfrazarlos ni esconderlos, ni racionalizarlos, porque si
lo hago, me producen dolor.
Debo
cuidar mi reacción ante el dolor y no
cerrarme creando defensas impenetrables, porque me va a resultar difícil
manejar mis sentimientos y puedo perder de vista mi problema. Me defiendo para protegerme de
mayores daños, pero no me doy cuenta de que gasto tanta energía que me desgasto
inútilmente poniendo una barrera contra la realidad. Es preferible que soporte
el dolor hasta que ceda. Es una decisión valiente y adecuada.
Tengo sentimientos de luz y de
sombra; Los luminosos me dan fuerza y
bienestar, sentido de plenitud, de vida, de totalidad y de esperanza. Mis sentimientos
sombríos interfieren mi placer, agotan mi energía y me dejan extenuado, sintiéndome
bloqueado, vacío y solo.
Si intimino mis sentimientos,
me sentiré abierto y libre de sombras y me convertiré en una persona más
elevada, más creadora y más productiva. Me sentirá más elevado, porque estaré
libre del peso de defensas que tienen su raíz en el temor y el sufrimiento.
Seré más creador, porque expresará mi energía hacia afuera en forma clara, y
seré más productivo porque expresaré mis energías libremente, y mis
sentimientos tendrán fuerza porque los expresaré con naturalidad.
Es necesario que viva las
etapas del dolor que producen las heridas emocionales; no debo evitar la realidad y sólo así podré resolver mi dolor en
forma más completa, única forma de recuperar mis energías y, con ellas, mi
creatividad y mi productividad.
Mis sentimientos reflejan mi
presente, espontaneamente brotan de lo que me sucede ahora; por ello debo tener
resuelto el dolor del pasado para tener libertad actual; no
debo aprisionar el pasado, porque así me bloqueo y pierdo mucho.
Debo
estar libre de toda necesidad de distorsionar la realidad, para poder evocar
limpiamente mi pasado, resolver mis problemas emocionales y poder así crecer y
desarrollarme bien. No tengo derecho a quedarme trancado, por ejemplo, con mis
problemas de infancia; esos conflictos hay que abrirlos para que se conviertan
en factor de desarrollo, dejar de ser dependiente de ellos y poder lograr así
la meta de mi vida:LO QUE IMPORTA ES EL
AQUÍ Y EL AHORA;EL PASADO YA PASÓ
La independencia y mi libertad.
El objetivo de mi vida debe ser, simplemente, sentirme cómodo conmigo mismo y
aceptar mis sentimientos sin fingimientos.
Me es difícil aprender
sencillamente a ser, ¿cómo puedo lograrlo? Abriéndome a mis sentimientos. Si
siento ansiedad, que es un sentimiento sombrío, puedo llevarlo a transformarse
en luminoso si sé cómo manejarlo.
La ansiedad, que es temor al daño
o a la pérdida, me hace sentir dolor; este dolor me desequilibra y me pide una
respuesta de energía, la que debo dirigir hacia afuera, hacia el punto de
origen del dolor.
La expresión de esa energía es
el enojo. Si no puedo exteriorizar ese enojo y lo vuelvo hacia mí, lo percibo
Como
culpa.
Esto me ocurrió porque no acepté el enojo original y el daño se volvió contra mí. Esta culpa profunda se transforma en
depresión y esta depresión puede destruirme y consumir toda mi energía.
La ansiedad es el temor al daño
o a la pérdida.
El daño o la pérdida llevan al
enojo.
El enojo contenido lleva a la
culpa.
La culpa no aliviada lleva a la depresión.
Estos sentimientos me surgen
naturalmente cuando Sufro una pérdida: la pérdida de alguien que me ama o la
pérdida de su amor o de mi sensación de ser amado; la pérdida de mi propio
control y la pérdida de mi auto- estima. La pérdida del amor, del control y de
la auto- estima me hace utilizar un determinado tipo de defensas para manejar
dicha pérdida, y la forma como encaro esta percepción depende de mi propio
desarrollo emocional. Me cuesta admitir mis imperfecciones, estoy convencido de
que debo ser perfecto y vivo tratando de probar que no tengo defectos. Como no
es así, es preferible que yo encare mis defectos y aprenda a manejarlos y no
que trate (le negarlos. Me sentiré liberado una vez que acepte realmente la
idea.
¿Quién, si no yo, puede saber
con certeza lo que siento de verdad? La responsabilidad de mi propio viaje por
este mundo está en mis propias manos. Es y será así.
En
mis sentimientos puedo resolver los errores del pasado y los problemas de mi
futuro desarrollo.
Puedo ir del daño a la curación, del dolor al
bienestar, de la fantasía a la realidad y a la aceptación de mí mismo.
Cuando aprendo a permitir que mis
sentimientos son naturales, el mundo que percibo podré cambiarlo y volverlo más
real y yo mismo seré más seguro y sincero en mi apreciación de dicho mundo y
lograré así la felicidad de mi propia realización.
No
temeré ser yo mismo.
¿Quién soy yo? Soy la persona
que experimenta sus propios sentimientos y crea su propio mundo.
Daño y pérdida
Cuando me siento dañado o
lesionado, me siento “mal”. He perdido algo. Si es importante mi pérdida, es
importante mi daño. Soy vulnerable a esta pérdida y lo acepto así. Si finjo que
no estoy herido, me engaño a mí mismo y me subestimo, porque ello significaría
que no me importa nada de mí mismo, de mi mundo, de los que viven en él. Si no
me importa la pérdida, significa que no soy muy profundo en el grado de
compromiso con el mundo.
Si formo lazos superficiales es
porque tengo temor de acercarme demasiado a otras personas; tengo miedo de que
me abandonen, de que me traicionen o me rechacen, aunque aparento que nada me
llega. Pero si me aíslo de otras relaciones, sin duda tendré poca felicidad, porque,
por huir del dolor, me aíslo de la dicha. Si creo defensas rígidas viviré un
mundo neutro, sin color, sin movimiento ni variedad. Tantas defensas opacarán y
aburrirán para siempre la visión del mundo. Mi miedo es creer firmemente en el
mal. Viene de mi yo cerebral.
La alegría se opone a mi dolor,
con ella me nutro. Si no soy capaz de aceptar que puedo ser herido, tampoco
seré capaz de dar placer a otros. Debo abrirme a ambos casos. Abrirme significa
que soy vulnerable, que soy capaz de sentirme herido y también de dar placer.
Mi alegría es creer firmemente en el bien. Viene de mi yo divinizado.
El primer p para comprender mi
dolor de ser herido, y también para sobreponerme a él, es descubrir qué
significa una pérdida para mí. Si soy infantil, sufriré la pérdida de la
protección que me daban otras personas, y si no quiero abrirme, me colocaré a
la defensiva, por que prefiero ser protegido a quedar abierto a la herida. Debo
convencerme fuertemente de mi bondad y de mis fuerzas interiores y convencerme
también de que sea lo que sea lo que surja de mi cambio, seré capaz de encararlo
de alguna manera.
Es importante que yo sepa que,
cualesquiera sean, mis defectos no son únicos, ni muy diferentes de los de
otros, ni tan graves como yo creo; si averiguo bien, yo no me cambio por los
demás.
Si trato de ocultar mis
problemas, los hago más evidentes y más difíciles de corregir.
No debo ocultar mis faltas sino ocupar esa
energía en corregirlas. Tengo derecho a ser feliz.
Debo
averiguar por qué me siento herido, qué me duele; aceptar que no soy perfecto y
no proyectar la imagen de alguien que no soy, para ver y compren- derme con
todas mis fallas y así poder sobreponerme a ellas y crecer corno individuo. Mis energías debo ocuparlas en
la búsqueda de la verdad y de lo que me ayuda a crecer y a decidir lo que es
mejor para mí.
Descubrirá que no soy tan bueno
como esperaba, aunque soy mejor de lo que temía. Tengo la responsabilidad de
corregir las fallas que son posibles de corregir y de aceptar aquellas que no
lo son. En cuanto a sentimientos heridos y de pérdida, me impresiona constatar
cuánto nos parecemos todos.
Me acostumbré a preguntarme:
¿quién está produ- ciendo tales sentimientos dentro de mí: el yo HERMOSO o el FEO
(CEREBRAL)? Y según sea uno o el ***********************otro, opto.**********************
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