viernes, 10 de agosto de 2012

Compromiso de Crecimiento para ser feliz con mi pareja y no pelear


COMPROMISO DE CRECIMIENTO
PAra SER FELIZ CON MI PAREJA
Y NO PELEAR

1. Me compro para hablar de ni desde mi propia intimidad, expresando lo que yo “siento” en este momento y no hablar nunca del otro o de los otros.
2. Evitaré todo tipo de juicio o enjuiciamiento. Ejemplo: “Tú estás equivocado, tú no me entiendes. Eso es una tontería, etc.”. No usaré el “tú”, ya que es mortal en el amor. Aunque fuera positivo, es un peligro constante. Con la facilidad que puedo decir “tú eres estupenda”, “lo que dijiste es fantástico”, sigue siendo juicio y se puede pasar en seguida a decir “tú eres una idiota”, “lo que afirmas es absurdo”, etc. Todo juicio pone en peligro al otro, porque así corno puede calificar bien, puede calificar mal. Si cada uno habla de sí, de lo que siente, es auténtico, dice lo que siente y lo que piensa; el sentir no ofende, porque es lo más personal y original de cada persona.
3. Los sentimientos, lo que yo siento, son sagrados. No se debe ni se puede juzgar, sólo se puede acoger. “Eso te pasa, eres tú y te acojo tal como eres”. Sin calificarlo de bueno o malo, sino de real y verdadero. “Así eres tú y te acepto y respeto como eres, como te manifiestas, pero tu sufrimiento puede despertar en mí otro sentimiento de agrado o desagrado, y yo lo puedo expresar y será tan auténtico como el que tú expreses. Es válido para mí como fue válido para ti”. El no juzgar permite a cada persona sentirse respetada y valorada en lo que es, y no es exigida a ser lo que le gusta al otro.
4. Algunas preguntas válidas para hacer funcionarlo, familia. Como por ejemplo: ¿qué sentimos por dentro, ahora, aquí, al escuchar lo que hemos escuchado?, ¿qué nos pasa por dentro?, ¿qué nos hace expresar en lo personal?
5. Respeto el silencio. No tener miedo al silencio que se produce al hacer una pregunta. Hay silencios sociales que son signo de rechazo, pero hay silencios, en grupos corno éstos, que son de reflexión, de interiorización de la pregunta, de búsqueda de reacciones internas, para poder expresarlas convenientemente. Darles tiempo, es respetar la dinámica interna.
6. Los sentimientos  son reacciones espontáneas, nacen solos, no se pueden forzar. Son fugaces, aparecen y desaparecen. Hay que aprender a captarlos, a retenerlos, en el momento en que aparecen.
7. Etapas en la expresión de sentimientos. Para poder expresar mi sentimiento, yo necesito tres etapas:
a) identificarlo;
b) darle su nombre;
c) expresarlo.
8. Ejemplos de sentimientos. Estos son: “Siento ganas de.,.”, “siento temor al ver que nadie habla, siento malestar al constatar que lo que dije no tuvo
Respuesta”...
“Siento paz, serenidad, alegría, preocupación, molestia porque nadie tomó en cuenta lo que dije”... “Siento ganas de salir luego y conversar de esto con mi pareja”, etc. Los sentimientos son todos válidos, dignos de ser acogidos y tomados en cuenta sin enjuiciamiento por ser buenos o malos, en su realidad interior; siempre son dignos de respeto.
9. Evitará la confusión. Es muy importante que no confunda un sentimiento con lo que se quiere hacer aparecer como sentimiento, y ese cambio es un juicio. Por ejemplo, “siento que tú estás muy enojado” (el sentimiento nunca lleva un ‘que’). El “siento que” siempre es traidor. Porque es un pensamiento y no un sentir.
•La verdad es otra: veo que estás enojado (el enojo está fuera de mí), está en ti, Siento susto, siento pena, siento ganas de ayudarte), está en mí.
1O. Distingo entre hablar “desde la cabeza” y “des de el corazón” (yo profundo). Hablar sólo con la cabeza es hacer discursos, resumirlo que se dijo, tratar de convencer, sacar razones y ex es decir, cosas que están fuera de mí, que se ven y se pueden describir, pero que todos pueden ver y comentar, basta ser inteligente. Hablar desde el corazón es expresar lo íntimo y original de cada uno. Nadie puede reemplazar a nadie en resolver lo que siente. Cualquiera de los presentes puede resumir lo dicho y destacarlo, más o menos bien según la capacidad para expresar lo que me pasa por dentro, en el corazón, lo que yo siento en ese momento en mi intimidad, sólo lo puedo hacer yo y eso es la riqueza de la comunicación interpersonal.
11. Conversación y comunicación. La conversación consiste en expresar ideas, opiniones, realidades externas, acontecimientos, impresiones. Es interesante y entretiene. La comunicación consiste en expresar sentimientos, intimidades, las reacciones internas y persona les de cada uno, y enriquece. La gracia está en “enriquecerme” y no sólo en “entretenerme” 

Dios nos perdona siempre
AMAR ES SABER PEDIR PERDÓN Generalmente consideramos el perdón como algo que el ofendido da al ofensor después de la ofensa y después de un tiempo -por lo menos un momento-de reflexión o indecisión. “Sí” es la respuesta ideal a la pregunta: ¿quiero perdonar o no? Esta es una forma muy humana de considerar el perdón, pero no es la de Dios, puesto que él jamás se plantea esta pregunta.
El perdón de Dios
Jesús nos ha revelado el pacto eterno del amor
Misericordioso de Dios con nosotros y lo ha sellado con su
Sangre:
El mismo es el “Sí” irrevocable de Dios a la
Familia humana.
”PADRE, PERDÓNALOS NO SE DAN CUENTA LO HACEN”
El nos dijo y demostró que Dios, sin
Ambigüedad alguna, es don de Sí para nosotros. Este es
El verdadero sentido de su perdón:
Dios tiene permanentemente con nosotros la postura del dar: antes, durante
y después de nuestro pecado. Solamente hemos de
Aceptar esto con fe y gratitud.
“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no hay verdad en nosotros;
Pero si confesamos nuestros pecados, Dios que es fiel y
justo nos perdonará y nos limpiará de toda injusticia”
1 Juan 1,8.
Dios es, todo él, un dar; lo único que nos pide es que aceptemos lo que nos da y lo compartamos: que aceptemos a Jesús como manifestación suprema de su amor y que lo transmitamos a los demás:
“Su mandamiento es que creamos en su Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a otros como él nos tiene ordenado”
1 Juan 3, 23.
Cuando fallamos en cualquiera de estos mandamientos, pecamos y necesitamos el perdón y la purificación de Dios que están siempre disponibles para nosotros.
Nunca llegamos a creer plenamente en el amor de Dios, ni llegamos tampoco a transmitirlo plenamente a los demás; es por eso que todos somos pecadores. Jesús nos ha hecho tomar conciencia de este pecado cuando dijo:
“No he venido a llamar a hombres perfectos sino a pecadores” Mateo 9, 13.
Un padre misericordioso.
Una de las parábolas más eficaces del Nuevo Testamento es aquella en que Dios nos da una descripción de sí mismo y nos muestra su misma esencia en acción
Lucas
15, 11-32.
En ella nos habla de un padre amoroso que había dado a sus hijos todo lo que poseía. Uno de ellos; egoístamente, dejó el hogar después de haber vendido lo que le tocaba en herencia.
Nada en el relato indica que el padre se enojara con él o dejara de quererlo, ni siquiera por un momento.
Lo amaba cuando vivía y trabajaba en su hacienda; lo amaba cuando él pidió su parte para venderla; lo ama ba cuando se fue lejos del hogar para vivir a su manera; y lo amaba cuando, después de muchos años, volvió a casa sin un centavo.
Cuando su hijo regresó, el padre no le echó en cara su egoísmo ni le pidió cuenta de la vida que había lleva do, hi tampoco le exigió reparación alguna y ni siquiera que le prometiera no volver a hacerlo nunca más.
Ésta es la postura permanente de perdón que Dios tiene para con cada uno de nosotros.
Esta “buena noticia” parece demasiado buena para creerla.
Observemos que el padre pidió cuatro cosas, pero no a su hijo sino para su hijo: que aceptara la mejor ropa que había en casa, se pusiera zapatos nuevos y llevara de nueva el anillo de su herencia y, luego, el festín y la danza.
Amor antecedente
Como todo buen padre cuyo hijo puede volverse drogadicto, nuestro buen Padre del cielo continuamente
Nos libra del pecado y nos cura de sus efectos y de su esclavitud.
Se fija más en nuestras victorias que en nuestras derrotas, en los éxitos más que en los fracasos. Su actitud de perdón es corno la de un médico que siempre está tratando de curarnos y nos anima para que estemos perfectamente;
Sanos y brillantes de su presencia.
No es un refunfuñar “lo olvidaré por esta vez”, sino un amor antecedente y continuo que una mentalidad mezquina y sin fe nunca podrá aceptar del todo.
“Por lo tanto, acerquémonos con confianza al Dios que nos tiene reservada su bondad; ahí nos esperan su misericordia y su gracia y se nos dará la ayuda que necesitamos”
1 Corintios13, 4-7.


Perdonarme a mí mismo
A menudo se dice que la gente se perdona a sí misma demasiado fácilmente. Sin embargo, esto no es ver dad, excepto en el sentido de que no reconoce su falta o no pide perdón cuando debería hacerlo. Pero el verdadero perdón implica mucho más que esto. Es una aceptación cada vez más profunda, en nuestra vida, de la misericordia de Dios que redime y libera.
Nosotros mismos, gastando inútilmente energía en nuestros egoísmos y pecados.
Agradezcamos al Señor este don, como lo hacían los primeros cristianos: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo desde el cielo, en Cristo, con toda clase de bendiciones espirituales... Pues en él, la sangre que derramó paga nuestra libertad y nos merece el perdón de los pecados” Efesios1, 3-7.
Porque, con el perdón de los pecados nuestro Padre celestial nos ha dado la libertad:
“Él nos arrancó del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino de su Hijo amado. En él nos encontramos liberados y perdonados” Colosenses 1, 13-14.
Si vivimos culpándonos o seguimos actuando egoístamente, estarnos rechazando esta libertad.
         Perdón y culpabilidad
La culpabilidad es la convicción o el reconocimiento de que hemos dejado de hacer lo que sabíamos que deberíamos haber hecho.
Generalmente va acompañada por un sentimiento de inconformidad o de pesar (remordimiento).
Conviene distinguir:
— la culpabilidad neurótica, que nos hace sentir culpables aun cuando sabemos que ya no lo somos;
— la culpabilidad legal, por la cual sabernos que hemos violado una ley, intencionalmente o no;
Perdón y libertad

El perdón es el don de
Vivir en ella, en lugar
Aceptar la libertad de Dios y de quedarnos encerrados en
Perdón y pecado
— la culpabilidad social, por la cual nos sentimos incómodos cuando actuamos en contra de las normas y costumbres de la sociedad;
la culpabilidad moral, por la cual sabemos que hemos actuado en contra de nuestros propios principios.
Ninguna de ellas coincide con la culpabilidad cristiana, puesto que por ella sabemos y sentimos que hemos actuado contra las expectativas y esperanzas de un Padre amoroso y nos hemos hecho daño a nosotros mismos.
“Nosotros que hemos muerto al pecado, ¿vamos a seguir todavía viviendo en él Pues, al ser bautizados, fuimos bautizados junto con Cristo para compartir su muerte, a fin de que, al igual que él, que fue resucitado de entre los muertos para la gloria del Padre, también nosotros caminemos en una vida nueva” Romanos 6, 2. 4.
La verdadera culpabilidad cristiana es reconocer que hemos rechazado esta nueva vida y no tanto que hemos violado una ley, desafiado una costumbre o quebrantado unos principios. Cuando se basa en esto, generalmente el sentimiento de culpa dura mucho tiempo, hasta que se expíe.
La culpabilidad neurótica exige alguna forma de expiación incesante. En cambio, la culpabilidad cristiana, al mismo tiempo que reconoce el pecado, acepta el perdón de Dios. Y al perdonarse a sí mismo, el creyente cristiano no pierde el tiempo en automatizarse y castigarse, lo cual sólo lleva al desaliento y aun a la desesperación.
Ante este ofrecimiento de perdón sin límites, san Pablo temía que los cristianos de Roma sintieran la tentación de preguntarse:
“y  a seguir pecando para que Dios se muestre aún más bondadoso” Romanos 6, 1.
Y contesta que, por el contrario, este ofrecimiento de Dios es un motivo para no pecar:
¡Claro que no! Nosotros que hemos muerto al pecado, ¿vamos todavía a seguir viviendo en él?... Al igual que Cristo, quien fue resucitado de entre los muertos por el glorioso poder del Padre, nosotros también debemos vivir una vida nueva...
“También ustedes considérense muertos respecto al pecado y vivan para Dios en Cristo Jesús;” Romanos 6, 2. 4. 11.
Por consiguiente, tanto el masoquismo mental y el recriminamos a nosotros mismos como el seguir pecando, impiden que nos entreguemos a nosotros mismos el perdón y la gracia de sanación que Dios nos ofrece en Cristo.
Perdonar a los demás
También aquí debemos observar que, para muchos, perdón significa la voluntad -aun con un cierto resentimiento- de no castigar al otro o de no mantener una conducta ofensiva hacia él.
Esta actitud tiene lugar después. Pero, corno vimos anteriormente, ésta no es la descripción adecuada de la benevolencia y del perdón, antecedentes de Dios.
Él tiene una actitud permanente de perdón hacia nosotros.
El modelo del perdón.
Jesús dejó claramente establecido que en esto hay un solo modelo y es nuestro Padre celestial.
“Pero yo les digo: —Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen. Así serán ustedes hijos de su Padre que está en el cielo... Ustedes deben ser perfectos como su Padre que está en el cielo es perfecto” Mateo 5,44-48
El autor otras palabras:
De la Carta a los Efesios dice lo mismo con
“Sean buenos y compasivos unos con otros, y perdónense unos a otros como Dios los perdonó a ustedes en Cristo” Efesios 4, 32.
Este es el único ideal del perdón cristiano: perdonar como lo hace Dios.
Esto mismo es lo que nos enseña la parábola del funcionario que no quiso perdonar:
Entonces el rey lo mandó llamar y le dijo: - Miserable! Todo lo que me debías te lo perdoné en cuanto me suplicaste. ¿No era tu deber tener también compasión de tu compañero como yo la tuve de ti?” Mateo18, 32-33).
Aunque el perdón de Dios sea permanente, no puede alcanzarnos mientras no lo transmitamos a los de más. La misericordia de nuestro Padre no llega sola mente hasta nosotros, sino que, a través de nosotros, debe llegar a los demás: de lo contrario, no nos llega en absoluto:
“Sean compasivos corno también su Padre es compasivo;.. Perdonen y Dios los perdonará” Lucas 6, 36- 37b.
Es lo que nosotros mismos declaramos y pedimos en la oración de cada día:
“Y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”/Mateo6, 12.
Y Jesús añade:
“Queda bien claro que si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, su Padre que está en el cielo les perdonará también a ustedes” Mateo 6, 14.
El motivo del perdón
Perdón
El motivo último es que, por cualquier mal que ha gamos, Dios nos perdona y nos pide que hagamos lo mismo con los demás.
Así, Dios me llama a tener una postura permanente de perdón hacia los demás y me hace capaz de ello: algo menos que esto no sería suficiente
En una ocasión, Pedro preguntó acerca de esto, después de haber dicho que estaba dispuesto a perdonar hasta siete veces al que lo ofendiera. Pero Jesús hizo a un lado este ofrecimiento tan generoso en apariencia y exigió a sus seguidores una actitud permanente de perdón sin límites:
 “Siete veces no, sino setenta veces siete” Mt 18,
San Pablo seguía a su Maestro cuando exhortaba a los cristianos de Corinto:
“De cualquier manera, ya es ciertamente un mal el simple hecho de tener un pleito entre ustedes. ¿No sería mejor sufrir la injusticia y que les quitaran algo? Pero sucede todo lo contrario. Ustedes cometen injusticias y despojan a los demás; ¡y esto a hermanos!” 1 Corintios 6, 7-8.
Esto es mucho pedir y hasta imposible mientras no se tenga una experiencia profunda del amor misericordioso de Dios en la propia vida.
Una vez más recalquemos que la actitud de perdón es un querer perdonar siempre a los que nos ofenden y es comprender siempre que los demás, tarde o temprano, nos ofenderán. Esto, naturalmente, no impide decir les que nos han herido y pedirles que no lo sigan haciendo.
“Tengan paciencia unos con otros y perdónense si uno tiene motivo de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo” Colosenses 3, 13.
Este amor que siempre perdona es un ideal al cual nos llama Dios y que es posible realizar con su ayuda.
“El amor es paciente y bondadoso, no se deja llevar por la ira, ni guarda rencor. Disculpa siempre, confía siempre, espera siempre, aguanta siempre” 1 Corintios 13, 4-7
Los sentimientos sólo me indican cómo están mis necesidades psicológicas y espirituales de primera magnitud. La necesidad espiritual vital más importante es el Amor.
Mis sentimientos son instantáneos y me indican cómo están mis estanques ,mis necesidades espirituales. Lo que importa realmente frente a ellos son las decisiones. Por eso el Amor es una decisión que podernos desgranar así:
Amarte:
Es
Sentirte conmigo; aceptarte tal como eres.
Es llamarte.
Es ayudarte.
Es saber pedir perdón siempre.

1 comentario:

Unknown dijo...

Querido padre Pepe, tus publicaciones siempre dan una respuesta necesaria. Muchas gracias T.Q.M.