sábado, 3 de mayo de 2008

AMOR DEL BUENO-A

AMOR DEL BUENO.... LOS


CINCO PASOS DEL AMOR


1-El primer paso para amar como

Dios me ama, es ESCUCHARLO

con empatía no juzgar al otro

(Mt.7,1-5)

sino ponerme en su

lugar para sentir y vivir lo que él

vive y siente (Mt.7,12;

26,38.40); tratar de comprender

no sólo sus palabras,

pen­samientos y acciones, sino cuál

es su experiencia de la vida en este

momento (sentimientos); por qué

actúa o reaccio­na así, en qué cree

realmente, qué busca y necesita,

qué es lo más importante para él

(necesidades y valores).

Al mismo tiempo, debo ser tan

abierto, sincero y "vulnerable" en

la comunicación, como para p

ermitir que también el otro me

escuche así (Jn.15,15).

2-EL SEGUNDO PASO es aceptar a la otra persona con pacien­cia, tal como está en ese momento, pues es así como Dios me acepta a mí (Lc.6,36; Rom.15,7). ¿Puedo tratar a ese al­ alcohólico, ese drogadicto, ese hombre deshonesto, a esa mujer de mal carácter, a ese neurótico depresivo, a ese hi­pocondríaco manipulador, a esa escrupulosa obsesiva o a ese holgazán incorregible, con "el respeto y la sinceridad que vienen de Dios"? (2Cor.1,12; Rom.12,10)

Sin aceptar esa conducta evidentemente falsa, deshonesta, manipuladora o inmoral, ¿puedo cumplir con el mandato de Dios y acep­tar a esa persona? (Rm.14,10; 9,22; 15,1; Mt.5,22b).

3-EN TODOS NOSOTROS HAY UNA PERSONA MEJOR, capaz de dar más amor, de ser más libre y feliz. Sólo se necesita que al­guien la llame y la haga pasar adelante.

¿Soy yo ese al­guien para las personas con las cuales vivo? Este es el ter­cer paso del amor: animar al otro a descubrir el enorme po­tencial que tiene y alentarlo a crecer para realizar su yo más perfecto. Puedo llamar a los demás de muchas maneras: alentándolos (lTes.5,11); con alabanzas sinceras (2Tes. 1,3);

Enseñando y aconsejando


(Col.3,16); corrigiendo (Gal.6,1),


dándoles buenos ejemplos

(lPe.5,3; Hb.10,24;lTes.5,14-15).

4-EL CUARTO PASO DEL


AMOR ES AYUDAR AL OTRO

en sus necesi­dades,

hacer por él cuanto podamos en

esa situación con­creta, vivienda, salud... Todos los bienes de este

mundo nos pertenecen a todos y


Dios nos pide que los

compartamos (1Jn.3,17).


A NIVEL AFECTIVO, para

curar las heridas de la

afectividad y madurar


emocionalmente (Hch.20.37:


Co1.4,6; Rm.15, 32; 16,2.16;

Mt.7,12, Lc.5,29; 1Tes.5, 11).

A NIVEL INTELEC­TUAL: para

no estancarnos y no desperdiciar

los talentos que Dios nos ha

dado, necesitamos informarnos y

educarnos mutuamente mediante

el intercambio y el Compartir


(Col.3,16).


A NIVEL ESPIRITUAL: con la oración, el testimonio, la

ense­ñanza y la comunicación de

esos dones que el Espíritu nos da

para la edificación de su Iglesia


(Rm.1,11s, 12,6-8: 15,2;

15,30; 1Pe.4,10).

5- EL QUINTO PASO DEL AMOR ES EL PERDÓN. Esa misma actitud permanente de perdón sin límites (Mt.18.22) que Dios tiene conmigo (M1.5,44-48).

Siempre los demás tendrán que en­contrar en mí alguien que, a pesar de las heridas que le ha­cen, no se limita a no castigarlos y a no mantener una con­ducta ofensiva, sino que los ama y quiere su bien. El perdón de nuestro Padre celestial es el modelo (Ef.4.32; Lc.6.36.37b) y el motivo (Mt.18,32-33; 6.14; Co1.3,13) del mío.

Este amor paciente y bondadoso, que no se deja llevar por la ira ni guarda rencor, que aguanta todo y nunca muere porque perdona siempre (1 Cor.13,4-7), es un ideal al cual Dios me llama y que con su ayuda puedo realizar. Pero esto será imposible mientras no tenga una experiencia pro­funda de su amor misericordioso.

7. ¿QUIÉNES MI PRÓJIMO?

Sí, a lejos cada cano sabe quien es su prójimo; pero sólo Dios sabe cuantos lo saben realmente de cerca"

En la respuesta que da Jesús a esta pregunta (Lc.10,30-37), el prójimo no es solamente quien está desde un principio más cerca de mí (el próximo): los miembros de mi familia, de mi círculo de amigos, de mi clase social, de mi partido, de mi “fe” o Iglesia, de mi país. Prójimo puede ser también el extra­ño, el que encuentro en el camino, todo el que en este momen­to me necesita.

Jesús no intenta siquiera una definición, sino que insiste en la urgencia con que de mí se espera el amor en el caso concreto, en la necesidad del momento, más allá de las reglas conven­cionales.

La verdadera postura del que ama no es pregun­tarme quién es mi prójimo para delimitar exactamente mis obli­gaciones con los demás, sino: ¿Quién necesita de que yo me acerque y me convierta en su prójimo? El Señor me reclama un comportamiento activo, creador, que toma en serio la si­tuación ajena de necesidad y que ante ella se atreve a todo lo que haga falta para una ayuda eficaz (así lo han hecho siem­pre todos sus verdaderos seguidores).

El amor acaba con la casuística, el prójimo toma el puesto de la ley y las necesida­des del prójimo determinan lo que debe hacerse en cada si­tuación concreta. (Mt.7,1-5; Lc.6,37-38)

Lo decisivo en la parábola es que Jesús, después de consta­tar el fracaso del sacerdote y del levita la clase dirigente ju­día pone como ejemplo no al judío laico (como tal vez se es­peraban sus oyentes) sino al odiado enemigo del pueblo, al extraño y herético samaritano (judíos y samaritanos se mal­decían mutuamente en los servicios religiosos y no acepta­ban unos de otros ayuda alguna).

Jesús hace saltar todas las barreras, aun las más infranqueables: cualquiera que el Se­ñor ponga en mi camino y que se halla en apuros, se convier­te en mi prójimo, aunque sea mi enemigo.

"Han oído que antes se dijo: 'Ama a tu amigo y odia a tu enemigo'. Pero yo les digo: 'Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen" (Mt.5,43-44). "Hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los insultan" (Lc.6.27-28). Aunque el prójimo se presente como enemigo, siempre debo tratarlo no con odio sino con amor, renunciando a toda réplica violenta y hasta a mis pro­pios derechos (0.5,39-411- I Cor. 6, 7).

¿Por qué? ¿No es esto excesivo, injusto e imposible de prac­ticar? "La bondad se compensa con la bondad -decía Confu­cio- la injusticia con la justicia".

La razón que nos da Jesús es que amar a Dios es amar como hijo suyo; y amar como hijo de Dios es amar a nuestro prójimo tratándolo como él nos trata a nosotros. No hay otra manera de ser hijos de Aquel que es el Padre de todos (Mt.5,45-48; Lc.6,27-36), que no hace distinciones entre amigo y enemigo, que hace salir el sol y manda la lluvia sobre buenos y malos y que,D-rinda su amor incluso a los indignos (¿y quién no lo es?). Si queremos ser sus hijos, de enemigos debemos volvernos hermanos.

Sólo puedo responder al Amor sin límites, aman­do sin límites: dando vida, recreando, salvando, perdonando siempre como El lo hace. El haber experimentado su amor y su perdón me enseña a amar y a perdonar (Mt.6,12; 18,23-35); y al esforzarme por hacerlo así, entro cada vez más profun­damente en la experiencia del amor y del perdón divino.

En el best-seller "Vida después de

la vida", el Dr. Moody rela­ta las

experiencias de personas que

volvieron a la vida des­pués de que

los médicos las creyeron

clínicamente muertas: "El Ser de

luz les presenta una revista

general de su vida: todo aparece

en forma simultánea y puede

abarcarse en un instante...

Mientras la observan, el Ser hace

hincapié en dos cosas: aprender a

amar a los demás y adquirir

sabiduría... A una mujer que se

avergonzaba en algunas

circunstancias de su vida, le dijo:

'Así pudiste aprender' Un hombre

que cono­ció al Ser de luz se sintió

totalmente amado y aceptado, aún

cuando toda su vida aparecía a la

vista de Aquél.

Le pareció que le preguntaba si

era capaz de querer al prójimo de

la misma forma. Ahora considera

que la misión en la vida es

aprender a amar así:


"No hay más que un error y una


desgracia en este mundo y es la


de no amar bastante.

" Jesús ha vivido y muerto inútilmente si no hemos

aprendido de Él a regular

nuestra vida sobre la ley eterna

del Amor. " Ama a tu prójimo

como a ti mismo.

"Pórtate como quieres que los

demás se porten contigo, ¡ ahí

esta toda la ley y los profetas. MT

12,7"Si no me amo a mi mismo,

¿como podría amar a mi prójimo

como a mi mismo?,

Jesús relata la parábola del buen Samaritano, no desde el punto de vista del sacerdote o del levita, ni del samaritano, sino de aquel que ha sido asaltado, obligando así al oyente a ponerse en el lugar de aquel. Es en la situación del herido que el fariseo oye cómo se acercan y se alejan los primeros dos viajeros; y así se da cuenta de cuán poco le sirven a ese pobre hombre los motivos, tal vez válidos que ellos tendrían para pasar de largo y justificar su comportamiento.

Sigue en esa misma situación cuando oye cómo se acerca el samari­tano, del cual ningún judío podía esperarse nada. Y es gran­de su sorpresa cuando aquél se compadece y lo ayuda. Y así, el que puso la pregunta se la ve proponer de nuevo de tal manera que, al identificarse con el necesitado, aprende qué significa amar al prójimo como a sí mismo.

Jesús propone en forma positiva la famosa "regla de oro", que todas las religiones, antes de Él, conocían en forma ne­gativa: "Trata a los demás como quieres que los demás te tra­ten a ti " (Mt.7,12; Lc.6,31).

Y añade: "como quieres que Dios te trate a ti" (en algunos textos, explícitamente, en otros en forma im­plícita, mediante el 'pasivo divino').

"Con cualquier otra forma de plantear el mandamiento del amor al prójimo habríamos en­contrado excusas y escapatorias, pero ninguna llave de lu­chador puede agarrar tan definitivamente al adversario como este 'a ti mismo' agarra nuestro egoísmo." La dificultad que experimento en amar a los demás, es direc­tamente proporcional a la que encuentro en aceptarme y amarme a mí mismo. Mientras no me escuche y no com­prenda mi verdadero yo, no escucharé verdaderamente a nadie. Y si no me acepto tal como soy, queda muy poca es­peranza que pueda alguna vez aceptar a los demás, porque proyecto hacia ellos la agresividad que engendro contra mí mismo.

El sentirme tan poca cosa, me lleva a demostrar mi valor con un exceso de actividad, reuniendo bienes materia­les y aparentando ser lo que no soy.- El culparme me induce a disculparme culpando a los demás. Si me estanco en la ruti­na y en la mediocridad y doy amor sólo cuando estoy seguro de ser correspondido, ¿cómo podré animar a los demás a realizar su yo más perfecto? Mientras no consiga vivir la presencia y el amor de Dios en mí, no podré dar testimonio a los demás que Dios habita en ellos y les ama.

"Lo que interesa a los demás, no son mis, máscaras, por muy deslumbrantes que sean. Lo que en realidad les interesa es saber cómo he resuelto yo el problema de mi propia existen­cia, pues, esto puede ayudarme a resolver el problema de su existencia. Y el problema de toda existencia es cómo llegar a reconocerme lo suficientemente habitado e impregnado por Dios, para poder soportarme y estimarme a mismo"

En lugar de esa mirada malévola y triste que me petrifica en el pasado o en el presente, quiero dirigirme una mirada de amor que me revele lo que estoy llamado a ser. En lugar de ese orgullo insatisfecho y humillado que me hace despreciar lo que no está a la altura de mis ambiciones, quie­ro ejercer conmigo mismo algo de esa bondad, de esa com­pasión y de esa admiración que el Señor ha puesto en mí para ejercerla conmigo mismo y con los demás."¿Qué debo hacer para amar a mi prójimo?", preguntó el discípulo al Maestro.

"Deja de odiarte a ti mismo",

respondió éste.

El discípulo meditó larga y seriamente estas palabras y regresó a de­cirle al Maestro: "Pero si yo me amo demasiado a mí mismo... Si soy un egoísta y un egocéntrico... ¿Cómo puedo librarme de mi egoís­mo?"

"Sé amigo de ti mismo y tu yo quedará satisfecho y te dejará en liber­tad para amar a tu prójimo".

Ve y haz tú lo mismo (Lc.10,25-37)

"Un maestro de la ley fue


a hablar con Jesús y para


ponerlo a prueba le


preguntó: '¿Maestro, ¿qué


debo hacer para alcanzar


la vida eterna?' Jesús le


contestó: '¿Qué está


escrito en la ley? ¿ Qué es


lo que lees?' El maestro


contestó: Ama al Señor tu


Dios con todo tu corazón,


con toda tu alma y con


toda tu mente; y ama a tu


prójimo como a ti mismo'.


Jesús le dijo: 'Has


contes­tado bien. Si haces


esto tendrás la vida'. Pero


el maestro de la ley,


queriendo justificar su


regunta, dijo a Jesús: '¿ Y


quién es mi


prójimo?'Jesús entonces


le contestó:

-

Un hombre iba por el


camino de Jerusalén a



Jericó, y unos bandidos



lo asaltaron y le



quitaron hasta la ropa;



lo golpearon y se fueron




dejándolo medio



muerto. Por casualidad,



un sacer­dote Judío



pasaba por el mismo


camino; pero al verle, dio


un rodeo y siguió


adelante, También un




Levita llegó a aquel lugar, y cuan­do le vio, dio un rodeo y siguió adelante. Pero un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, al verle, sintió com­pasión.

-

- Se acercó a él, le curó las heridas con aceite y vino, y le puso vendas. Luego lo subió en su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. Al día siguiente, el samaritano sacó dos monedas, se las dio al dueño del alojamiento y le dijo: 'Cuide a este hombre, y si gasta usted algo más, yo se lo paga­ré cuando vuelva.'

-

- -Pues bien, ¿cuál de esos tres te parece que fue el prójimo del hombre asaltado por los bandidos? El maestro de la ley contestó: `El que tuvo compasión de él.' Jesús le dijo: - Pues ve y haz tú lo mismo. " (Lc. 10, 25-3 7)

"Cuando el judío preguntó: ¿quién es mi prójimo?, estaba preguntando: ¿quiénes es mi amigo? Pero el verdadero amor no deja espacio 'justificado' a nuestro egoísmo, y no conoce reservas, ni siquiera frente al enemigo"

"Cuando me vuelvo hacia el prójimo, no tengo que mirar de reojo hacia Dios; cuando se trata de ayudarlo, no tengo que hacer discursos piadosos. El samaritano presta auxilio sin andar buscando motivos religiosos; le bas­ta la necesidad del asaltado por los bandidos. Y hace por él simplemente

cuanto su necesidad requiere. Un amor que no actúa por amor del que está delante, sino por amor de Dios, no es verdadero amor"

“LO QUE MÁS IMPORTA ES EL “ (Mt.25,31-46)

... Entonces los justos preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer? ¿O cuándo te vimos con sed, y te dimos de beber? ¿O cuándo te vimos como forastero y te dimos alojamiento, o falto de ropa, y te la dimos? ¿O cuándo te vimos enfermo y en la cárcel y fuimos a verte?'El Rey les contes­tará: 'Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron'.

Luego el Rey dirá a los que estén a su izquierda: Apártense de mí ustedes que están bajo maldición: váyanse al fuego eterno pre­parado para el diablo y sus ángeles. Pues tuve hambre y ustedes no me dieron de comer: tuve sed y no me dieron de beber; andu­ve como forastero y no me dieron alojamiento. Me faltó ropa y us­tedes no me la dieron, estuve enfermo yen la cárcel, y no vinieron a visitarme'.

Entonces ellos le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o como forastero, o falto de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos?' El Rey les contesta­rá: 'Les aseguro que todo lo que no hicieron por una de estas per­sonas más humildes, tampoco por mí lo hicieron.' Estos irán al castigo eterno, y los justos ala vida eterna'. (Mt.25,37-46)

Este pasaje señala la importancia última y definitiva de la ayuda prestada a los que están necesitados no importa quienes sean. El Hijo del Hombre ve a su hermano en todo hombre miserable, desnudo, desarraigado, marginado,

sin derechos ni protección, en prisión y con hambre... Y da un peso infinito y una gloria divina al más humilde gesto de amor para socorrer al más insigni­ficante de sus hermanos.

No son las intenciones ni los sentimientos, sino la ayuda concreta lo que cuenta en el juicio final. El verbo arameo que empleó Jesús significa a la vez hacer y servir. Ningún texto del NT enseña con más claridad la idea que no hacer nada por los necesitados y abstenerse de servir es tan grave como el

mismo crimen. ¡No amar es odiar! (1 Jn.3,14).

"Los benditos del juicio final no tienen ni idea de haberse encontrado con el Señor. Como en el caso del samaritano, su acción iba dirigida al hombre su­friente y no a Dios. A la inversa, los malditos replican que, si hubieran sabi­do que se trataba del Señor, habrían dispensado amor al prójimo. Este no es

sólo falso amor a Dios, sino falso amor al hombre" (H.KUNG).

"El amor de Dios y el amor del prójimo soca coleo las los hojas Oe Hija misataa lmNerta: sólo pieóen alarirse h cerrarse jaar1tns" (KIERKEGAARD )

La vida de Cristo, su muerte y el misterio de su persona, son la máxima expresión del amor de Dios al hombre y del hom­bre a Dios y a los hombres.

Después de Jesús, el modelo más perfecto es María, pues su amor al hijo es al mismo tiempo amor a Dios y al hombre que están indisolublemente unidos en la persona de su Hijo.

De un extremo a otro del NT el amor al prójimo, que Jesús une inseparablemente al amor a Dios, constituye la cumbre y la clave de toda la ley (Mc.12,28-33; Stg.2,8); el compendio de

toda exigencia moral (Gal.5,22; 6,2; Rm.13,8-10; Col.3,14); el mandamiento único (Jn.15,12; 2Jn.5); la obra de toda fe viva (Gal.5,6.22): "El que no ama a su hermano, al que ve, ¿cómo amará a Dios, al que no ve? Nosotros amamos a los hijos de Dios cuando amamos a Dios" (1Jn.4,20s: 5,2).

Separar o confundir estos dos amores es falsearlos. Ninguno puede reemplazar al otro. Un amor de Dios, sin amor al hombre, al fin de cuentas nada tiene de amor. Como en los je­fes del pueblo judío que, creyendo cumplir con la ley de Dios, crucificaron al Hijo de Dios (Jn.19,7).

Como en el sacerdote y el levita que dejaban desangrarse al hermano para dar culto en el templo (Lc.10. 31s), y no entendían que lo que quiere el Señor es compasión, no sacrificios" (Mt. 12,7). Como en el fa­riseo que "separa para Dios la décima parte de la menta, del anís y del comino, pero no hace caso de lo más importante de la ley, que es la justicia, la misericordia y la lealtad (Mt.23,23).

Como en los que olvidan que la reconciliación con el prójimo tiene 'prioridad sobre cualquier acto de culto a Dios (Mt.5,23-24) y que todos seremos juzgados por lo que hicimos o dejamos de hacer al hermano necesitado (Mt.25,40-45). Como en aquellos que buscan en Dios una unión mística soli­taria para evadirse del mundo (Jn.17,15), o una amistad, una relación afectiva y hasta una relación "conyugal" que les permita prescindir del afecto humano (lJn.4,20).

Pero Dios no es "esposo", "amigo" ni "persona" como cualquier persona humana, sino la fuente de nuestro amor a los humanos. Está presente en nosotros en la medida en que amamos a los de­

más (lJn.4.12). No pide una relación de reciprocidad (ámenme porque yo los amo), sino de semejanza (ámense como yo los amo)..

x Por otra parte, sin amor de Dios es imposible el verdadero amor al prójimo, pues éste consiste en imitar la conducta divina,

(Mt.5.44s.; Ef.5,1s.25; lJn.4,11.19; 5,lb lJn.3,16) y existe en noso­

tros por el hecho mismo de que Dios nos toma por hijos (lJn.4,7).

El modelo para imitar es el Servidor sufriente, el Hijo crucificado por amor de sus hermanos (Mf.20, 25-28; Jn.13, 34-36; 15,12-17: Fil.2,1-9; lPe.1,22-23). ¿Cómo ser compasivos como el Padre celestial (Lc.6.36) si no nos lo enseñara el Señor (1Tes.4,9)? ¿Cómo tener por hermanos al pobre, al extraño, al enemigo, si el Espíritu no derramara este amor en nuestros co­razones (Rm.5,5; 15 30)?

x

Un amor es piedra de toque del otro: ésta debe ser mi norma de conducta. Para saber cómo estoy con Dios, debo ver cómo es­toy con los demás. Y mi abertura a Dios mostrará si mi amor al prójimo es sincero y desinteresado. Para acercarme al Padre, debo ocuparme más y mejor de mis hermanos; y cuando me sienta incapaz de amar y servir a los hermanos, debo pedir luz y fortaleza a mi Padre.

"el padre nos da a su hijo para que dejemos que él, en nosotros, se entregue a los demás. y nosotros no hemos encontrado mejor manera de hacerlo, que ofreciéndolo "en sacrificio" al padre devuélvase al remitente qué contento se quedará dios' en realidad nunca le agradaremos tanto, nunca estaremos tan unidos a el y viviremos de el, como cuando le dejemos hacer todo lo que el quiere hacer en nosotros ¿servirse? ¿amarse? ¿honrarse? no, ni mucho me­nos. dejemos que el en nosotros respete, ame y sirva al hombre. entonces

SI NO VIVES AMAR.

NO SIRVES PARA VIVR

P PEPE FORBES sdb.

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