AMOR DEL BUENO.... LOS
CINCO PASOS DEL AMOR
1-El primer paso para amar como
Dios me ama, es ESCUCHARLO
con empatía no juzgar al otro
(Mt.7,1-5)
sino ponerme en su
lugar para sentir y vivir lo que él
vive y siente (Mt.7,12;
26,38.40); tratar de comprender
no sólo sus palabras,
pensamientos y acciones, sino cuál
es su experiencia de la vida en este
momento (sentimientos); por qué
actúa o reacciona así, en qué cree
realmente, qué busca y necesita,
qué es lo más importante para él
(necesidades y valores).
Al mismo tiempo, debo ser tan
abierto, sincero y "vulnerable" en
la comunicación, como para p
ermitir que también el otro me
escuche así (Jn.15,15).
2-EL SEGUNDO PASO es aceptar a la otra persona con paciencia, tal como está en ese momento, pues es así como Dios me acepta a mí (Lc.6,36; Rom.15,7). ¿Puedo tratar a ese al alcohólico, ese drogadicto, ese hombre deshonesto, a esa mujer de mal carácter, a ese neurótico depresivo, a ese hipocondríaco manipulador, a esa escrupulosa obsesiva o a ese holgazán incorregible, con "el respeto y la sinceridad que vienen de Dios"? (2Cor.1,12; Rom.12,10)
Sin aceptar esa conducta evidentemente falsa, deshonesta, manipuladora o inmoral, ¿puedo cumplir con el mandato de Dios y aceptar a esa persona? (Rm.14,10; 9,22; 15,1; Mt.5,22b).
3-EN TODOS NOSOTROS HAY UNA PERSONA MEJOR, capaz de dar más amor, de ser más libre y feliz. Sólo se necesita que alguien la llame y la haga pasar adelante.
¿Soy yo ese alguien para las personas con las cuales vivo? Este es el tercer paso del amor: animar al otro a descubrir el enorme potencial que tiene y alentarlo a crecer para realizar su yo más perfecto. Puedo llamar a los demás de muchas maneras: alentándolos (lTes.5,11); con alabanzas sinceras (2Tes. 1,3);
Enseñando y aconsejando
(Col.3,16); corrigiendo (Gal.6,1),
dándoles buenos ejemplos
(lPe.5,3; Hb.10,24;lTes.5,14-15).
4-EL CUARTO PASO DEL
AMOR ES AYUDAR AL OTRO
en sus necesidades,
hacer por él cuanto podamos en
esa situación concreta, vivienda, salud... Todos los bienes de este
mundo nos pertenecen a todos y
Dios nos pide que los
compartamos (1Jn.3,17).
A NIVEL AFECTIVO, para
curar las heridas de la
afectividad y madurar
emocionalmente (Hch.20.37:
Co1.4,6; Rm.15, 32; 16,2.16;
Mt.7,12, Lc.5,29; 1Tes.5, 11).
A NIVEL INTELECTUAL: para
no estancarnos y no desperdiciar
los talentos que Dios nos ha
dado, necesitamos informarnos y
educarnos mutuamente mediante
el intercambio y el Compartir
(Col.3,16).
A NIVEL ESPIRITUAL: con la oración, el testimonio, la
enseñanza y la comunicación de
esos dones que el Espíritu nos da
para la edificación de su Iglesia
(Rm.1,11s, 12,6-8: 15,2;
15,30; 1Pe.4,10).
5- EL QUINTO PASO DEL AMOR ES EL PERDÓN. Esa misma actitud permanente de perdón sin límites (Mt.18.22) que Dios tiene conmigo (M1.5,44-48).
Siempre los demás tendrán que encontrar en mí alguien que, a pesar de las heridas que le hacen, no se limita a no castigarlos y a no mantener una conducta ofensiva, sino que los ama y quiere su bien. El perdón de nuestro Padre celestial es el modelo (Ef.4.32; Lc.6.36.37b) y el motivo (Mt.18,32-33; 6.14; Co1.3,13) del mío.
Este amor paciente y bondadoso, que no se deja llevar por la ira ni guarda rencor, que aguanta todo y nunca muere porque perdona siempre (1 Cor.13,4-7), es un ideal al cual Dios me llama y que con su ayuda puedo realizar. Pero esto será imposible mientras no tenga una experiencia profunda de su amor misericordioso.
7. ¿QUIÉNES MI PRÓJIMO?
Sí, a lejos cada cano sabe quien es su prójimo; pero sólo Dios sabe cuantos lo saben realmente de cerca"
En la respuesta que da Jesús a esta pregunta (Lc.10,30-37), el prójimo no es solamente quien está desde un principio más cerca de mí (el próximo): los miembros de mi familia, de mi círculo de amigos, de mi clase social, de mi partido, de mi “fe” o Iglesia, de mi país. Prójimo puede ser también el extraño, el que encuentro en el camino, todo el que en este momento me necesita.
Jesús no intenta siquiera una definición, sino que insiste en la urgencia con que de mí se espera el amor en el caso concreto, en la necesidad del momento, más allá de las reglas convencionales.
La verdadera postura del que ama no es preguntarme quién es mi prójimo para delimitar exactamente mis obligaciones con los demás, sino: ¿Quién necesita de que yo me acerque y me convierta en su prójimo? El Señor me reclama un comportamiento activo, creador, que toma en serio la situación ajena de necesidad y que ante ella se atreve a todo lo que haga falta para una ayuda eficaz (así lo han hecho siempre todos sus verdaderos seguidores).
El amor acaba con la casuística, el prójimo toma el puesto de la ley y las necesidades del prójimo determinan lo que debe hacerse en cada situación concreta. (Mt.7,1-5; Lc.6,37-38)
Lo decisivo en la parábola es que Jesús, después de constatar el fracaso del sacerdote y del levita la clase dirigente judía pone como ejemplo no al judío laico (como tal vez se esperaban sus oyentes) sino al odiado enemigo del pueblo, al extraño y herético samaritano (judíos y samaritanos se maldecían mutuamente en los servicios religiosos y no aceptaban unos de otros ayuda alguna).
Jesús hace saltar todas las barreras, aun las más infranqueables: cualquiera que el Señor ponga en mi camino y que se halla en apuros, se convierte en mi prójimo, aunque sea mi enemigo.
"Han oído que antes se dijo: 'Ama a tu amigo y odia a tu enemigo'. Pero yo les digo: 'Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen" (Mt.5,43-44). "Hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los insultan" (Lc.6.27-28). Aunque el prójimo se presente como enemigo, siempre debo tratarlo no con odio sino con amor, renunciando a toda réplica violenta y hasta a mis propios derechos (0.5,39-411- I Cor. 6, 7).
¿Por qué? ¿No es esto excesivo, injusto e imposible de practicar? "La bondad se compensa con la bondad -decía Confucio- la injusticia con la justicia".
La razón que nos da Jesús es que amar a Dios es amar como hijo suyo; y amar como hijo de Dios es amar a nuestro prójimo tratándolo como él nos trata a nosotros. No hay otra manera de ser hijos de Aquel que es el Padre de todos (Mt.5,45-48; Lc.6,27-36), que no hace distinciones entre amigo y enemigo, que hace salir el sol y manda la lluvia sobre buenos y malos y que,D-rinda su amor incluso a los indignos (¿y quién no lo es?). Si queremos ser sus hijos, de enemigos debemos volvernos hermanos.
Sólo puedo responder al Amor sin límites, amando sin límites: dando vida, recreando, salvando, perdonando siempre como El lo hace. El haber experimentado su amor y su perdón me enseña a amar y a perdonar (Mt.6,12; 18,23-35); y al esforzarme por hacerlo así, entro cada vez más profundamente en la experiencia del amor y del perdón divino.
En el best-seller "Vida después de
la vida", el Dr. Moody relata las
experiencias de personas que
volvieron a la vida después de que
los médicos las creyeron
clínicamente muertas: "El Ser de
luz les presenta una revista
general de su vida: todo aparece
en forma simultánea y puede
abarcarse en un instante...
Mientras la observan, el Ser hace
hincapié en dos cosas: aprender a
amar a los demás y adquirir
sabiduría... A una mujer que se
avergonzaba en algunas
circunstancias de su vida, le dijo:
'Así pudiste aprender' Un hombre
que conoció al Ser de luz se sintió
totalmente amado y aceptado, aún
cuando toda su vida aparecía a la
vista de Aquél.
Le pareció que le preguntaba si
era capaz de querer al prójimo de
la misma forma. Ahora considera
que la misión en la vida es
aprender a amar así:
"No hay más que un error y una
desgracia en este mundo y es la
de no amar bastante.
" Jesús ha vivido y muerto inútilmente si no hemos
aprendido de Él a regular
nuestra vida sobre la ley eterna
del Amor. " Ama a tu prójimo
como a ti mismo.
"Pórtate como quieres que los
demás se porten contigo, ¡ ahí
esta toda la ley y los profetas. MT
12,7"Si no me amo a mi mismo,
¿como podría amar a mi prójimo
como a mi mismo?,
Jesús relata la parábola del buen Samaritano, no desde el punto de vista del sacerdote o del levita, ni del samaritano, sino de aquel que ha sido asaltado, obligando así al oyente a ponerse en el lugar de aquel. Es en la situación del herido que el fariseo oye cómo se acercan y se alejan los primeros dos viajeros; y así se da cuenta de cuán poco le sirven a ese pobre hombre los motivos, tal vez válidos que ellos tendrían para pasar de largo y justificar su comportamiento.
Sigue en esa misma situación cuando oye cómo se acerca el samaritano, del cual ningún judío podía esperarse nada. Y es grande su sorpresa cuando aquél se compadece y lo ayuda. Y así, el que puso la pregunta se la ve proponer de nuevo de tal manera que, al identificarse con el necesitado, aprende qué significa amar al prójimo como a sí mismo.
Jesús propone en forma positiva la famosa "regla de oro", que todas las religiones, antes de Él, conocían en forma negativa: "Trata a los demás como quieres que los demás te traten a ti " (Mt.7,12; Lc.6,31).
Y añade: "como quieres que Dios te trate a ti" (en algunos textos, explícitamente, en otros en forma implícita, mediante el 'pasivo divino').
"Con cualquier otra forma de plantear el mandamiento del amor al prójimo habríamos encontrado excusas y escapatorias, pero ninguna llave de luchador puede agarrar tan definitivamente al adversario como este 'a ti mismo' agarra nuestro egoísmo." La dificultad que experimento en amar a los demás, es directamente proporcional a la que encuentro en aceptarme y amarme a mí mismo. Mientras no me escuche y no comprenda mi verdadero yo, no escucharé verdaderamente a nadie. Y si no me acepto tal como soy, queda muy poca esperanza que pueda alguna vez aceptar a los demás, porque proyecto hacia ellos la agresividad que engendro contra mí mismo.
El sentirme tan poca cosa, me lleva a demostrar mi valor con un exceso de actividad, reuniendo bienes materiales y aparentando ser lo que no soy.- El culparme me induce a disculparme culpando a los demás. Si me estanco en la rutina y en la mediocridad y doy amor sólo cuando estoy seguro de ser correspondido, ¿cómo podré animar a los demás a realizar su yo más perfecto? Mientras no consiga vivir la presencia y el amor de Dios en mí, no podré dar testimonio a los demás que Dios habita en ellos y les ama.
"Lo que interesa a los demás, no son mis, máscaras, por muy deslumbrantes que sean. Lo que en realidad les interesa es saber cómo he resuelto yo el problema de mi propia existencia, pues, esto puede ayudarme a resolver el problema de su existencia. Y el problema de toda existencia es cómo llegar a reconocerme lo suficientemente habitado e impregnado por Dios, para poder soportarme y estimarme a mismo"
En lugar de esa mirada malévola y triste que me petrifica en el pasado o en el presente, quiero dirigirme una mirada de amor que me revele lo que estoy llamado a ser. En lugar de ese orgullo insatisfecho y humillado que me hace despreciar lo que no está a la altura de mis ambiciones, quiero ejercer conmigo mismo algo de esa bondad, de esa compasión y de esa admiración que el Señor ha puesto en mí para ejercerla conmigo mismo y con los demás."¿Qué debo hacer para amar a mi prójimo?", preguntó el discípulo al Maestro.
"Deja de odiarte a ti mismo",
respondió éste.
El discípulo meditó larga y seriamente estas palabras y regresó a decirle al Maestro: "Pero si yo me amo demasiado a mí mismo... Si soy un egoísta y un egocéntrico... ¿Cómo puedo librarme de mi egoísmo?"
"Sé amigo de ti mismo y tu yo quedará satisfecho y te dejará en libertad para amar a tu prójimo".
Ve y haz tú lo mismo (Lc.10,25-37)
"Un maestro de la ley fue
a hablar con Jesús y para
ponerlo a prueba le
preguntó: '¿Maestro, ¿qué
debo hacer para alcanzar
la vida eterna?' Jesús le
contestó: '¿Qué está
escrito en la ley? ¿ Qué es
lo que lees?' El maestro
contestó: Ama al Señor tu
Dios con todo tu corazón,
con toda tu alma y con
toda tu mente; y ama a tu
prójimo como a ti mismo'.
Jesús le dijo: 'Has
contestado bien. Si haces
esto tendrás la vida'. Pero
el maestro de la ley,
queriendo justificar su
regunta, dijo a Jesús: '¿ Y
quién es mi
prójimo?'Jesús entonces
le contestó:
-
Un hombre iba por el
camino de Jerusalén a
Jericó, y unos bandidos
lo asaltaron y le
quitaron hasta la ropa;
lo golpearon y se fueron
dejándolo medio
muerto. Por casualidad,
un sacerdote Judío
pasaba por el mismo
camino; pero al verle, dio
un rodeo y siguió
adelante, También un
Levita llegó a aquel lugar, y cuando le vio, dio un rodeo y siguió adelante. Pero un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, al verle, sintió compasión.
-
- Se acercó a él, le curó las heridas con aceite y vino, y le puso vendas. Luego lo subió en su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. Al día siguiente, el samaritano sacó dos monedas, se las dio al dueño del alojamiento y le dijo: 'Cuide a este hombre, y si gasta usted algo más, yo se lo pagaré cuando vuelva.'
-
- -Pues bien, ¿cuál de esos tres te parece que fue el prójimo del hombre asaltado por los bandidos? El maestro de la ley contestó: `El que tuvo compasión de él.' Jesús le dijo: - Pues ve y haz tú lo mismo. " (Lc. 10, 25-3 7)
"Cuando el judío preguntó: ¿quién es mi prójimo?, estaba preguntando: ¿quiénes es mi amigo? Pero el verdadero amor no deja espacio 'justificado' a nuestro egoísmo, y no conoce reservas, ni siquiera frente al enemigo"
"Cuando me vuelvo hacia el prójimo, no tengo que mirar de reojo hacia Dios; cuando se trata de ayudarlo, no tengo que hacer discursos piadosos. El samaritano presta auxilio sin andar buscando motivos religiosos; le basta la necesidad del asaltado por los bandidos. Y hace por él simplemente
cuanto su necesidad requiere. Un amor que no actúa por amor del que está delante, sino por amor de Dios, no es verdadero amor"
“LO QUE MÁS IMPORTA ES EL “ (Mt.25,31-46)
... Entonces los justos preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer? ¿O cuándo te vimos con sed, y te dimos de beber? ¿O cuándo te vimos como forastero y te dimos alojamiento, o falto de ropa, y te la dimos? ¿O cuándo te vimos enfermo y en la cárcel y fuimos a verte?'El Rey les contestará: 'Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron'.
Luego el Rey dirá a los que estén a su izquierda: Apártense de mí ustedes que están bajo maldición: váyanse al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Pues tuve hambre y ustedes no me dieron de comer: tuve sed y no me dieron de beber; anduve como forastero y no me dieron alojamiento. Me faltó ropa y ustedes no me la dieron, estuve enfermo yen la cárcel, y no vinieron a visitarme'.
Entonces ellos le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o como forastero, o falto de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos?' El Rey les contestará: 'Les aseguro que todo lo que no hicieron por una de estas personas más humildes, tampoco por mí lo hicieron.' Estos irán al castigo eterno, y los justos ala vida eterna'. (Mt.25,37-46)
Este pasaje señala la importancia última y definitiva de la ayuda prestada a los que están necesitados no importa quienes sean. El Hijo del Hombre ve a su hermano en todo hombre miserable, desnudo, desarraigado, marginado,
sin derechos ni protección, en prisión y con hambre... Y da un peso infinito y una gloria divina al más humilde gesto de amor para socorrer al más insignificante de sus hermanos.
No son las intenciones ni los sentimientos, sino la ayuda concreta lo que cuenta en el juicio final. El verbo arameo que empleó Jesús significa a la vez hacer y servir. Ningún texto del NT enseña con más claridad la idea que no hacer nada por los necesitados y abstenerse de servir es tan grave como el
mismo crimen. ¡No amar es odiar! (1 Jn.3,14).
"Los benditos del juicio final no tienen ni idea de haberse encontrado con el Señor. Como en el caso del samaritano, su acción iba dirigida al hombre sufriente y no a Dios. A la inversa, los malditos replican que, si hubieran sabido que se trataba del Señor, habrían dispensado amor al prójimo. Este no es
sólo falso amor a Dios, sino falso amor al hombre" (H.KUNG).
"El amor de Dios y el amor del prójimo soca coleo las los hojas Oe Hija misataa lmNerta: sólo pieóen alarirse h cerrarse jaar1tns" (KIERKEGAARD )
La vida de Cristo, su muerte y el misterio de su persona, son la máxima expresión del amor de Dios al hombre y del hombre a Dios y a los hombres.
Después de Jesús, el modelo más perfecto es María, pues su amor al hijo es al mismo tiempo amor a Dios y al hombre que están indisolublemente unidos en la persona de su Hijo.
De un extremo a otro del NT el amor al prójimo, que Jesús une inseparablemente al amor a Dios, constituye la cumbre y la clave de toda la ley (Mc.12,28-33; Stg.2,8); el compendio de
toda exigencia moral (Gal.5,22; 6,2; Rm.13,8-10; Col.3,14); el mandamiento único (Jn.15,12; 2Jn.5); la obra de toda fe viva (Gal.5,6.22): "El que no ama a su hermano, al que ve, ¿cómo amará a Dios, al que no ve? Nosotros amamos a los hijos de Dios cuando amamos a Dios" (1Jn.4,20s: 5,2).
Separar o confundir estos dos amores es falsearlos. Ninguno puede reemplazar al otro. Un amor de Dios, sin amor al hombre, al fin de cuentas nada tiene de amor. Como en los jefes del pueblo judío que, creyendo cumplir con la ley de Dios, crucificaron al Hijo de Dios (Jn.19,7).
Como en el sacerdote y el levita que dejaban desangrarse al hermano para dar culto en el templo (Lc.10. 31s), y no entendían que lo que quiere el Señor es compasión, no sacrificios" (Mt. 12,7). Como en el fariseo que "separa para Dios la décima parte de la menta, del anís y del comino, pero no hace caso de lo más importante de la ley, que es la justicia, la misericordia y la lealtad (Mt.23,23).
Como en los que olvidan que la reconciliación con el prójimo tiene 'prioridad sobre cualquier acto de culto a Dios (Mt.5,23-24) y que todos seremos juzgados por lo que hicimos o dejamos de hacer al hermano necesitado (Mt.25,40-45). Como en aquellos que buscan en Dios una unión mística solitaria para evadirse del mundo (Jn.17,15), o una amistad, una relación afectiva y hasta una relación "conyugal" que les permita prescindir del afecto humano (lJn.4,20).
Pero Dios no es "esposo", "amigo" ni "persona" como cualquier persona humana, sino la fuente de nuestro amor a los humanos. Está presente en nosotros en la medida en que amamos a los de
más (lJn.4.12). No pide una relación de reciprocidad (ámenme porque yo los amo), sino de semejanza (ámense como yo los amo)..
x Por otra parte, sin amor de Dios es imposible el verdadero amor al prójimo, pues éste consiste en imitar la conducta divina,
(Mt.5.44s.; Ef.5,1s.25; lJn.4,11.19; 5,lb lJn.3,16) y existe en noso
tros por el hecho mismo de que Dios nos toma por hijos (lJn.4,7).
El modelo para imitar es el Servidor sufriente, el Hijo crucificado por amor de sus hermanos (Mf.20, 25-28; Jn.13, 34-36; 15,12-17: Fil.2,1-9; lPe.1,22-23). ¿Cómo ser compasivos como el Padre celestial (Lc.6.36) si no nos lo enseñara el Señor (1Tes.4,9)? ¿Cómo tener por hermanos al pobre, al extraño, al enemigo, si el Espíritu no derramara este amor en nuestros corazones (Rm.5,5; 15 30)?
x
Un amor es piedra de toque del otro: ésta debe ser mi norma de conducta. Para saber cómo estoy con Dios, debo ver cómo estoy con los demás. Y mi abertura a Dios mostrará si mi amor al prójimo es sincero y desinteresado. Para acercarme al Padre, debo ocuparme más y mejor de mis hermanos; y cuando me sienta incapaz de amar y servir a los hermanos, debo pedir luz y fortaleza a mi Padre.
"el padre nos da a su hijo para que dejemos que él, en nosotros, se entregue a los demás. y nosotros no hemos encontrado mejor manera de hacerlo, que ofreciéndolo "en sacrificio" al padre devuélvase al remitente qué contento se quedará dios' en realidad nunca le agradaremos tanto, nunca estaremos tan unidos a el y viviremos de el, como cuando le dejemos hacer todo lo que el quiere hacer en nosotros ¿servirse? ¿amarse? ¿honrarse? no, ni mucho menos. dejemos que el en nosotros respete, ame y sirva al hombre. entonces
SI NO VIVES AMAR.
NO SIRVES PARA VIVR
P PEPE FORBES sdb.
No hay comentarios:
Publicar un comentario